Noticias | febrero 9, 2020

Enrique Stola: “Es tradición en la Iglesia católica destruir los cuerpos”


“Los abusadores no son personajes siniestros, no son monstruos, no son enfermos. Son los machos socializados de estas sociedades patriarcales, donde prima la cultura de la violación sobre los cuerpos”, afirmó a este medio el médico psiquiatra Enrique Stola, en una extensa charla en su departamento del centro porteño.

Con una vasta trayectoria aportando sus conocimientos en favor de víctimas de abusos y maltratos, su rol fue determinante en la causa en la que se condenó a quince años de prisión al cura pedófilo Julio César Grassi y también en la causa penal por abusos sexuales y corrupción de menores contra el sacerdote recientemente suicidado Eduardo Lorenzo. Allí analizó a una de las víctimas y aportó al expediente su informe pericial.

En esta entrevista Stola remarca cuáles son las caras de la institución milenaria que, según el activista por los derechos humanos y feminista -tal como se define él-, tiene una larga historia en la destrucción de los cuerpos y una facilidad de encubrir curas abusadores. Así lo hizo Francisco, “que es Bergoglio”, con Grassi. Así lo hacen todas las autoridades eclesiásticas porque su principal objetivo es “defender la Santa Madre Iglesia”.

Muchas veces se escucha desde el Poder Judicial, o de personas vinculadas a los abusadores para poner en duda las denuncias, que “ya pasaron muchos años, por qué vienen a denunciar ahora”. ¿Qué análisis tenés de esos comentarios?

La mayoría de las víctimas tarda mucho tiempo en hablar. Porque sienten vergüenza; o porque no se dan cuenta de la gravedad de lo que han vivido y de las consecuencias que tienen para ellas; o porque se produce un mecanismo de negación automático en la mente como para poder sobrevivir y entonces no recuerdan. Y si recuerdan, aparecen algunas imágenes pero desafectivizadas, hasta que en un momento aparece el afecto, la emoción, que puede estar disparado por películas, imágenes, pesadillas que de golpe muestran lo vivido, entre otras cosas. Pero para el psiquismo no hay tiempo. Las personas hablan cuando pueden. Y eso puede durar muchísimos años, treinta, cuarenta, cincuenta.
Además vivimos en una sociedad cargada de presiones, prejuicios y estigmatizaciones…

A quienes estén leyendo les propongo que piensen en algún episodio de su vida, que no tenga que ver con abuso, que no lo han compartido con nadie y cuánto les cuesta compartirlo. Si eso, que no es abuso, les cuesta compartirlo, imagínense una situación de agresión sexual o una violación.
A eso hay que agregar todo el entramado cultural y los mandatos sociales. Es diferente que una víctima pueda hablar de un abuso en un hogar que tenga una dinámica democrática a que tenga una dinámica religiosa. En este último caso, donde hay un padre o una madre autoritaria, a la víctima le va a costar mucho más decir. Esos son aditamentos que ayudan a configurar que el abuso sea aún más grave todavía.

¿Cuesta mucho más cuando se trata de sobrevivientes varones?

Claro, es que los varones estamos socializados en una dinámica de dominación y de aprendizaje de la dominación. Por lo tanto estamos rindiendo pruebas permanentemente sobre la heterosexualidad obligatoria, sobre la fuerza, la destreza corporal, la lealtad a los otros hombres, etc. Entonces ahí también hay una serie de trabas culturales que dificultan hablar. Y además, para todas estas víctimas, hay una falta de educación sexual integral, que es lo que facilitaría que existan las palabras como para que empiece a circular la información.
Por tu experiencia de muchos años con el caso Grassi, ¿qué opinión tenés sobre el abordaje que hace la Iglesia en los casos de abusos sexuales eclesiásticos?

