Noticias | abril 16, 2020

¡Gustavo Cortiñas, presente! A 43 años de la desaparición del querido hijo de Norita


El 15 de abril de 1977 Carlos Gustavo Cortiñas fue secuestrado en la estación de trenes de Castelar. Es el hijo mayor de Norita. Estudiaba la carrera de Ciencias Económicas en la Universidad de Buenos Aires e integraba la Juventud Peronista.

Su militancia en la Villa 31 era expresión de su enorme sensibilidad y dedicación hacia los sectores más pobres y compartía este espacio entre otros con el cura Carlos Mugica, asesinado por la Triple A el 11 de mayo de 1974, día en el que Gustavo cumplía 22 años.

Los crímenes de la organización paraestatal dirigida por el gobierno de Isabel Perón fueron aumentando y la seguridad se volvió una cuestión de vida o muerte.

Nora intentaba de alguna manera protegerlo

—No tenés que ir a esas movilizaciones o, si vas, no vayas adelante .

—¿Qué querés, mamá? ¿Que vayan los hijos de otras madres?

Este diálogo entre Gustavo y su madre seguramente se repetía en otras casas de tantos jóvenes que tenían muy claro que el capitalismo solo tiene miseria y desigualdad para ofrecer, y que el objetivo de cambiarlo todo de raíz, era para ellos un compromiso inquebrantable.

Nora recuerda a su hijo como a un joven que desde muy chico tuvo conciencia de clase. Gustavo, como lo llamaban sus allegados, fue parte de una generación que luchó por una sociedad sin explotadores ni explotados.

El viernes 15 de abril de 1977 alrededor de las 8:45 horas fue secuestrado en la estación de Castelar mientras esperaba el tren para ir a trabajar. Después de 43 años Gustavo continúa desaparecido y aún no se pudo determinar si estuvo secuestrado en algún Centro Clandestino de Detención. Su desaparición es uno de los casos dentro de la causa Primer Cuerpo del Ejército del juzgado de Rafael Rafecas.

Gustavo estaba casado con Ana y tenían un hijo de dos años, llamado Damián. Durante la noche del día en que fue secuestrado, un grupo de represores vestidos de civil entró en la casa de los Cortiñas. A Ana la golpearon y la amenazaron.

Nora había visto por última vez a su hijo el 10 de abril, el domingo de Pascuas de 1977 mientras estaban en Mar del Tuyú. Gustavo y Ana regresaron a Buenos Aires, mientras Nora y Carlos viajaron a Mar del Plata con su nieto Damián, para visitar a un familiar que cumplía años. Ese día se transformó en inolvidable.

La preocupación que sentía Carlos hizo que regresaran antes de tiempo y el sábado 16 al encontrarse con Ana y Marcelo, su hijo más chico, se enteraron de la desaparición de Gustavo. La vida les cambió para siempre.

La vida, la lucha y la memoria de Gustavo
Nora recuerda a su hijo como un chico sensible desde muy pequeño, preocupado por las necesidades de los trabajadores, de los pobres. Siempre recuerda un día en que fueron a comer algo afuera, ya que era una costumbre familiar salir juntos a compartir un momento una vez por semana. Gustavo tenía 11 años y Nora lo notó raro, triste, como enojado. Le preguntó qué le pasaba y después de insistir un rato para que le contara, el pequeño le contestó que se sentía mal porque mientras ellos estaban ahí disfrutando de la comida, mucha gente no tenía para comer. En ese momento esa anécdota no tuvo tanto impacto para ella como al recordarla hoy después de tantos años.

Nora asegura que hoy Gustavo sería un ferviente feminista porque ya lo era en esa época. Un recuerdo que quedó muy grabado en su memoria es una escena cotidiana en la cocina de su casa. Nora estaba cocinando huevos fritos y al querer poner uno en la sartén se rompe, pero otro quedó perfecto. Ella le pide a Gustavo que le lleve a su padre el sano y que deje para ella el que estaba roto. Gustavo un poco molesto le dijo _»¿por qué?, comete vos el sano», y le llevó el roto a su padre.

Ella en ese momento no lo entendió, pero con el paso de los años esa anécdota sobre algo tan trivial como un huevo frito, cobraría todo un significado.

