Noticias | mayo 18, 2020

El plástico nuestro de cada día


“Plástico es el término habitual para describir una amplia gama de materiales sintéticos o semisintéticos que se utilizan para una inmensa cantidad de aplicaciones. Miremos donde miremos, vemos plástico. Utilizamos productos de plástico para que la vida sea más limpia, más fácil, más segura y más agradable. Encontramos plástico en los envases, la ropa, los edificios, los dispositivos médicos, los coches, los móviles…”.

Así inicia su relato Plastics Europe, en su sitio web, sobre qué cosa es el plástico y qué ‘bondades’ tiene. Y lo reconocen sin ruborizarse: “Miremos donde miremos, vemos plástico”. Plastics Europe es una asociación empresarial europea con sedes en Bruselas, Frankfurt, Londres, Madrid, Milán y París. “Colaboramos con asociaciones del sector del plástico nacionales y europeas, y tenemos más de 100 empresas asociadas que en total producen más del 90 % de todos los polímeros en los 28 Estados miembros de la Unión Europea, más Noruega, Suiza y Turquía”.

Plastics Europe nació a fines del siglo XIX entre Europa y EE.UU. Se reprodujo y se diseminó a todo el Planeta. Y lo de Plastics Europe es la naturalización de una devastación. La creación de “la necesidad” en su máxima expresión.

Es que el mundo colapsó. O está colapsando. O ambas cosas al mismo tiempo. Las causas son varias. Una de las principales son los residuos -en todas sus formas- vertidos inconscientemente por la especie humana, también en todas sus formas.

Tierra, agua y aire han sido cooptados por los desechos. Y los plásticos son de los más agresivos. Una bolsa de nylon arrojada en la punta del monte Aconcagua, tarde o temprano terminará en el fondo del mar. El escenario es dramático y pareciera no importarle a la opinión pública. En Argentina, el tema ni siquiera asoma en los medios de comunicación.

Actualmente los plásticos están por todas partes, como bien señala Plastics Europe. Desde el teclado con que se está redactando esta nota, hasta el dispositivo digital con que se la está leyendo. Desde un cepillo de dientes, a una blusa, un vaso de Starbucks, una botella de Coca Cola o Pepsi. Juguetes, productos deportivos, vajillas, electrodomésticos, la industria eléctrica. Todo es plástico. Y las empresas petroquímicas, generadoras de las múltiples formas en la que el plástico es consumido, rara vez demostraron responsabilidad alguna ante la contaminación que produjeron y producen desde hace más de un siglo. Es más, han culpado directamente a los consumidores en forma sistemática y desde el comienzo.

Tierra, agua y aire han sido cooptados por los desechos. Y los plásticos son de los más agresivos. El escenario es dramático y pareciera no importarle a la opinión pública. En Argentina, el tema ni siquiera asoma en los medios de comunicación.

Durante décadas, el discurso progresista predominante rezaba que el reciclaje era la manera óptima de lidiar con los residuos, ya sean plásticos o de cualquier otro tipo. Sin embargo, paradójicamente, fue y es un relato vacío. Ocurre que apenas un mínimo porcentaje de los plásticos que se producen son plausibles de ser verdaderamente reciclados, ya sea en madera plástica, tablas de plástico o hasta tubos para plomería como el PVC, según se señala en el Informe del estado del ambiente 2018, publicado oportunamente por la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable, durante la presidencia de Mauricio Macri.

De todas las basuras, la plástica es una de las más temidas, junto a la electrónica. Es que este «karma» plástico, proveniente de los hidrocarburos, tarda siglos en desaparecer. Y además, esta maldición -tras desvanecerse muy lentamente- nunca termina por evaporarse del todo.

Es que los tipos de plástico son muchos. Y muy diferentes en su conformación química. Esto hace que el reciclaje sea extremadamente complicado. Dos plásticos que parecen absolutamente similares para el ojo ordinario, pueden ser diametralmente diferentes para la composición química, con lo cual no se pueden reciclar entre sí. ¿Resultado? Basura sin destino. Menos del 10% de todo el plástico fabricado a nivel mundial pudo ser reciclado hasta la actualidad. El resto fue enterrado, quemado o directamente arrojado al medio ambiente en un basural.

