Noticias | noviembre 18, 2020

Toda enseñanza es política


“Caemos” en la escuela pública o en la profesión docente. Para les funcionaries del PRO, la docencia y la escuela son espacios malditos o pozos sin fondo que deberían desaparecer. La declaraciones de la Ministra de educación porteña, Soledad Acuña, generaron un repudio generalizado. Que caemos en la docencia luego de fracasar en otras carreras. Que militamos en lugar de enseñar. Que bajamos línea. Que tenemos poco “capital cultural” porque provenimos de las clases más bajas. No se ahorró ninguna expresión que muestre su odio de clase y su temor al pensamiento libre.

Con el PRO llegó el pretendido fin de “lo político”, una expresión sublime del neoliberalismo y del famoso “fin de las ideologías”, donde todo se entiende como una suma y resta que siempre da el mismo resultado. Lo que no dicen cuando vomitan sus palabras de odio es que elles representan específicamente a una ideología en particular y que, además, intentan con ella borrar cualquier expresión disidente. ¿Cómo se explican, sino, las declaraciones aberrantes de Acuña?

Sus planteos fueron ataques directos a les docentes en un momento en donde la docencia fue una de las pocas profesiones que siguió funcionando 24/7 desde el inicio de la cuarentena. Nunca cesó. Aunque los diarios titulen hoy “vuelta a clases”, docentes, mapadres y niñes sabemos bien que nunca nos fuimos. Porque el tema de fondo que se juega en estas movidas mediáticas y políticas es cuestionar las formas en las que enseñamos. Porque, afortunadamente, la educación viene cambiando y transformándose, lentamente, en algo genuino.

En su libro “Pedagogía de la autonomía”, Paulo Freire plantea que “enseñar no es transferir conocimiento, sino crear las posibilidades de su producción o de su construcción”. Frente al paradigma de educación a la que llama “bancaria”, como aquel proceso mecánico en el que estudiantes son vistos como “objeto en donde depositar conocimientos” y que dominó el campo de las teorías de la educación en el pasado, Freire propone otra forma de enseñar-aprender. Como una relación social, política, ideológica, pedagógica, estética y ética, entre otras cosas, en donde quien aprende debe mantener constantemente su “rebeldía”, agudizar su curiosidad y estimular su capacidad de arriesgarse. Así, el aprender es un proceso creador. Y eso es lo que genera miedo.

El acto político de enseñar

Cuando eliminamos a la política de la ecuación todo pareciera ser “neutro”. Los programas de estudio responden a estadísticas y análisis de datos cuantificables que muestran los mejores y más necesarios contenidos para cada programa. Lo que no se dice es que toda selección implica decisiones sobre qué enseñar, cómo y cuándo, lo que refiere a una mirada particular del mundo, y eso es político.

Con el paso de los años les docentes hemos ido formándonos para enfocar nuestros programas en habilidades o capacidades a enseñar, y no tanto en los contenidos memorísticos o enciclopedistas. No queremos que sepan de memoria el preámbulo de la Constitución, porque comprobamos que lo que crea ciudadanes comprometidos es comprender y practicar aquellos principios que allí se enuncian. Enseñar para la vida. Enseñar a hacer, enseñar a pensar. Hablar de docentes “ideologizades” busca demonizar lo político del acto educativo creador. Porque hay quienes lucran con poblaciones adormecidas y descreidas de “la política”.

La política es una potencia social de cambio que se enfoca en aquellas cuestiones que son comunes y relacionales para una sociedad. De a poco, fuimos delegando cada vez más esta capacidad en el estado y en los partidos políticos, olvidando que todes podemos hacer política desde nuestra cotidianeidad. Y eso garantiza, a quienes están arriba, continuidad en el poder, e impunidad. Cuando les docentes nos damos la tarea de enseñar a pensar, estamos dándoles herramientas a les jóvenes para hacer su propio destino, para decidir, para criticar, para acordar. Entonces, estamos rompìendo con una estructura que el capitalismo pensó a la perfección y que no contempla ni la participación social ni la crítica.