El 25 de marzo de 2008 las y los trabajadores del INDEC junto a ex compañeras de trabajo de Gustavo, le realizaron un homenaje en el edificio ubicado en Diagonal Sur y Perú. Allí le entregaron a Nora el legajo de su hijo quien se desempeñaba como encuestador en el organismo y descubrieron una placa para recordarlo a él y otros tres compañeros desaparecidos, donada por las y los obreros de Zanón.

Gustavo recibió otros homenajes, como en la Villa 31, lugar en el que militaba, donde una placa lleva su nombre. También en la Facultad de Ciencias Económicas se ha hecho un reconocimiento en su memoria. Su recuerdo y la búsqueda de memoria, verdad y justicia están más vigentes que nunca.

Nora Cortiñas, un ejemplo de lucha para las nuevas generaciones
Es cofundadora de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora y a sus 90 años sigue luchando cada hora de cada día por el juicio y castigo para todos los genocidas. Su militancia ha trascendido la lucha contra la impunidad. Hoy acompaña las luchas y reclamos populares.

En 1993 se recibió de Psicóloga Social y actualmente es titular de la cátedra Poder Económico y Derechos Humanos en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires.

“Desde el día en que empecé a salir a la calle siempre fui adelante, no me importó qué me podía pasar”, dijo Nora en el libro Ni el flaco perdón de dios.

La lucha de Gustavo y su generación habían dejado su huella en Nora y en tantas otras mujeres que de un día para el otro se vieron enfrentadas al horror del terrorismo de Estado. Les habían arrancado lo más profundo, lo más amado. Les había quitado a sus hijos e hijas. Pero ese dolor se transformó en lucha colectiva para encontrar a los propios hijos e hijas pero también a los de todas.

“Como las Madres seguíamos la tónica de los militantes, no queríamos conocer los nombres. Cuanto menos supiéramos, mejor. ¿Cómo nos vamos a identificar? Con un pañuelo blanco nos vamos a ver, aunque no haya luz en la ruta. Como la mayoría teníamos nietos muy chiquitos, el pañuelo fue un pañal cuadrado de gasa. Ése fue nuestro pañuelo hasta el día que decidimos comprar tela y grabarle los nombres de nuestros hijos”, recuerda Nora.

Como tantas otras mujeres Nora llevaba adelante una vida dedicada a su hogar, a sus hijos, las tareas domésticas y la costura, oficio que le permitía realizar trabajos para afuera y dar clases. Toda esa vida eclosionó ante la desaparición de Gustavo.

Los días para ella empezaban muy temprano, cuando salía de su casa para buscarlo en todas partes y terminaban a la noche. “En nuestros hogares se vivía un clima de incertidumbre”, contó en un reportaje. Carlos, su compañero de vida, padeció mucho la situación: “También empezó un sufrimiento muy grande de mi marido, por el hijo que se habían llevado y por el miedo de que yo tampoco volviera, de que me pasara algo. Cada vez que yo he caído presa o que me amenazaron, él sufrió mucho”, recuerda Nora en uno de los tantos reportajes que le han hecho en estos años.

Pero ella no sentía preocupación por lo que pudiera pasarle, si no que sentía un miedo que era colectivo, por su hijo y también por los hijos e hijas de sus compañeras de lucha. Pero ese miedo no las hizo retroceder, las unió y se fortalecieron.

Nora es parte de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, que todos los jueves desde hacen 43 años realizan sus Rondas para recordar a nuestros 30.000 compañeros y compañeras desaparecidos. Para exigir el juicio y castigo en cárcel común, perpetua y efectiva para todos los genocidas.

Su lucha y la de sus compañeras trasciende el imperioso reclamo contra la impunidad de ayer y de hoy. Con todas sus fuerzas acompañan las luchas de los trabajadores, la juventud, las mujeres, los pueblos originarios y como dice Nora, siguen luchando contra todas las injusticias.

Al finalizar cada Ronda el grito de estas mujeres que se han mantenido independientes de todos los gobiernos es potenciado por quienes las acompañan a cada paso y las abrazan: ¡No olvidamos, No perdonamos, No nos reconciliamos!
30.000 compañeras y compañeros detenidos desaparecidos, Presentes!
Ahora y Siempre!

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