“Los plásticos son derivados del petróleo, se trabajan en refinerías, donde se realizan procesos petroquímicos de derivados de los hidrocarburos, los cuales muchas veces se extraen con prácticas dañinas para el medio ambiente como el fracking”.

Así lo cuenta Enrique Maurtua Konstantinidis, Asesor Senior de Política Climática de FARN (Fundación Ambiente y Recursos Naturales), experto en negociaciones de Cambio Climático de Naciones Unidas desde 2004. Maurtua trabaja en actividades de incidencia política climática nacional e internacional.

“Es fundamental señalar el nivel de responsabilidad que tiene la industria hidrocarburífera en esta crisis de los plásticos. La movida de trasladar esa responsabilidad al consumidor, como si este hubiera ideado la necesidad de este material y le demanda a la industria que lo genere, es un concepto absurdo”, remarca.

Las empresas más implicadas en la producción del plástico son Dow Chemical, Chevron, Exxon Mobil, Dupont, 3M, ejes fundamentales de la industria petroquímica mundial, entre varias otras gigantescas multinacionales, miles de veces más poderosas que cualquier gobierno.

Maurtua añade además que “es típico de estos discursos el hecho de que muchas veces son incorporados en los discursos de los voceros más progresistas en favor del medioambiente”. “En foros internacionales, como en el G20 -sobre todo en el de Japón- y el G7 de Canadá, se tocó el tema de los plásticos, residuos marinos, protección de océanos, y que la cantidad de plásticos en los océanos del mundo ha ido creciendo rápidamente y representando una amenaza para el medio ambiente y los medios de vida. Observaron que estas cuestiones deben ser abordadas a través de acciones globales coordinadas en múltiples niveles”.

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Plástico. Esta materia prima surgida de los hidrocarburos es combinada con varios otros químicos y aditivos, y terminan configurándose en lo que se denomina «la base del plástico», es decir, la resina.

Las empresas petroquímicas, generadoras de las múltiples formas en la que el plástico es consumido, rara vez demostraron responsabilidad alguna ante la contaminación que produjeron y producen desde hace más de un siglo.

Una vez obtenido este elemento, es convertida en pellets, una suerte de pequeños copos ínfimos, similares a comida para animales, o semillas, o huevos de peces, que sirven como precursores para hacer todo tipo de envases y diferentes productos plásticos.

Su peculiar formato es consumido por error por la vasta fauna que se desarrolla en torno a los mares y costas. Los animales creen alimentarse con estos microplásticos -altamente tóxicos- que lentamente los enferman hasta matarlos, si es que antes no son consumidos por humanos, por ejemplo los pescados.

Quizá el gran veneno por añadidura que produjo la industria del plástico -casi como un golpe de gracia- fue el denominado «plástico de uso único». Así se conoce a -por ejemplo- los vasos para café, la red del six pack, el envoltorio de caramelos, el pote de helado, los globos, los utensilios de cocina, pequeños vasos, palillos chinos, bolsas de snacks, botellas de diferentes bebidas, vasos de yogurt, bolsas de basura, bolsas de supermercados, y docenas de elementos de «use y tire».

“La negligencia en este consumo desenfrenado convirtió a la Tierra en un planeta envuelto en plástico”, señala Maurtua. Aquel movimiento de falsa ecología que proponían las petroquímicas en los años 70 colocaron a la industria del plástico al frente de la producción, en detrimento de otras como el vidrio o el metal.

«Ustedes produjeron esto; recójanlo y desháganse de él»

Las petroquímicas son un gran negocio mundial, valuado en miles de millones de dólares. “Se conoce que el total de residuos plásticos generados en el mundo, en 2016, fue de 242 millones de toneladas, que representa 12 % del total de desechos sólidos”, señala el informe ministerial 2018. Las empresas generadoras de plásticos en Estados Unidos, en los años 70, se desligaron de la responsabilidad acerca de la contaminación que provocaban a través de aquello que producían, y le trasladaron esa responsabilidad al consumidor, para que “resuelva” el problema. Es decir, que los fabricantes señalaban que la contaminación por plásticos era culpa lisa y llana del consumidor, por desentenderse -por ejemplo- de una botella descartable, y no de la empresa por haberla generado.