Las instituciones religiosas en general y la Iglesia católica en particular tienden a proteger a los abusadores sexuales. La Iglesia católica tiende a dar una gran cobertura a los abusadores porque tiene una larga historia en el maltrato de los cuerpos. Desde el Concilio de Nicea (año 325 d.c.) hasta hoy la Iglesia ha estado ligada al poder, manejando espacios políticos y cuerpos, entonces tiene una larguísima tradición en cuanto a la destrucción de los cuerpos y a la agresión sexual de los cuerpos.
¿Ves patrones comunes en los diferentes casos de curas abusadores?

La cúpula eclesiástica tiene un patrón común: “nosotros tenemos que cuidar y salvar a la Santa Madre Iglesia (cuidarnos nosotros y a la institución) porque los de afuera la atacan”. A partir de ahí se justifica cualquier cosa. Puede haber algunos jerarcas un poco más sensibles que tratan de cuidar que estas cosas no ocurran. Pero son minoría. En el resto prima el ejercicio del poder y lo que tratan es de ir haciendo “cirugía”. Si hay personajes que son descubiertos y la realidad política y social no da para ocultarlos, bueno, los entregan. Pero si da para ocultarlos, los cuidan y siguen siendo parte de su comunidad. Porque en esa larga tradición de maltratar cuerpos, en última instancia un abuso sexual no es más que un simple “error”.
¿El Vaticano podría actuar de forma diferente a como lo hace?

Todo esto ocurre porque el Vaticano es como es. No se le puede pedir que produzca algo que llevaría a la autodestrucción. Ellos están acostumbrados a la doble cara. Por ejemplo, hablan de democracia mientras el Vaticano es un Estado absolutista, así lo dice su propia constitución. Hablan de amor, pero son profundamente vengativos y odian. Allí donde la sociedad civil no es fuerte, como puede ocurrir en países de Centroamérica, son capaces de hacer cualquier cosa aliados al poder. Ciertas diferencias que se muestran en los “papeles” entre el Vaticano (como Estado) y la Iglesia católica (como institución religiosa) en la realidad no existen, son todo una misma cosa. Son un Estado y una Iglesia absolutistas, atravesados por la hipocresía y con un marketing muy bueno, sumamente eficaz.
Respecto al “amor”, es una de las instituciones que más usa ese término como parte de su propaganda…

El “amor cristiano” es parte de ese marketing y, básicamente, está pensado para el sometimiento de las mujeres, buscando el ejercicio de la dominación de los hombres sobre los cuerpos feminizados por el patriarcado.
¿Cuál es tu opinión sobre las directivas y los discursos del papa Francisco sobre el tema de los abusos sexuales eclesiásticos?

Francisco, que es Bergoglio, tiene en Argentina el caso que demuestra su complicidad: el caso de Julio César Grassi, quien hoy sigue siendo cura porque Bergoglio quiere que lo siga siendo. Este es el caso que claramente demuestra la complicidad de Francisco, que es Bergoglio, con Grassi y estos mecanismos de abusos y maltratos a niños y niñas. Él es quien lidera la lucha contra los estudios de género en todo el mundo, descalificándolos hablando de “ideología de género”. Es quien se opone a la Educación Sexual Integral.
Sin embargo en Argentina (y obviamente en otros países) hay mucha gente que defiende a Bergoglio y hasta intenta mostrar un rostro suyo casi “revolucionario”…

Yo soy peronista. Y cuando los compañeros me dicen que no se puede cuestionar a Bergoglio “en este momento que Francisco habla del capitalismo…”, yo les respondo “¡como si la Iglesia no tuviera nada que ver con el desarrollo capitalista!”. Históricamente la Iglesia tuvo que ver con el desarrollo capitalista. Tuvo que ver con la caída de los autoritarismos estalinistas. Y hoy tiene que ver con el sostenimiento del neoliberalismo. Que se dejen de joder…

El caso Lorenzo, otro caso a imagen y semejanza
Vos acompañaste a dos niños denunciantes de Grassi, luego también declaraste como testigo en el juicio, y ello te costó amenazas, persecuciones y hasta una denuncia del mismo Grassi, ¿cómo vivís esa situación?