Todo es político. Todo es ideológico. ¿O acaso la currícula de un colegio católico, que establece ciertos lineamientos para sus estudiantes, selecciona contenidos específicos y deja afuera a otros, no es también una forma de hacer política y elegir qué sujetes saldrán de esas escuelas? Cuando enseñamos a pensar y construimos miradas críticas sobre el mundo nos acusan de “bajar línea” o de estar “ideologizades”. Porque rezar antes de entrar al aula no es ideología, ni mucho menos bajada de línea, ¿no? Porque bloquear la enseñanza de los contenidos de la ESI no es ideología, ¿no?

Les docentes bancando la parada en la pandemiaEs irrisorio que exista hoy un ataque brutal contra les docentes y su labor. Los medios y algunes mapadres, principalmente de colegios privados, han iniciado una campaña de “vuelta al colegio” como si las clases se hubieran detenido por completo. Les docentes que nos oponemos a esa vuelta somos catalogades como vagues. ¿Cómo volver a las aulas de manera segura, cuando ni en los colegios con más presupuesto se pueden garantizar las cuestiones básicas de protocolos que se establecieron para la seguridad de todes? ¿Cómo volver y sostener a la par clases presenciales y virtuales cuando en nuestras casas siguen estando nuestros hijes para ser cuidades? ¿Cómo volver cuando el transporte no funciona, y el que sí lo hace es inseguro?

Nadie más que les docentes queremos estar en las aulas, vernos cara a cara con les chiques, abrazarnos, salir al recreo y charlar con las pibas en las escalinatas, compartir un mate en la sala de profes, entregar el diploma y fundirnos en un abrazo con toda la promo. Nadie más que les docentes, a quienes se les han ido del mapa muches estudiantes, principalmente en colegios de zonas marginales, porque no tienen internet o porque tuvieron que salir a laburar.

Les docentes no somos sólo docentes, más de las veces nos pasamos las clases charlando sobre las cosas que a les pibes les preocupan, o les hacen mal, o alimentándoles en los comedores. Fuimos quienes sin ninguna instrucción previa, sin recursos, pagando nuestro propio internet, teniendo que comprar computadoras, adaptamos toda una modalidad nueva para la educación.

Armamos grupos de whatsapp, usamos plataformas virtuales, imprimimos de nuestro propio bolsillo las tareas y las llevamos a las casas de les pibes, nos preocupamos por cada une y hablamos con preceptores y mapadres miles de veces.

La educación es, sin dudas, uno de los lugares en donde la cuarentena y el distanciamiento pegó más fuerte, pero también en donde se reprodujeron como nunca la creatividad, la solidaridad, el compañerismo y el amor. Sí, en la docencia hay amor.

El ataque mediático y de estos personajes de la “no política” desconocen en su totalidad todo este proceso, despilfarran odio contra una profesión ya vapuleada, mal paga y denostada. Pero, en cambio, para la mayoría de las familias, la cuarentena sirvió para poner en evidencia lo que implica ser docente y acompañar el trayecto de aprendizaje de une pibe. Y entonces valoraron la profesión, y nos agradecieron interminablemente por ella. Y trabajamos juntes, codo a codo, para que las clases sigan. Y mientras, desde arriba, los sindicatos negociaban un salario de miseria y condiciones de trabajo inhumanas.

Y nosotres seguimos siendo docentes. Porque para nosotres, toda enseñanza es política. Porque disfrutamos de interactuar, de ver crecer, de aprender y desaprender constantemente con les pibes. Porque queremos enseñarles a pensar, para que ningune de elles termine siendo como Soledad Acuña. Porque queremos una sociedad justa, solidaria y para todes. Y en eso andamos.

Fuente: La Tinta

CONTACTO

Para cualquier consulta o duda que tengas escribinos aquí abajo.