Cromañón, la revancha de todos aquellos
Luciano pudo llorar y por primera vez no entró en pánico tras muchos años, al escuchar los primeros acordes de «Rocanroles sin destino». Esta vez, acompañado de amigos y una novia casi idéntica a Florencia. Flor, tenía apenas 16 años cuando en esa noche de calor infernal del 30 de diciembre del 2004 quedó aplastada en la desesperada avalancha que se produjo en ese reducto de Bartolomé Mitre y Jean Jaures, del porteño barrio de Once. Cuando Flor cumplió 15 años, en la fiesta presentó a Luciano, dos años mayor que ella, como novio. Vivían a una cuadra de distancia pero se habían conocido en la previa del recital que la banda Callejeros brindó en el estadio Obras. Ese día tomaron el 15 en 202 y Panamericana junto a un nutrido grupo de fans de la zona. Flor ya no era una niña, desde los 14 años que salía a ver bandas, en cuanto Luciano, el de Obras había sido su primer recital. Amor adolescente de esos bien sinceros. Luciano quería terminar el secundario para seguir la carrera de medicina. Flor había dejado el colegio. Los pibes de la esquina fuimos testigos de tantas noches de besos y vino en cajita en aquellos años donde el país salía de una crisis y nacía el kirchnerismo. La previa del 30 de diciembre la habían hecho esta vez, comiendo pizza en Avenida Pueyrredon. También brindaron para despedir el año, ya que al otro día, Luciano iba a festejar el final del 2004 en casa de unos tíos en Pilar. Cuando explotó todo, él había ido por unas cervezas. El resto es historia conocida. Luciano estuvo y está bajo tratamiento psicólogico. Hace apenas unos años pudo rehacer parte de su vida sentimental, y en breve arrancará a estudiar medicina. No guarda rencor por la banda y lleva tatuado su logo. Durante muchos años no pudo concurrir a ningún show. En el recital del Indio en Tandil tuvieron que asistirlo ni bien arrancó a sonar la banda,sufría constantemente ataques de pánico. Le dijeron que llore, que saqué toda esa angustia que trae hace más de una década. Anoche lloró, al fin, y estaba con alguien que lo abrazó. El recuerdo siempré está, pero ya no duele tanto, el llanto se llevó todo. Luciano, al fin, trata de ser la revancha de todos aquellos.
Fuente: Revista y Editorial Sudestada