¿Qué pasó entonces? Se inició el falso relato del reciclaje. El objetivo era convencer a todas las personas de que «reciclando se solucionaba el problema del plástico». Sin embargo, el reciclaje de esos elementos alcanzaba -y alcanza- solamente a un porcentaje ínfimo. ¿Cuál era la ganancia de las empresas al promover este relato? Las habilitaba a continuar produciendo toneladas de plástico por segundo sin mayores inconvenientes pseudo morales o comunitarios. “Estos son los argumentos que usa la industria de los hidrocarburos para tratar de perpetuarse en el tiempo”, afirma Maurtua. En el documental ambiental “Sociedad de Consumo”, en su capítulo “Reciclaje de mentiras”, se detalla minuciosamente este esquema planificado.

“Lo que ellos dicen es que ‘el petróleo no es solamente para quemarlo o para generar energía’. Esto es algo que obviamente quieren seguir haciéndolo. Pero en ‘el más positivo’ de los mensajes que dan, ellos afirman que deben seguir extrayendo petróleo porque ‘todavía hay una necesidad mundial de seguir generando otros derivados del petróleo y no necesariamente quemarlos’”, advierte el especialista.

Así fue que el Consejo Americano de Plásticos creó el famoso símbolo de flechas en ciclo, que reflejan el proceso de reciclaje. Sin embargo, lo cierto es que, de aproximadamente 7 clasificaciones de plásticos, apenas una o dos son plausibles de ser sometidas con un alto porcentaje de éxito al proceso de recuperación.

“Esta narrativa de la industria es necesario atenderla. Porque empiezan a surgir otros relatos alternativos que es imperioso frenarlos, y encontrarles nuevas tecnologías, o simplemente nuevos hábitos que eviten seguir produciendo”, asegura.

El relato sobre el reciclado del plástico suele ser -entonces- una farsa, una falsa promesa. Gigantes empresas multinacionales se valen de las materias primas del Planeta en virtud de cuantiosas ganancias. Las grandes embotelladoras de bebidas fueron quienes dieron el salto cuantitativo, al expandirse por el mundo -cual virus- durante los años 80.

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La comodidad mata. La comodidad envenena. Los plásticos son fuertes, flexibles y baratos. La paradoja es que esa comodidad humana -en plastic version- está aniquilando a la especie que la creó. Utilizado en la protección de alimentos, cosméticos, y en absolutamente todos los packagins de la vida diaria, la propagación fue imparable desde su gestación.

Especialistas aseguran que para 2050 habrá más microplásticos que peces en los océanos. El informe señala en este sentido que “se estima que los plásticos en los océanos superarán en peso a la biomasa de los peces para el año 2050”. Queda claro que esta crisis no puede ser solucionada apenas con reciclaje. Una botella podría reciclarse hasta 20 veces sin que el material pierda sus propiedades. Sin embargo, más de 90 % de los residuos plásticos que hay en la naturaleza no fueron reciclados ni una sola vez. Este dato fue señalado por un grupo de científicos liderados por Roland Geyer, de la Universidad de California en Santa Bárbara (EE.UU.), que además calcularon por primera vez la cantidad de este material generada en el planeta desde los inicios de su producción industrial. Llegaron a la conclusión que se produjeron mil millones de elefantes en plásticos, en los últimos 65 años. Es decir, 8300 millones de toneladas.

“La negligencia en este consumo desenfrenado convirtió a la Tierra en un planeta envuelto en plástico”, señala Maurtua.

¿Y los impactos en la salud? ¿Sabemos cómo se producen los polímeros? ¿Cuánto contamina hacerlos? ¿Es seguro guardar nuestros alimentos envueltos en plásticos? ¿Hay estudios que aseguren que el plástico no produce enfermedades mortales? ¿Existe el plástico invisible? ¿Está dentro de nuestros cuerpos ahora? ¿Usamos al plástico o ya somos esclavos de él?

