El día que mataron a Fuentealba
«En esta profesión a veces nos toca ser los ojos y testigos de la historia. A varios compañeros reporteros gráficos nos ha tocado estar en los momentos más trágicos de la Patagonia. Me tocó cubrir muchas represiones terribles, muy fuertes como la primera poblada argentina que se hizo en Cutral Có o el desalojo a los docentes en el puente en Neuquén, y algunas trágicas como cuando asesinaron a Teresa Rodríguez o en la que mataron a Carlos Fuentealba.
Ese día me tocó cubrir para el diario. Llegué 20 minutos después del primer desalojo en Arroyito que había hecho la policía con gases lacrimógenos. Había una cola muy grande. La conducción del gremio había pedido retirarse porque la policía estaba reprimiendo. En ese regreso se dieron varias situaciones en donde los efectivos embistieron contra los docentes que estaban volviendo. Yo me había corrido a un costado, hacia un canal, porque habían tirado mucho gas lacrimógeno y me tenía a mal traer. Crucé un alambrado, y estaba a unos 50 metros. Una vez que se disipa un poco el gas, vuelvo, me subo a la caja de una camioneta para ver el foco de la represión de la policía contra los docentes. La policía iba con las traffics con las puertas abiertas y disparando balas de goma y lanzando gases lacrimógenos.
La policía iba con las traffics con las puertas abiertas y disparando balas de goma y lanzando gases lacrimógenos.
Desde ahí veo que a unos 100 metros se para un auto, un 147, y se arma un revuelo bárbaro. Pongo un lente largo y cuando saco la foto veo que en la luneta había un agujero y humo, como que dentro del auto estaba lleno de humo. Entonces me tiro de la camioneta y me acerco corriendo. Había un revuelo de efectivos, camiones hidrantes y las combis de los grupos de choque de la policía por todos lados. Al llegar veo a otros docentes desesperados, tratando de abrir el auto. El dirigente Gabriel Pillado con un palo rompe la luneta. Sale todo el humo del gas lacrimógeno y veo a una persona tirada adentro: era Carlos Fuentealba.
Entre varios lo sacamos, y se lo recuesta sobre el asfalto. Dos maestros lo tenían en brazos y ahí veo que Fuentealba tenía sangre por toda la cabeza, en la campera, en la cara, y estaba en shock. En ese momento nos enteramos de que habían disparado un proyectil de un lanzagaces.
Pasaron años y a mí me parece que hubiera sido ayer. Fue tan fuerte que hoy cierro los ojos y todo lo que te estoy contando lo veo en colores, muy nítido, tal cual sucedió. Fuentealba estaba en el piso, sobre el asfalto, y en eso nos da un chorro de agua en la espalda, de un camión hidrante, mojando a Carlos que estaba en la ruta. Con un camarógrafo colega, Carlos Monsalve, nos paramos delante del chorro a las puteadas, gritando: ‘Hijos de puta, paren, que hay un herido grave’. Y ahí parece que se dieron cuenta, porque cortaron automáticamente. En ese momento, todo el cuerpo de dirigentes va contra el grupo de policías, y se arman dos cordones: de un lado la policía y del otro los dirigentes. La situación era gravísima. Mientras todo eso pasaba, Carlos Fuentealba estaba ahí tirado, agonizando. Era una escena desgarradora, con un montón de compañeras llorando y gritando. Al rato llega la ambulancia y se lo llevaron.
Fuentealba tenía sangre por toda la cabeza, en la campera, en la cara, y estaba en shock. Era una escena desgarradora, con un montón de compañeras llorando y gritando.
Yo no lo conocía a Carlos, pero para mí fue tan fuerte que después estuve en todas las marchas pidiendo juicio y castigo para los responsables de ese fusilamiento. Eso sí, no me podía acercar a hablar con Sandra, su compañera. Todos los reporteros gráficos de la Patagonia y del país nos encolumnamos en esa lucha. Al cumplirse un año del asesinato, me tocó hacerle una nota a Sandra para el diario Crítica y en un momento en la intimidad pude contarle lo que había pasado. Le dije que no podía acercarme a ella por el dolor de ese día. Terminamos los dos abrazados, llorando. Y después nos fuimos juntos adonde Carlos daba clases, en el oeste neuquino, y le hice fotos a ella en un descampado, con la escuela de fondo.
A ese día lo vivo como la mayoría de los argentinos: con mucho dolor porque mataron a Carlos Fuentealba, un maestro que es una bandera. Una bandera de lucha, de reivindicación de la escuela pública y de la clase trabajadora».
* Leonardo Petricio es reportero gráfico, y desde hace 25 años trabaja en el diario Río Negro.
Fuente: Revista Critica