1920 – 2019. El tiempo de la Revolución es Ahora
“Que el proletario de Moscú demuestre que está dispuesto a hacer y hace todo lo necesario para la lucha hasta la victoria, para la lucha contra la vieja desigualdad contra la vieja humillación burguesa de la mujer” (N. Lenin- 21 de febrero de 1920)
Ramona caminaba como todos los días casi cuatro kilometros para llegar al comedor comunitario que la acompaña a ella junto a sus ocho hijxs, firme en sus pasos y en esa caminata que refleja sus vivencias, su historia que ha dejado marcas en su vida y su cuerpo, ella comparte junto a otras mujeres la persistente lucha a una vida con dignidad con derechos igualitarios que aún no son conquistados, pero los siguen soñando.
En ningún país de la tierra son aún las mujeres iguales en oportunidades a los hombres pero las pobres entre los pobres son millones de mujeres. Ellas son las que dan de comer sin haber comido, las que sufren la violencia de los violentados. La ONU no deja de presentarnos datos, las mujeres constituyen la mitad de la población mundial, trabajan las tres cuartas partes del total de las horas de trabajo que se hacen en el mundo, reciben la décima parte del salario mundial, poseen la centésima parte de las tierras del planeta y representan los dos tercios de las personas adultas analfabetas.
Junto con sus hijxs dependientes son el setenta y cinco por ciento de las personas que pasan hambre y el ochenta por ciento de los refugiados sin hogar, Amnistía Internacional nos recuerda que diariamente mueren más mujeres y niñas por diversas formas de violencia y discriminación basadas en el sexo que por ningún otro tipo de abuso contra los derechos humanos.
A lo largo de la historia de nuestra América y del mundo el movimiento de mujeres, los feminismos y las disidencias sexuales y de género impulsaron e integraron proyectos colectivos, desde los cuales emprendieron con valentía y compromiso la lucha contra la opresión social. Desempeñaron papeles fundamentales en los procesos de la primera independencia de nuestros pueblos, en la lucha contra el imperialismo y por la plena igualdad.
Teniendo en cuenta esto, en los dos sistemas de opresión actuales (tanto en el modo de producción capitalista como en el régimen patriarcal) el grupo social favorecido por la relación de poder suele abusar de su correlación favorable y utilizar la violencia para continuar legitimando y reproduciendo la dominación. Su objetivo es que se mantengan los roles, las identidades y los valores que imponen y resultan funcionales a ambos sistemas de opresión. Este uso de la violencia como estrategia y como abuso de poder se hace presente en los actos de violencia cometidos hacia las mujeres y disidencia sexuales, dado que en su mayoría el sentido de posesión y control suele ser la motivación principal, es decir, son ejercidos en y por la diferencia social entre varones y mujeres.
Reconocer que la violencia basada en el género tiene un carácter profundamente social y político nos permite ubicar cuál es la verdadera dimensión de este problema, que adquiere expresiones concretas en el trabajo, en la familia, en las instituciones, en los modos y formas de vincularse o sea en la vida misma, posibilita además desarticular algunos argumentos que reducen este tipo de violencia y su manifestación más extrema, el femicidio, los crímenes de odio y criminalización sobre el derecho a decidir sobre nuestro cuerpo, a experiencias individuales, conductas patológicas o hasta casuales. Intentos de explicaciones basadas en estos argumentos circulan permanentemente en los medios de comunicación, y son reproducidos por las personas en conversaciones cotidianas, obstaculizando y postergando su erradicación.
Este mundo es jerárquico patriarcal, es el que ha dado lugar a la esclavitud y a todas las formas de explotación y discriminación conocidas. Desde la esclavitud hasta nuestros días estamos resistiendo a este patriarcado que refuerza el miedo, el odio a las mujeres y lo que no sea heteronormativo, a todo lo disidente, porque detrás del aumento y la saña de la violencia femicida también hay una trama económica, la falta de autonomía de las mujeres las deja más desprotegidas a la hora de decir no y las convierte en blancos móviles de las redes de trata o cuerpos “baratos” para el tráfico de drogas y la venta al menudeo.