Asma, tos recurrente, problemas respiratorios, cáncer. Los materiales usados para la producción de plásticos suelen ser tóxicos. Su producción se duplica cada década desde 1950, llegando a producirse actualmente unas 400 millones de toneladas por año, señala el Informe del estado del ambiente 2018. Los riesgos de salud asociados con la producción y el uso del plástico surgen de sustancias alteradoras endocrinas llamadas EDC (Endocrine Disrupting Chemicals). De estas sustancias agregadas, la más conocida es el Bisphenol (BPA), a la cual se le endilgan los problemas de infertilidad, afectaciones en fetos, cáncer de próstata, cáncer de mama, entre otros efectos negativos en la salud.

Aunque en muchos países las empresas intentan aumentar el reciclaje de plásticos y se proponen nuevas alternativas biodegradables, la producción del polímero tradicional es más económica, por lo que constituye una práctica difícil de erradicar. El presente y el futuro inmediato del Planeta con respecto al Plásticovirus que azota a la humanidad no se detiene.

El pulpo es inmenso

Los tentáculos de los derivados de combustibles fósiles aparecen por cada resquicio de la vida diaria. Cada plástico hogareño y ciudadano proviene -en un altísimo porcentaje- de la explotación y extractivismo de hidrocarburos. El escenario actual es más que alarmante. Y es futuro no asoma prometedor.

Durante la fabricación y polimerización de los plásticos se utilizan otros productos químicos, incluidos los iniciadores, catalizadores, disolventes y una amplia gama de aditivos.

La industria del plástico ha conseguido que el producto que producen se haya vuelto indispensable en el desarrollo económico y social, al ofrecer una gran cantidad de ‘beneficios’ en diversos sectores como el de la salud, la conservación de alimentos, el transporte, la tecnología y la energía, acompañado por un costo social, económico y ecológico significativo.

La producción global de plásticos ha aumentado exponencialmente desde mediados del siglo pasado. Mientras que en 1950 se produjeron 1,5 millones de toneladas, en 2018 la producción global alcanzó casi las 400 millones de toneladas. Si continúa la tendencia, la producción global anual aumentaría a unas 2.000 millones de toneladas por año para 2050, explica el informe citado.

Existen muchos tipos de plásticos. Los plásticos termoestables como los poliésteres, epoxis y poliuretanos constituyen una parte importante del mercado global, pero la mayor parte está dominada por cuatro clases principales:
– el polietileno (PE) (73 millones de toneladas en 2010),
– el tereftalato de polietileno (PET) (53 millones toneladas),
– el polipropileno (PP) (50 millones de toneladas) y
– el cloruro de polivinilo (PVC) (35 millones de toneladas).

El informe señala además que la producción de resinas y fibras plásticas aumentó de 2 millones de toneladas en 1950 a 380 millones de toneladas en 2015. Entre 1950 y 2015 fueron producidas más de 7,8 mil millones de toneladas (la mitad fue producida solo en los últimos 13 años). Aproximadamente la mitad de la producción mundial de plásticos ocurre en Asia, mientras que Europa y América del Norte (incluyendo México) producen un 18 % y 17 % respectivamente.

En Argentina, los plásticos se utilizan desde materiales de construcción hasta dispositivos médicos, pero el embalaje es la mayor aplicación de un sólo uso y constituye aproximadamente el 40 % de todo el material utilizado.

Hasta 2017, la industria plástica representaba un 1,7 % del PBI de Argentina. Se registraban más de 2800 pymes dedicadas a la industria plástica distribuidas por todo el país que generaban más de 50 mil puestos de trabajo. Luego del industricidio que sufrió el país tras el gobierno de Mauricio Macri, estos datos no fueron actualizados.

En Argentina, los plásticos se utilizan desde materiales de construcción hasta dispositivos médicos, los cuales constituyen casi la mitad del mercado mundial de plásticos, pero el embalaje es la mayor aplicación de un sólo uso y constituye aproximadamente el 40 % de todo el material utilizado.

Considerando todos los sectores, en Argentina se consumen 1,8 millones de toneladas de productos plásticos por año con un promedio de 42 kg por habitante. Actualmente se producen unos 1,6 millones de toneladas de plástico por año y se exportan 82 mil toneladas de productos semielaborados y terminados de plástico, especifica el Informe del estado del ambiente.