Lo viví muy mal, sobre todo cuando entraron tres veces a mi casa y me atacaron físicamente. Estuve con estrés postraumático. Yo viví los tiempos de la dictadura y uno está psicológicamente preparado para resistir a la dictadura, pero cuando el ataque viene en una situación de democracia uno no tiene esas defensas psicológicas. Y la pasé muy mal. Es un caso que se llevó muchos años de mi vida, donde invertí mucho tiempo asistiendo y conteniendo a la persona por la cual fue condenado el cura, destrabando y haciendo visibles maniobras judiciales que iban en contra de los derechos de mi paciente. Yo creo que Francisco, que es Bergoglio, entiende perfectamente la bronca que tengo con él.

En septiembre pasado, cuando se realizó una inspección ocular en la parroquia de Gonnet donde vivía el cura Eduardo Lorenzo, la Fiscalía permitió la presencia del abusador en el mismo sitio donde estaba el joven denunciante. ¿Cómo afecta el encuentro, después de años, entre víctima y victimario? ¿Por qué creés que el Poder Judicial permite que sucedan estas cosas?

Es terrible esa situación, es una revictimización. Las y los funcionarios judiciales no desconocen esa situación, no son ingenuos. Recuerdo que cuando tuve que declarar en el caso Grassi dije que hubo funcionarios judiciales que trabajaron muy bien pero también hubo otros, una increíble cantidad, que en mí generaron un prejuicio que sostengo: todo funcionario judicial es sospechoso hasta que demuestre lo contrario. Hay que verlos actuar. Eso lo dije en el juicio, se hizo un enorme silencio en la sala, y les dije a los jueces que si sabiendo lo que significan los abusos sexuales sentaron a Grassi a pocos metros de las víctimas, yo tenía que pensar que lo hacían para que esas víctimas quedaran paralizadas ante la mirada del cura.
Porque eso es lo que producen estos hechos, una parálisis, un maremoto de recuerdos, de todas las agresiones sufridas. Es una expresión del poder absoluto del agresor sexual que aparece en esos momentos, incluso en un allanamiento. Lo mismo les pasa a las mujeres cuando algún juez de familia, por el tema de alimentos, junta al golpeador con su víctima.

En el caso de Diego y Lorenzo, la fiscal y sus funcionarios debieron tomar esa previsión básica, saber dónde iba a estar el agresor en ese momento a fin de no cruzarse con la víctima. Se supone que su responsabilidad es proteger a las víctimas, pero terminan demostrando insensibilidad, falta de formación y, en definitiva, complicidad con la situación. Eso es terrible para las víctimas. Esperemos que cuando realmente se lleve adelante la Ley Micaela, estos personajes puedan aprender lo que hay que hacer.

Las dificultades que enfrentan quienes han sido víctimas de abusos sexuales con respecto al sistema judicial de conjunto (jueces, fiscales, abogados, abogadas, psiquiatras, psicólogos, psicólogas, trabajadoras sociales, etc.) son muchas y grandes. En nuestras sociedades no se facilita la llegada y la protección de las personas agredidas y eso facilita la protección de los agresores.

Según el informe pericial de la Corte Suprema de Justicia Bonaerense, el cura Eduardo Lorenzo tenía una “personalidad con características de manipulación, elevado autocentramiento y egocentrismo. Una organización psíquica compleja, presentación obsesiva de imagen grandilocuente de sí que encubre una estructura psicopática perversa”. Hay quienes pueden pensar, al leer eso, que Lorenzo estaba “enfermo” o “loco” ¿Quienes cometen estos delitos realmente lo están?

