Prácticas feministas frente al Covid-19. ¿Otros futuros son posibles?
Iniciamos el 2020 con mucha energía y con un aumento significativo de acciones provenientes de los diversos movimientos feministas que en casi en todo el mundo se realizaron en la Huelga General o el Paro Nacional en marzo. En muchos medios y redes sociales no dejábamos de mirar frases como “Estamos haciendo historia hermanas”, “El futuro será feminista o no será, “América Latina será todo feminista”, “Se va a caer/ Lo vamos a tirar”. Era como estar viviendo nuestra Primavera Feminista.
En México y América Latina las jóvenes y las colectivas salieron y tomaron las calles para resignificar los monumentos históricos, retar las diversas formas de patriarcado y fundametalismos religiosos cuando se dio el caso del golpe de Estado en Bolivia y mostrado solidaridad con las hermanas brasileñas. El fenómeno de La Tesis se replicó en diversas ciudades y espacios, y mostró una forma particular de hacer eco a las graves realidades que vivimos en nuestros territorios: los feminicidios, el acoso sexual, la violencia sexual y la complicidad/silencio de los Estados nación patriarcales que aún niegan nuestros derechos reproductivos y sexuales, y el acceso pleno a la justicia. A ese clamor colectivo se unieron las constantes denuncias y silencios sobre violencia doméstica, muertes de cientos de luchadoras de territorios contra megaproyectos, transfeminicidios y feminicidios de niñas menores de 15 años, al menos en el radar latinoamericano y caribeño. Y aún con esos desafíos comenzábamos marzo llenas de energía y con un horizonte de futuro: “llegará el día en que el patriarcado será cosa del pasado.” Y estábamos trabajando en ello.
Hoy, pasado un poco más de un mes nuestra Primavera se ha visto interrumpida por el confinamiento al que la mayoría de las poblaciones a nivel global son obligadas a guardar como un acto de autoconservación por el covid-19, mejor conocido como coronavirus. Es claro que nadie se esperaba un fenómeno de tal magnitud cuando pensamos en cambiar el mundo. Lo queríamos cambiar pero, como siempre, la Historia no es lineal y tampoco podemos predecir qué y cómo sucederán las cosas…
¿Quién nos diría que cómo un efecto domino un virus globarizaría el miedo, la ansiedad, la vulnerabilidad, la escasez, la violencia y la incapacidad de pensar a largo plazo? ¿Quién nos diría que los Estado nación mostrarían sus miserias y fortalezas en ciencia, salud pública, tecnología y en su incapacidad de responder de manera pronta a las demandas de sus cuidadanos por el solo hecho de ser personas? ¿Quién nos diría que las personas que este sistema capitalista neoliberal patriarcal e individualista ha catalogado como prescindibles porque sus trabajos no son “cualificados” son los que empujan y sostienen la vida a pesar de la precariedad en la que se encuentran? ¿Quién nos diría que la vigilancia, el control social y las violencias incrementarían en un aparente estado de “tranquilidad”? Podríamos seguir preguntando porque hoy tenemos muchas preguntas que hacernos, pero las respuestas no vendrán fácilmente…
Pensando en cómo las prácticas feministas han respondido en el pasado a otras “emergencias”, el equipo Feminopraxis nos preguntábamos ¿Otros futuros son posibles? Tuvimos que recurrir a revisar nuestras genealogías y ver cómo las mujeres en las que se enraízan nuestras resistencias, nuestros modos de vida, nuestros escritos, activismos, creatividades y espiritualidades, fueron/son mujeres que deseaban genuinamente liberarse de las opresiones que sentían, ya fuera por su condición de género, edad, clase, raza, religión. Fueron mujeres y personas que desde sus dones personales tejieron vida comunitaria y le dieron un sentido social a la esperanza. Es verdad que los sentires-pensares se colectivizan. Por eso creemos que los feminismos antirracistas, interseccionales, decoloniales, anticapitalistas, comunitarios; los feminismos organizados desde la raza, la clase, la experiencia migrante, el ecofeminismo, la defensa de los territorios, la apuesta no binaria y los transfeminismos, entre otros feminismos al margen, son luces de esperanza en medio de la oscuridad que hoy atravesamos.
No por nada su ensayo Aprendiendo de los años 60´s (Learning from the 1960s), Audre Lorde escribió:
Muy a menudo ignoramos el pasado o lo romantizamos, volvemos inútil o mítico el motivo de la unidad. Olvidamos que el ingrediente necesario para que el pasado funcione para el futuro es nuestra energía en el presente, metabolizándose mutuamente. La continuidad no ocurre automáticamente, ni es un proceso pasivo […]
¿Alguien de nosotros aquí todavía puede darse el lujo de creer que los esfuerzos para reclamar el futuro pueden ser privados o individuales? ¿Alguien puede darse el lujo de creer que la búsqueda de la liberación puede darse de manera única para una sola raza, sexo, edad, religión, sexualidad o clase en particular?
La revolución no es un evento de una sola vez. Constantemente se debe prestar atención a la menor oportunidad de hacer un cambio genuino en las respuestas establecidas, y superarlas; por ejemplo, aprendamos a abordar las diferencias de los demás con respeto.
Compartimos el interés común, la supervivencia, y no se puede perseguir aisladamente de los demás simplemente porque sus diferencias nos hacen sentir incómodos. Sabemos a qué se debe mentir. La enseñanza más importante de la década de 1960s es no mentirnos a nosotros mismos. No creer que la libertad debe pertenecer exclusivamente a cierto grupo sin que los demás también sean libres.
Qué importante es no permitir que incluso nuestros líderes nos definan a nosotros mismos, o que definan nuestras fuentes de poder.
En esta hora cuando mucha información/desinformación nos bombardea, cuando la soledad o el confinamiento no abona a nuestra liberación sino que nos muestra los extremos de la inmoralidad social, política y económica, y en nuestros hogares o espacios todo sucede lento o en el peor de los casos cobra la vida de mujeres, niñez y los más vulnerables, debemos pensar que desde muchos espacios estamos resistiendo y recreando nuestras practicas feministas. Tenemos un cúmulo de conocimientos y experiencias que nos preceden y que hoy podemos recuperar, reinterpretar y volver a compartir bajo caminos más creativos y colectivos. Y aunque sabemos que esto cambiará muchas cosas, aún podemos imaginar el futuro que queremos seguir construyendo y que estamos abonando a ello transformando las relaciones interpersonales, las maternidades, los cuidados, los hábitos y las necesidades en estos tiempos de confinamiento. Ante nuestros ojos nos damos cuenta que la vida es un tejido complejo de vidas interdependientes, tejido del cual formamos parte.
Preparemonos para responder en pos de la justicia social, para añorar un mundo amoroso, compasivo, celebrativo, sin jerarquías, sin clases, sin racismo, sin discriminación por ser migrante o asilado político; un mundo sin fronteras y estados de excepción, un mundo postpatriarcal, no sexista y no supremacista. Un mundo no sostenido en las espaldas y con el trabajo precario de miles de nosotres. Un mundo donde las pandemias y las violencias basadas en el género sean cosa del pasado porque habrá suficiente para todes. De eso y más se trata definir las fuentes del nuestro poder.
Fuente: Feminopraxis