El gen maldito
Cabe repasar que los combustibles fósiles son tres:
1. Petróleo
2. Carbón
3. Gas natural y gas licuado del petróleo

De estas tres materias primas se generan combustibles como gasolina, diésel, gas LP, gas natural, turbosina, lubricantes, naftalinas, entre muchos otros; prácticamente todos los plásticos; casi todos los productos del campo; fibras sintéticas como el poliéster, imitaciones de cuero, entre otras; la cera (parafina) utilizada para las velas; jabones; tintas de imprenta; caucho artificial; caucho para la fabricación de neumáticos; el asfalto, para calles e impermeabilización; diferentes grasas y aceites; y disolventes como el thinner, líquidos para limpieza, corrosivos, y otros derivados.

Es decir que los combustibles fósiles son inherentes a la vida diaria humana desde el final de la segunda guerra, hace unos 75 años al menos. Aunque no es menos cierto que el petróleo, que se encuentra en profundidades que varían entre los 600 y los 5000 metros, fue un recurso utilizado desde la antigüedad, cuando los egipcios apelaban a este recurso para la conservación de las momias; y los romanos, como combustible para el alumbrado.

En la actualidad, al petróleo natural no se lo usa como se lo extrae de la naturaleza, sino que se lo separa químicamente en mezclas más simples de hidrocarburos que tienen usos específicos. A ese proceso se le conoce como destilación fraccionada.

De este proceso se obtienen las siguientes fracciones:
Gases: metano, etano y los gases licuados del petróleo, (propano y butano).
Nafta, ligroína o éter de petróleo.
Gasolina.
Queroseno.
Gasóleo (ligero y pesado).
Fuelóleo.
Aceites y lubricantes.
Asfalto.
Alquitrán.

En 2007 se realizó el Segundo Censo Nacional de Contaminación Costera de la República Argentina, que consistió en una actualización de la información del primer censo del año 1995. Se relevaron 2.300 km de costa y se recolectaron datos de seis categorías de residuos: plásticos, vidrios, papel, metales, biológicos e hidrocarburos.

Para las áreas en las que es frecuente la interacción entre residuos y tortugas (especies muy sensibles a la presencia de desechos flotantes) las conclusiones que se expusieron indicaron que:
– Provincia de Buenos Aires: la localidad con mayor número de residuos totales fue Monte Hermoso, mientras que la de menor número fue Pedro Luro. Entre San Clemente del Tuyú y Villa Gesell los residuos predominantes fueron los plásticos (71,8 %), restos de origen biológico (13,5 %), el papel (9,3 %), el vidrio (3,9 %) y los metales (1,6 %). Para el total de la provincia, los plásticos promediaron el 60 % del total de residuos contabilizados, representando las bolsas y las botellas plásticas el 8 %. En este censo se observó un aumento del 367 % en la cantidad de residuos con respecto al primero realizado en 1995.
– Provincia de Río Negro: la localidad con mayor número de residuos totales fue San Antonio Oeste, mientras que la de menor número fue Playas Doradas. Dentro de los residuos encontrados, el 72 % correspondió a plásticos, dentro de los cuales el 47 % eran bolsas.

En septiembre de 2017 se llevó a cabo una jornada de limpieza y censo de basura en las costas bonaerenses17. Allí, 314 voluntarios censaron 1.205.990 m2 de playas de sectores ribereños o costeros de las localidades de Ensenada, Punta del Indio, San Clemente del Tuyú, Santa Teresita, Villa Gesell, Mar de Cobo, Mar del Plata, Necochea, Monte Hermoso, Punta Alta, Villa del Mar, Pehuen-Có y Bahía Blanca.

Se recolectaron casi 40 mil residuos no orgánicos, de los cuales el 82 % correspondía a plásticos. Los más habituales encontrados fueron plásticos ya fraccionados por la acción mecánica conjunta del sol, las mareas y la arena, diferentes tipos de envoltorios, bolsas, colillas de cigarrillos, botellas plásticas y tapitas.

