Noticias | enero 23, 2020

Si Áñez se queda en el poder, la derecha nos matará por 20 años


La Paz. La pregunta es directa y la respuesta más. ¿Puede Evo tener el pulso de lo que pasa en Bolivia desde México?

“No, por eso decimos: que se calle, que haga autocrítica. Él dice ‘voy a mandar a desmovilizar’. Nadie responde a Evo ahorita. Hay un sentimiento, sí, porque para mí, por supuesto es importante un presidente que sea como yo, que me pueda mirar en él, pero hoy las movilizaciones en la calle son contra un golpe de Estado. Nadie está pensando en Evo o qué le gustaría. Él dice: ‘He hablado con El Alto’. Alguien le miente en El Alto, porque El Alto no responde a él”.

Habla Adriana Guzmán, hija de una dirigente de la confederación de mujeres campesinas más conocidas como Bartolinas. Ella se define como feminista comunitaria antipatriarcal. Quizá sería inexacto decir que pertenece al partido de Evo Morales, el Movimiento al Socialismo (MAS), porque de la manera que ella lo explica, más bien el partido pertenece a las organizaciones que simplemente lo usan como vehículo electoral. Eran las siglas que estaban disponibles y los pueblos y las organizaciones las usaron.

El asilado presidente tuitea a todo vapor y da entrevistas a granel. Guzmán dice que muchos líderes comparten con ella la convicción de que Evo se fue, listo, o sea, quienes estamos definiendo las cosas ahora en las calles somos nosotras, nosotros. Ya le han iniciado el juicio a Evo, con un video de una oreja, una cosa que no tiene sentido. Para nosotros lo mejor es que esté en México, y que guarde silencio, que se calle y que deje de opinar porque genera mucho conflicto interno. O sea, no estamos queriendo elecciones y él ya está casi queriendo hacer campaña.

Mientras se escriben estas líneas, escuchando la entrevista con la dirigente aymara, Evo Morales publica otro tuit: La minoría fascista de Bolivia judicializa a nuestros líderes más destacados porque electoralmente saben que están derrotados. Llegaron al poder por traidores y manipuladores, no son la mayoría.

Adriana nunca ha trabajado en el gobierno. Vende artesanías y dedica la mayor parte de su tiempo a la organización comunitaria. Dice que en su cuenta bancaria tendrá acaso mil bolivianos (unos 3 mil pesos), pero que hace unos días la llamaron de su banco para decirle que ella es una personasde alta exposición pública y que, por tanto, necesitaban que firmara unos papeles para permitir al gobierno revisar sus cuentas. Una pruebita apenas del clima de reconciliación democrática que el gobierno de facto está construyendo rumbo al nuevo proceso electoral.

Las críticas que Guzmán endereza contra Morales no la colocan del lado del feminismo separatista boliviano que pinta en las paredes Entre machos y fachos el país se va al tacho. La traducción: entre Evo Morales y Fernando Camacho (el líder ultraderechista que entró Biblia en mano al Palacio de Gobierno), Bolivia se va a la basura.

Adriana Guzmán no se anda con tibiezas: Hay un feminismo falocéntrico, que no puede dejar de hablar de Evo, que si fue, que si no hizo, o de Álvaro (García Linera, vicepresidente). ¡No miran el proceso que hay en este pueblo, en las organizaciones sociales, en las comunidades! Estos 13 años no hemos estado siguiendo a Evo. En las calles, ahora, la gente no está pidiendo que Evo vuelva. La gente está pidiendo que se vaya Jeanine Áñez por asesina, porque hay muertos, porque ha masacrado.

La dirigente comunitaria de El Alto participó, en 2003, en la insurrección popular conocida como la guerra del gas, que surgió por los planes del presidente Sánchez de Lozada de vender ese recurso a Estados Unidos y sacarlo por puertos de Chile.

Los bloqueos de estos días ocurren en los mismos escenarios. Las fotos son mejores por los avances tecnológicos, pero la sangre y la rabia siguen siendo las mismas.