Una estructura psicopática no es una enfermedad, es algo que vino así de nacimiento y se ha ido estructurando a lo largo de la vida, sobre todo en los primeros años. Y no toda persona que tiene una estructura psicopática va a ser un agresor sexual. De hecho pueden haber psicodiagnósticos de dos personas diferentes que arrojan resultados más o menos parecidos pero resulta que uno es un agresor sexual y el otro persona no. No es una cuestión de patología, porque si no todos tendrían la misma conducta. Si fuera así, incluso se podría hacer una evaluación de gran parte de la población y determinar quiénes serán abusadores sexuales. Y eso no es posible.
Es decir que no son los “monstruos” que a veces pretenden construir ciertos relatos, reproducidos incluso por grandes medios de comunicación…

Para nada. Los abusadores no son personajes siniestros, no son monstruos, no son enfermos. Son los machos socializados de estas sociedades patriarcales, donde prima la cultura de la violación sobre los cuerpos, que llevan hasta las últimas consecuencias ese tipo de instrucción y ejercicio del poder, sin límites, sobre niños, niñas, niñes, mujeres u otros hombres.
Que los casos de abusos o violaciones aparezcan cada tanto públicamente no significa que sean raros, sino que son los que se conocen. Pero todos los días hay millones de violaciones y abusos sexuales en todo el mundo.

¿Qué impresiones te dejó el suicidio (al menos eso asegura el Poder Judicial que pasó con él) de Lorenzo? ¿Es común que personalidades de este tipo se suiciden?

Alguna vez pensé que Grassi se iba a suicidar y no lo hizo. Fue más vivo, sigue siendo cura y tal como viene la mano hasta puede llegar a ser papa (risa irónica). A Lorenzo prácticamente no lo conocí. Pero sí hay muchos curas que se han suicidado, en el mundo, al ser descubiertos. Lo que sí aparece claro en este caso es el descuido del Poder Judicial y de sus abogados. Porque no es que se le informó, se lo detuvo y se lo metió preso para tener los cuidados correspondientes y soportar el impacto de ese golpe narcisista de que lo hayan descubierto. Hubo toda una maniobra para que el tipo quedara libre y, bueno, ahí tienen los resultados. El Poder Judicial no cuida a la víctimas y, por otro lado, por complicidad también descuida a los agresores.
¿Qué consecuencias pueden tener en las víctimas la muerte abrupta de Lorenzo, quedando en los hechos impune?

Lo que generalmente ocurre es que las víctimas sienten una profunda impotencia. Porque que el abusador pase por el proceso de ser juzgado, condenado y que se haga justicia, aunque es una situación muy dura para ellas es también un proceso que les permite elaborar muchas cuestiones vividas, sobre todo las culpas que suelen sentir y han introyectado. Hay víctimas que hoy están pensando «él se suicidó pero en mi mente sigue estando vivo». Y eso es lo grave. Si la justicia hubiera actuado correctamente, en la mente de esos jóvenes esa figura se iría apagando. Pero como no ocurrió, ahora Lorenzo va a estar vivo por mucho tiempo en esas mentes.
¿Considerás que ahora otras víctimas pueden sentirse más fuertes para salir a hablar y denunciar tanto los abusos como el encubrimiento eclesiástico?

Es posible que, ahora que él está muerto, algunas víctimas se sientan más seguras para hablar. Pero ellas también siguieron seguramente con atención el maltrato que tuvieron quienes denunciaron por parte del Poder Judicial y debe también estar el miedo a vivir un maltrato parecido aunque esté muerto el agresor. Así que no sé hasta qué punto pueden llegar a aparecer otras víctimas y en lugar de salir públicamente dirán «ya se murió, trato de ocultar todo esto, lo hablaré con un terapeuta y punto».
¿Qué mensaje le enviarías a esas personas?

Yo les sugiero que lo trabajen con un terapeuta y luego vean si hay algo que quieren compartir socialmente, cuando tengan la seguridad de que lo pueden hacer sin que signifique un daño para ellos y sí signifique un acto reparador, que lo hagan.
Las luchas sobrevivientes
¿Qué rol juegan las organizaciones de sobrevivientes que luchan contra los abusos sexuales?