Detallaron además que la contaminación marina en septiembre de 2018, cuando se llevó a cabo el Tercer Censo de Basura Costera y que fue realizado en 813.554 metros cuadrados de playa en 16 localidades de la costa de la provincia de Buenos Aires (Arenas Verdes, Arroyo Pareja, Bahía Blanca, Claromecó, Mar de Cobo, Mar del Plata, Monte Hermoso, Necochea, Pehuen-Co, Punta del Indio, Punta Lara, Reserva Mar Chiquita, San Clemente, Santa Teresita, Villa del Mar y Villa Gesell), los resultados recopilados arrojaron que de los 46.673 residuos no orgánicos encontrados, el 82 % correspondió a residuos plásticos.
Dentro de este 82 %, los principales residuos detectados fueron bolsas plásticas, colillas de cigarrillos, restos plásticos, restos de nylon, tapitas y botellas plásticas, entre otros.

“Una problemática que ha tomado estado público, dada su relevancia en los últimos años, la constituyen los desechos plásticos, que requieren de una gestión adecuada a fin de evitar la contaminación que pudiera generarse como consecuencia de la afectación de los cursos de agua y los ecosistemas durante cientos o miles de años. Se conoce que el total de residuos plásticos generados en el mundo, en 2016, fue de 242 millones de toneladas, que representa 12 % del total de desechos sólidos (Kaza et al., 2018)”, explica el informe oficial.

Una de las mayores empresas prestadoras en materia de RSU, la Coordinación Ecológica Área Metropolitana Sociedad del Estado (CEAMSE), de composición público-privada, resulta receptora de 40 % de la totalidad de los RSU producidos en Argentina. Cumple su función en el Área Metropolitana del Gran Buenos Aires (AMBA), razón por la cual abarca la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) y 48 partidos de la provincia de Buenos Aires

En 2018 la CEAMSE recibió y procesó 7.002.000 toneladas de residuos sólidos urbanos, cerca de 3 % más que en 2017. En Argentina, en 2017, se generó un promedio de 45.000 toneladas diarias de residuos sólidos urbanos, lo que equivalía a una tonelada de basura cada dos segundos. De acuerdo a los datos brindados por el Ceamse, el 40 por ciento de los residuos correspondía a material orgánico; el 14 por ciento, a papel y cartón; y el 13 por ciento a plásticos. El resto de los materiales eran vidrio, residuos textiles y metales, entre otros. Todos materiales que podrían ser parte de los llamados residuos reciclados, según el informe de ese año.

En el ciclo siguiente -último que se tenga registro a nivel oficial-, se informó que entre los residuos hay una clara preponderancia de material orgánico y dentro de este, productos alimenticios, que son parte de los residuos cotidianos. Y que en 2018 ascendieron a 2.590.740 toneladas, lo que equivale aproximadamente al peso de 2.355 automóviles compactos. Sin embargo los plásticos se dispararon: 20,20 % y 22,78 % en CABA y AMBA respectivamente, cuando un año antes rondaban los 13 puntos porcentuales.
Además de bolsas, vasos o envoltorios, los residuos también se constituyen por partículas muy pequeñas, conocidas como “microplásticos”. Los mismos se encuentran en productos como cosméticos y artículos de limpieza y son el resultado de diversos procesos industriales o de la fragmentación de residuos plásticos más grandes.

Una vez arrojados al océano, los microplásticos son ingeridos por la fauna marina y pueden producir la interrupción de las cadenas alimentarias, provocar la muerte de los animales y tener efectos fisiológicos negativos por la toxicidad de sus componentes químicos.
En Argentina se registró la ingesta de residuos marinos, por ejemplo plásticos, en los casos ya mencionados de tortugas marinas y mamíferos como el delfín franciscana. Asimismo, muchas otras formas de residuos, como empaques, cuerdas, llantas o aparejos de pesca abandonados, representan otra seria amenaza para la fauna marina.

¿Existen alternativas ante esta polímeropandemia de la que nadie habla?
Los problemas en torno al plástico sólo empeorarán. Las empresas transnacionales planean triplicar su producción y consecuentes ganancias para 2050. Las petroquímicas se jactan de tener programas de reducción de impacto, pero apenas son una aspirina para un moribundo terminal. Sólo reciclar no es una solución. Tener pocas posibilidades de dar vuelta este escenario no lo convierten en un hecho imposible, pero sí improbable. Pequeños cambios generan grandes cambios. Es cierto.