La guerra del gas es lo que tienen en mente líderes como Guzmán cuando hablan de lo que viene, cuando se rehúsan a negociar con el gobierno de facto. En primer lugar, porque nuestros muertos no se negocian, como dice la consigna callejera. En segundo lugar, que los bloqueos, con todo y su alto costo cuando se desata la represión (en la guerra del gas fueron más de 80 según algunas fuentes) derivan en triunfos: Sánchez de Lozada terminó por renunciar y se fue del país. Dos años después Evo Morales ganaría por vez primera la presidencia.

La dirigente aymara tampoco hace concesiones al gobierno de Evo Morales: habla de la borrachera del poder de muchos dirigentes sociales que rompieron con sus bases, de la llegada de españoles de Podemos a través de los cuales el gobierno pretendió jalar a la clase media, y del error estratégico de no haber transformado las relaciones con los empresarios.

Camacho tiene plata porque estos 13 años los empresarios han hecho buenos negocios con el gobierno.

–¿Creyeron que dándoles negocios los tendrían en paz?

–Sí, y lo dijeron públicamente.

Guzmán lamenta que Evo Morales nunca haya escuchado a las feministas comunitarias que trataron de convencerlo de la nacionalización de la minería. El auge minero trajo una redistribución de la riqueza, pero también agravó problemas sociales.

“Nuestros hermanos mineros, compañeros, indígenas también, decían: ‘Queremos tener plata, mujeres y drogas, paras eso trabajamos’. Sin acompañamiento político, los índices de feminicidio y violencia se dispararon en los sectores mineros.

Nos reunimos con el Evo y le decíamos que queríamos la nacionalización, porque la minería trae trata y tráfico, nuestras wawas (niñas) son sacadas de la comunidad, prostituidas.

–Los medios de Bolivia hablan de alas moderada y radical en el MAS. ¿Es así?

–No hay un ala radical. Lo que hay son unos diputados evidenciando las diferencias que ya había entre ellos. Adriana Salvatierra (ex presidenta del Senado) estaba negociando los salvoconductos (para la salida segura de los asilados). ¿Esa es el ala radical?

“No creo que la haya. Hay diputadas y diputados peleando sus cargos. Ante esta desestructuración del MAS piensan que son los únicos legítimos. Los veo con cara de que están pensando cuál sería el candidato. Y, además, por haber negociado con el golpe, ellos van a tener seguridad, a ellos no los van a perseguir, van a ser candidatos viables.

–Cuando Henry Cabrera (vicepresidente de los diputados) dice que se acabó el tiempo de “los amiguitos y las amiguitas que viajaban por Europa y nunca iban a sus distritos…”

–Cabrera fue denunciado por violencia, por intento de feminicidio, y hoy es uno de los que están comandando el Parlamento. Tuvimos una lucha muy fuerte contra él, incluida Salvatierra y Sonia Brito, finalmente quedó impune porque logró, con presiones y chantajes, que su esposa quitara la denuncia. Y entonces ahí está, dándonos lecciones de democracia.

“Si se quedan en el poder, si Jeanine Áñez se queda, la derecha va a ganar las elecciones y se van a quedar aquí 20 años, y en esos 20 años nos van a matar igual, tendremos que dejar la universidad, tendremos que volver a ser sus sirvientas, a callarnos y agachar la cabeza.

“En 2003, una periodista, Amalia Pando le preguntó a Felipe Quispe (importante dirigente campesino, alguna vez preso al lado de García Linera). ‘Don Felipe, ¿qué quiere, para qué hace todo esto?’ Y don Felipe le respondió: ‘Lo hago para que mi hija no sea tu sirvienta’. Esa es nuestra lucha.”

–¿La represión los va adesmovilizar?

-No, aquí cohesiona. Salimos a las calles más allá del análisis estructural, el extractivismo, el empresariado o lo que sea. Salimos porque nos están matando.

Fuente: jornada.com.mx

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