Noticias | enero 28, 2020

«La prostitución es un instrumento social para dar placer a los hombres y someter a las mujeres»


Si hay una palabra que defina a la mexicana Lydia Cacho es la de heroína. Su testimonio de vida es el reflejo de la lucha de una feminista que con periodismo honesto hecho desde el corazón denuncia el patriarcado de un país maltratador con sus mujeres. Hace unos meses unos sicarios volvieron a intentar acallarla. Pretendían asesinarla en su propia casa. Como no la encontraron acabaron con la vida de sus perras y rebuscaron documentos en los que pone cara a la delincuencia prostituyente y organizada de México. Desde entonces su vida va con ella en una maleta. Cruza países y continentes en un ir y venir en el que todo es más fácil gracias a la sororidad con la que respira en cada lugar al que llega. Lejos de desfallecer declara que va a seguir con su misión. Público lo ha comprobado aprovechando su estancia en España.

Hablar con Cacho es ser testigo de la fuerza de una mujer que ha aprendido a cruzar el territorio de la vida como si de un campo de minas se tratase. Alzar la voz en lugar de callar la hace peligrosa para quienes se creen dueños de todo, incluso del silencio. Destapar el machismo y la desigualdad de un país donde la desvergüenza contra las mujeres alcanza límites vomitivos e insufribles, la hace incómoda.

Su riesgo por lo que hace es tal que en su país ha tenido que volver a llevar chaleco antibalas para defenderse de los torturadores y de los autores intelectuales de la red de pornografía infantil y trata de niñas y niños que destapó hace trece años. «Mi vida ahora mismo es un desplazamiento forzado. Soy una reportera de guerra que está resguardando su vida. Es enorme la batalla que estamos dando las periodistas para desentrañar el tejido que han creado juntos algunos poderosos políticos y los grupos de delincuencia organizada; los que quieren dominar una parte de la economía mexicana y que propagan la impunidad para sostenerse», reconoce.

Una impunidad que tras el último atentado que sufrió la obligó a huir de su tierra y ha dado muestras de lo poco que le ha importado al gobierno mexicano la protección ordenada desde los organismos internacionales ya que Cacho tiene medidas cautelares desde hace trece años. «El gobierno del presidente López Obrador se vio obligado a reconocer que fui torturada por el Estado, por tanto se comprometió jurídicamente a asegurar reparación integral, que incluye detener a todos los mafiosos y ex gobernadores vinculados a mis investigaciones y que han intentado ultimar mi vida y silenciarme varias veces. Yo tengo suerte, solamente en 2019 asesinaron a once colegas, en total han ultimado la vida de 131 periodistas, según ha documentado la organización Article 19», subraya.

La lucha sigue, cueste lo que cueste
Pero esta no es ni la primera, ni seguro la última vez que Cacho ha salido de su tierra para salvar su vida. «He huido en varias ocasiones porque no tengo espíritu de mártir, entiendo el costo de ser una reportera especializada en derechos humanos y delincuencia organizada con narco-política. He asumido desde hace años que ese es el costo de las decisiones que he tomado como profesional. He sido protegida por autoridades de la Unión Europea y de diferentes países en lo que me he resguardado temporalmente. A los gobiernos, no importa de qué partido sean, no se les suplica protección, se les exige justicia pronta y expedita. Las periodistas como yo sabemos que esta persecución y atentados tienen como fin forzarnos al silencio, a la autocensura, a dejar de documentar la crisis de violencia del país. Para no someternos a ello, necesitamos redes de solidaridad social y protección especializada que el gobierno mexicano no está dispuesto a proveer para nadie más que para políticos», denuncia.

Ahora, desde la distancia física, que no emocional, la autora de Ellos hablan, tiene la esperanza de que la presión social logre que el gobierno mexicano mueva ficha. «Espero que lleve a cabo una estrategia efectiva y puntual para evitar que las redes de complicidad institucional sigan protegiendo a los mafiosos (empresarios y políticos tratantes de niñas) que ya está buscando la Interpol. El problema radica en que la impunidad es producto de la inacción judicial: no han congelado las cuentas y los bienes de los prófugos, no les detienen porque no quieren, la fiscalía sabe en dónde están, miembros del gabinete de López Obrador están protegiendo a estos tratantes de niñas y niños. Mientras no lo reconozcan, no hay manera de que los llevemos a juicio».