Las organizaciones de sobrevivientes en general, sean de abusos sexuales eclesiásticos o de otro tipo, son muy importantes. Hay una propaganda de Alcohólicos Anónimos que dice «nosotros estuvimos ahí», es una frase fuerte que está diciendo sabemos de qué hablamos cuando hablamos de esto. Para las personas que han vivido la particularidad de una agresión sexual y pueden hablar entre pares, es profundamente reparador. Es cierto que para algunas personas es algo demasiado movilizador y necesitan un tiempo para poder participar. Pero esos grupos son siempre muy sanadores, ayudan mucho a la reparación.
¿Qué paralelismo podés hacer entre los casos Grassi y Lorenzo?

El principal paralelismo entre los casos Lorenzo y Grassi, creo, fue el de la estrategia de protección de la Iglesia hacia esos curas. Aparece muy claro en lo que es La Plata, donde dos arzobispos aparentemente en posiciones muy diferentes, Aguer y Fernández, tienen la misma actitud de protección hacia el abusador. El actual arzobispo tiene una parla más progre, en sintonía con Francisco, que es Bergoglio, pero en la práctica actúan todos iguales.
También hay una similitud en ambos casos, que es la descalificación de las víctimas, con amenazas constantes. Eso es algo que aparece muy claramente cuando se trata de agresores sexuales con mucho poder, que hacen llegar las amenazas por diferentes lugares. Eso repercute mucho en las víctimas.

¿Cómo se puede avanzar en la búsqueda de la verdad con el agresor sexual ya muerto, como es el caso de Lorenzo?

Con Lorenzo ya muerto, creo que hay que ver el tema de la responsabilidad de la institución eclesiástica. Porque cada vez que aparece un caso de estas características, la Iglesia no puede seguir ocultándolo. Siempre tienden a decir «ah, eso no pertenece a nosotros». En Estados Unidos aparece muy clara la responsabilidad de la Iglesia como institución y los jueces lo tienen muy claro. ¿Por qué acá los jueces y las juezas católicas evitan eso y tratan de tomar al cura abusador como alguien que se «desprendió» la de la Santa Institución que no hizo nada y no accionan contra la institución? Eso, en América Latina, es parte de una estrategia muy lúcida que «su Santidad» ha elaborado.
¿Por qué la Iglesia no piensa en las víctimas, no se da un tarea para cuidarlos y protegerlos?

A ellos nunca les interesaron las víctimas. Bergoglio nunca les mandó ni siquiera un abrazo a la distancia a las víctimas de Grassi. En Chile pasó lo mismo y solo se vieron obligados a darles pelota a las víctimas cuando se dieron cuenta que algunas de ellas eran de la clase alta y tenían fuerte poder económico y político. Pero a los «negritos» y a las «negritas» la Iglesia no les da pelota. A ellos les interesa solo protegerse. No les importa la gente. Los dos enviados por Francisco, que es Bergoglio, a Mendoza para actuar en el caso Provolo, fueron para defender a los curas y ni les interesaron las víctimas. Eso es verso.
¿Viste la última película Los dos papas? ¿Qué opinión tenés sobre esa producción?

La vi hasta la mitad, tengo que terminar de verla. Pero hasta lo que vi, me pareció terriblemente falsa.
¿Qué mensaje le dejás a las personas que están leyendo esta entrevista?

Que a las personas que relatan haber sufrido una situación de abuso, siempre hay que partir creyéndoles. Eso no significa que uno no vaya a buscar elementos objetivos que fortalezcan la situación, pero tiene que existir primero esa empatía emocional de creerles. Eso en sí mismo ya facilita la posibilidad de recuperación. Que te crean es un acto de reparación.
A quienes fueron víctimas de abuso sexual hay que ayudarles a elaborar una estrategia, no ir “crudos” o ingenuamente al Poder Judicial que (esto lo saben bien quienes ya lo padecieron) puede ser una trituradora de carne. Hay que partir de que la “justicia” no existe, el Poder Judicial es un regulador en la sociedad al que, por lo tanto, hay que ir con una estrategia para tratar de conseguir un acto que se considere justo.

Fuente: La Izquierda Diario

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