Noticias | febrero 6, 2020

Violeta Parra sigue vigente y es uno de los emblemas de las protestas chilenas


También artista plástica, poeta, ceramista y trabajadora de radio, Parra se suicidó el 5 de febrero de 1967, a los 49 años, en la carpa de La Reina y en medio de la depresión empujada por la separación de su gran amor, el antropólogo suizo Gilbert Favre (18 años menor que ella), el desdén de las instituciones de la época y la insuperable muerte de su hija Rosita Clara.

Violeta fue el punto de partida del movimiento musical alumbrado en la década de 1950 y luego llamado «Nueva Canción Chilena», que promovió la investigación y la evolución del folclore de ese país.

No pierde vigencia.Un grupo formado por decenas de mujeres vestidas de negro con pañuelos rojos coreografió la canción «Arauco tiene una pena», uno de sus temas más emblemáticos y combativos, que habla de las condiciones sociales del pueblo indígena mapuche.

El movimiento que se expandió en los ’60 y se expresó en artistas como Víctor Jara, Patricio Manns, Quilapayún, Inti Illimani, además de los hijos de Violeta Isabel y Angel. Condensó un compromiso político que tuvo una continuidad más allá de la muerte de Parra.

Su vida privada

Violeta del Carmen Parra Sandoval nació el 4 de octubre de 1917 (este año se alcanza también el centenario de esa fecha), en San Carlos, región de Ñuble; hija del folclorista Nicanor Parra. Tuvo diez hermanos, varios de ellos conocidos como poetas y cantores.

A los 15 años Violeta y algunos de sus hermanos -entre ellos el homónimo de su padre, Nicanor Parra- se establecieron en Santiago. Ella comenzó a cantar en locales humildes con su hermana Hilda, integrando el dúo Las Hermanas Parra.

Ya casada y madre de Isabel y Angel, se estableció en Valparaíso, donde encontró el espacio adecuado para cantar y desarrolló su verdadera vocación: hizo sus primeras presentaciones en Radio Chilena, en 1953.

En otro matrimonio, tuvo a Luisa Carmen y Rosita Clara y recibió su primer premio por cantar canciones españolas junto a su hermana Marta, en un momento en que la temática chilena cedía ante los pasodobles, los valses peruanos y otros estilos solicitados por las radios.

Con el tiempo su repertorio fue transformándose: los boleros, cantos españoles y corridos mexicanos fueron desplazados por la tradición silenciada del folclore chileno. Ese tránsito la determinó como artista.

Su relación con la izquiera

Ligada fuertemente al ideario de izquierda y lanzada de lleno a la tonada, escribió «Por qué los pobres no tienen» y en 1954 obtuvo el premio Caupolicán a la mejor intérprete: en Buenos Aires, donde lo había grabado, el disco fue prohibido por las autoridades militares.

Estudiosa del folclore chileno y de las costumbres de su pueblo, reunió un promedio de tres mil canciones y gestó el libro «Cantos Folklóricos Chilenos», origen de lo que se llamaría Nueva Canción Chilena.

Tuvo una vida afectiva intensa, viajó por el mundo y se vinculó con artistas del ex bloque socialista, sufrió la muerte de su hija Rosita, grabó discos y expuso sus pinturas en el Museo del Louvre, en 1964.

En 1965 levantó una carpa-peña con capacidad para mil personas en Maipú, que después trasladó a la comuna de La Reina, en la que vivía, cantaba y recibía a sus amigos, hasta que acabó con su vida disparándose un tiro en la sien derecha, el 5 de febrero de 1967. Entre sus canciones más divulgadas aparecen «Gracias a la vida», «La jardinera», «Volver a los 17», «Run run se fue pal norte» y «Casamiento de negros».

El pulso de recuperación del folclore chileno y contrario a la música comercial de su tiempo que expresó Violeta también tuvo gestos paralelos en otros territorios de América Latina. Con los años se visibilizó aquello como parte de un mismo gesto estético.

El legado musical

El legado musical de Parra excedió su canto irreverente y su compromiso con los sectores sociales postergados. En su complejidad aparecen, por ejemplo, composiciones para guitarra sola, perdidas durante muchos años y que no tuvieron la proyección pública de otras y que comenzaron a revalorizarse en los últimos años.

«Yo me llamo Violeta Parra, pero no estoy muy segura. Tengo cincuenta años a disposición del viento fuerte. En mi vida me ha tocado muy seco todo y muy salado, pero así es la vida exactamente, una pelotera que no la entiende nadie», escribió la folclorista en «El libro mayor de Violeta Parra», publicado en Barcelona en el año 1985.

«El invierno se ha metido en el fondo de mi alma y dudo que en alguna parte haya primavera; ya no hago nada de nada, ni barrer siquiera. No quiero ver nada de nada, entonces pongo la cama delante de mi puerta y me voy», continuó en esa suerte de manuscrito de despedida.

Fuente: telam

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