Mientras este cambio llega Cacho sigue con su misión abolicionista contra la prostitución. Alza la voz por las que no la tienen y a las personas que disocian la trata de la gran industria del sexo comercializado que genera prostitución, les lanza un mensaje claro. «A todas ellas les digo que hay que reflexionar más a fondo sobre quienes están detrás de la industria criminal. Casi todas las personas que opinan al respecto tienen argumentos contradictorios, confusos, rabiosos o débiles. Es normal, llevamos siglos de reforzamiento cultural para hacernos repetir que la explotación sexual de las mujeres es un oficio, cuando en realidad es un instrumento social para dar placer a los hombres y someter a las mujeres a dos falsos paradigmas: el de la mujer decente a la que el sexo le atrae poco y el de la mujer objeto que se convierte en receptora de una sexualidad masculina que coloniza cuerpos a cambio de dinero. Tomar unos cuantos casos de mujeres con privilegios, que cobran por sexo y viven estupendamente gracias a ello, para justificar la esclavitud de millones que lo hacen para subsistir, en particular en momento tan graves como las migraciones por guerra y pobreza, se desmonta fácilmente con cifras concretas de la desigualdad laboral», recalca.

Además, la reputada periodista también deja claro que seguir reforzando argumentos patriarcales «como que los hombres tienen necesidades sexuales extraordinarias», es cuanto menos absurdo. «Tanto mujeres como hombres vivimos el deseo sexual y el erotismo de forma muy similar. La pornografía es un modelo educativo que deforma nuestra visión del erotismo y, en general, hace a los hombres muy malos amantes y a las mujeres les enseña a fingir un placer que no sienten, es un instrumento de desigualdad para el placer».

Lo perdido en el camino
Resumir lo que esta gran feminista ha perdido en la vida no es tarea fácil. Los instantes y las presencias sin vivir ni compartir no se pueden abreviar en una respuesta. Sin embargo ella nos asoma a una lista dolorosa que siente ha de contar. «El costo que he pagado por ser una buena reportera y defensora de los derechos humanos es enorme. Me ha costado perder amistades, amores que se han alejado por miedo. Me cuesta cada día estar en la huida por decir la verdad, por escuchar y retratar las historias de miles de víctimas de violencia en un país en que sólo el 2% de los casos criminales terminan en sentencia».

Contra ese dolor Cacho lucha con terapia y compañía de la mejor. «Me dejo cuidar, pido ayuda a quienes están cerca de mí en el país en que me resguardo. Lloro, a ratos me desespero por no poder estar cerca de mi familia, por tener que abandonar mi hogar y verme forzada a mantener dos vidas, la de mi hogar en México y la de mi refugio temporal, con un costo económico», reconoce. «Soy una mujer madura que ama la vida. He aprendido a tomarme tiempo para cuidarme, para disfrutar más las pequeñas cosas cotidianas. Me desespero menos que antes frente a la lentitud de las autoridades, aunque hay días en que me deprimo y lo único que quiero es que me abracen y me digan que todo va a estar bien. Me siento más vulnerable que nunca y eso me da más paz espiritual, reconozco que la vida es breve y creo proyectos que me ilusionan para seguir adelante. En el fondo mi niña interior está más fuerte y con los ojos abiertos ante la maravilla de la solidaridad humana. Me reconforta saber que sólo en equipo podremos cambiar el mundo».

El antídoto del Periodismo Feminista en mayúsculas
Aun a pesar de todo lo vivido esta gran referente reconoce que volvería a andar sobre sus pasos las veces que hiciera falta. «Si tuviera que volver a hacer lo que hice para desvelar las redes de pornografía infantil que no eran reconocidas antes, lo volvería a hacer. Hay un compromiso ético que va de la mano de mi poder público que merece la pena para proteger a la niñez y dar voz a las víctimas. Yo sigo viva pero en mi país hay 94 asesinatos diarios, diez feminicidios cada 24 horas. En el último año 967 mujeres, casi todas jóvenes, fueron asesinadas por exigir su libertad, por caminar solas por las calles, por negarse a la violencia de pareja. El silencio es mortal y yo no quiero ser cómplice de una sola muerte».

Una complicidad contra la que se lucha con el antídoto del periodismo con perspectiva feminista. «Es más necesario que nunca. Ha logrado cambiar la narrativa y lo seguirá haciendo. Debemos seguir educando a periodistas jóvenes, sin importar el género, para que aprendan a entender y documentar la realidad con perspectiva de derechos humanos y naturalmente integrarán las desigualdades y sus efectos en el análisis de las historias. El periodismo educa, es formativo en el sentido de que lleva aquello que es de interés público a quienes viven en una comunidad y precisan entender mejor cómo mejorar sus vidas y cómo abatir la injusticia para tener una vida mejor. Si hubiese mejor periodismo tendríamos sociedades más sólidas y comprometidas», finaliza.

Fuente: publico.es

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