Podemos entonces hacer la siguiente afirmación «Se puede considerar al feminismo como un movimiento profético contemporáneo que anuncia el juicio del patriarcado… y hace un llamamiento al arrepentimiento, al cambio y la unidad»
Hoy, más que nunca, hermanadas por nuestras causas y las de nuestro pueblo, levantamos nuestra voz contra la violencia machista, contra el acoso, contra los femicidios, contra los travesticidios y contra los estereotipos y roles de mujer impuestos por el mercado.
Hoy, más que nunca, levantamos nuestra voz contra la feminización de la pobreza, contra la precarización laboral porque somos las mujeres, en general y por cuestiones culturales y económicas impuestas, quienes nos encargamos de las tareas de cuidado y velamos por las personas con quienes compartimos la vida: cuidamos a niñxs, a los mayores, y a nuestras parejas.
Somos nosotras las que salimos a poblar las asambleas, a construir comedores, merenderos, trueques, cooperadoras, movimientos en defensa de la tierra, los recursos naturales y del campesinado y muchas otras formas organizativas que tuvieron como columna vertebral a las mujeres.
Porque creemos firmemente en la autonomía de nuestros cuerpos, deseos, elecciones y transformaciones, por ello nuestra decisión, nuestra lucha por el aborto legal seguro y gratuito como una cuestión de clase, “el aborto es un negocio”, negocio de la ilegalidad y clandestinidad que se sostiene con la sangre de las personas gestantes en su mayoría cristianxs y pobres que no tienen acceso al aborto, para sostener las apariencias y con ellas sostener mandatos que afirman los prejuicios de la cultura patriarcal de aquellas que pagan abortos y así acceden a servicios médicos con salubridad. Las que no cuentan con los medios económicos no tienen ese privilegio, sufren la clandestinidad y la muerte.
Entonces el aborto es un negocio, un plan empresarial de estereotipos de moral opresiva, un mercado ilegal que conviene a muchos, entre ellos a la corporación médica, clerical y machos reproductores con el objetivo de limitar, extorsionar y como estrategia política dominar, disciplinar. Se sirve de sectores religiosos católicos y evangélicos reaccionarios que representan una ideología y una posición política/ religiosa de “defender la vida de los que van a venir” o afirmar que “el feto es persona”. Usan la vida como excusa para sostener sistemas económicos sociales de muerte.
El aborto entonces es un conflicto de intereses de clases, que disputa claramente poder simbólico y poder concreto; no solo es un tema despenalizar el aborto, despenalizar solo es una reparación de derechos; hacerlo legal es una consagración, una nueva vida, dar decisión donde ya no la hay, que fue prohibida, negada. Hacerlo legal es dar luz a la tierra sin determinar qué y cuándo se cultiva, solo garantizar su posibilidad, es poder sobre el propio territorio, es el ejercicio de la soberanía de nuestros deseos y decisiones, es la práctica de la vida abundante que nos propone Jesús, que es la vida digna y en plenitud para el ser humano. Es el ejercicio del mandato que nos dejara Jesús en el Ev. San Juan 12: 31ª “AMARAS A TU PRÓJIMO COMO A TI MISMX” como diría *Camilo Torres “La única manera de hacer efectivo el amor es en una práctica de liberación, en una revolución…”
Como personas de Fe debemos trabajar y caminar junto a otrxs porque frente a la “concentración capitalista, distribución feminista» y ante la avanzada imperialista que amenaza permanente el derecho a la autodeterminación de nuestros pueblos y busca instalar un discurso odiante hacia lxs hermanxs y compañerxs migrantes y/o racializadxs, solo se frena la unidad popular en la calle, porque nada es imposible para el evangelio liberador… Porque lo imposible sólo tarda un poco más.