CPI | abril 6, 2020

Jesús se hace presente en el pueblo


Iniciamos semana santa haciendo memoria según el relato bíblico, de la entrada de Jesús de Nazaret a Jerusalén, recordándola como una marcha popular, organizada por sus seguidorxs y díscipulxs, donde cabe destacar el protagonismo de las mujeres en su movimiento político religioso.

Fue un gesto de desafío y de valor. Los líderes judíos ya habían puesto precio a su cabeza (Juan 11:57). Hubiese sido natural que si Jesús tenía que ir a Jerusalén, entrara de incógnito y secretamente; pero lo hizo de una manera que le colocó en el centro de atención, todxs lo vieron entrar a la ciudad.

Lucas nos presenta a Jesús subiendo de Jericó a Jerusalén. Al pasar cerca del cerro llamado de Los Olivos, Jesús envió a dos de sus discípulxs a buscar un burrito. Este burrito simbolizaba la paz y la continuidad de la tarea y ministerio de Jesús en sus seguidorxs. La gente iba a comprender el mensaje de liberación por que Jesús encarnaba la dignidad de lxs pobres frente a la opresión. Jesús era el hijo de Dios, más poderoso y por encima de cualquier Cesar imperial.

La entrada a Jerusalén fue notoria, todas las personas salieron a las calles a proclamar y recibir al vencedor de los romanos. El pueblo estaba perdiendo el miedo al imperio y finalmente se atrevió a desafiarlo. Todxs querían conocer y saludar a Jesús de Nazaret.
A esta entrada triunfal, o marcha popular encabezada por Jesús se incorporaba más y más personas, y se cantaban canciones de protesta y se gritaban consignas que estaban prohibidas, pero que se escribían en las paredes: ¡Hosanna! qué quiere decir “salva ahora”, y era el grito de auxilio que un pueblo en angustia, oprimido y explotado. Es realmente una cita del Salmo 118:25: ¡Sálvanos, Te suplicamos, oh Señor!” La frase utiliza San Mateo para relatar la misma historia es ¡Hosanna en las alturas!» quiere decir: “¡Que hasta los ángeles en lo más alto de las alturas del Cielo griten a nuestro Dios: «¡Salva ahora!»
Los fariseos, atemorizados por la posible reacción de los romanos, temiendo por su vida y seguridad, se acercaron a Jesús para hacerlo abandonar de esta acción de resistencia. Él les responde: “Yo les digo que si ellxs se callan, las piedras gritarán”.

Esta marcha popular concluyó en el templo, que representaba el poder político local. Terminó con un enfrentamiento con el poder religioso que se había aliado al Imperio Romano. Jesús «comenzó a expulsar a lxs que ahí hacían negocios. «A expulsar a los cambistas, a los que vendían la dignidad y soberanía de su patria.” A lxs que sostenían estructuras de muerte contra el pueblo junto con el imperio. Históricamente las marchas populares por la justicia han sido siempre expresiones de la fe y de la esperanza de los pueblos.

Hoy estamos segurxs que Jesús está, y se hace presente en el pueblo que se organiza y marcha levantando las banderas de esperanza. Lo hemos visto abrazando a las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, marchando junto a las mujeres en su grito de basta de femicidios, proclamando una vida plena, abundante y con derechos, junto a las familias que reclaman por el derecho a una vivienda digna, frenando lo desalojos, luchando junto a los pueblos indígenas por la soberanía de sus territorios, donde vamos y miramos él está, junto al pueblo que se organiza en el ejercicio evangélico de la solidaridad colectiva que todos los días nos invita a la construcción de que ese otro mundo nuevo es posible aquí y ahora.

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