Maurtua señala que “todo lo que tiene que ver con esta crisis climática y ecológica está directamente ligada con una población que básicamente mudó hacia un consumo irresponsable. Toda la sociedad consume mucho, y a su vez existe todo un aparato enfocado a seguir produciendo”.

“Otro de los temas preocupantes es el de la eficiencia. Actualmente cualquier proceso industrial o energético es muchísimo más eficiente que lo que fue hace 10, 20, 30 y 50 años. Pero la lógica de la eficiencia gira en torno a producir más con la misma energía, generar más con la misma cantidad de insumos. Esto no puede seguir así. Si queremos ser eficientes, tenemos que pensar en esa eficiencia pero para emitir y consumir menos. Esta es una narrativa que incomoda, de la cual es difícil hablar y que tiene un montón de matices, porque cuando hablamos de ‘reducir’, ‘disminuir’ y ‘no crecer’, hablamos de los sectores que tienen necesidades básicas satisfechas, muy por encima de los estándares de bienestar”, reflexiona.

María Cecilia Dalton, Bióloga de UBA CONICET, por su parte, señala que «sobre el tema de un plan alternativo a la generación de los plásticos, yo no estoy al tanto de que exista. Sin embargo, el análisis fundamental debería recaer en ‘dónde es prescindible el uso de plásticos’. Por ejemplo, lo es en el tema de cosméticos, alimentos, ropa, packagins, juguetes, lámparas, vasos, cubiertos, platos, son todas cosas que se han reemplazado con el plástico con el paso del tiempo, pero que no necesitan imperiosamente del plástico para poder existir. No tiene sentido. Muchos otros ítems, si uno analiza dónde sí tiene sentido el uso de plásticos, sería en insumos médicos, elementos de laboratorio, es decir: cuestiones en que es imperioso que sean descartables, porque requieren de esterilización e higiene. Pero el problema con el tema de las industrias del plástico -y del plástico per sé- es que no se recicla lo suficiente».

Agrega además que «hay mucho plástico que se podría reciclar y disponerlo hacia un uso final. Y -por otra parte- hay mucho plástico que está mal utilizado. Me cuesta comprender cómo la sociedad sigue permitiendo y sosteniendo este esquema del uso descontrolado de los plásticos. Será fundamental generar la fuerza de una masa crítica para que las industrias del plástico dejen de existir como tales. Son totalmente innecesarias en su gran mayoría. Una de ellas -como primera y principal- son los juguetes. En segunda instancia aparecen los insumos que se pueden reemplazar con otro tipo de materiales, como cubiertos, platos, vasos, envoltorios, bolsas, etcétera. Todo ese material de uso único y descartable. Un caso aparte es el de la ropa de plástico, a la que la colocan dentro del eufemismo de la ‘tecnología’, pero en verdad es un desastre. Porque uno de los principales problemas del plástico es el que no vemos, es decir, el microplástico. Y la ropa plástica es una de las principales fuentes de microplásticos. Se liberan en el medio ambiente y lo que hacen es ingresar a los sistemas de muchos animales y organismos acuáticos. Los plásticos tienen una gran capacidad de acumulación entre sus tejidos, y -con el tiempo- los van liberando. Hasta donde se ha estudiado, esto hace mucho daño a nivel sistémico, tejidos y funciones. Y lo peor es que, con el tema de los plásticos, no estamos haciendo casi nada a nivel sociedad, tanto local como mundial. Absolutamente nada. O lo hace muy poca gente, que -si bien es loable- no es significativa en el diagrama genérico. La cantidad de microplásticos que hay en el ambiente es impresionante».

Dalton consideró que «dentro del espectro científico en el cual participo, no conozco a nadie que haya presentado un Plan B ante el tema de los plásticos. Sería una gran noticia que exista».

El camino es la reducción global del uso del plástico en la cotidianidad. Rechazar productos envasados, regresar al consumo natural. Abandonar el plástico de uso único o de poco uso en todas sus formas. Es decir, reducir al mínimo la generación de basura diaria producto de una reeducación sustentable de consumo. Bolsas reutilizables, dejar de comprar productos envasados en packagings, abandonar los productos químicos de limpieza o embellecimiento, adquirir productos a generadores de alimentos que provean los mismos a granel. Sin embargo, el gran cambio general deberá provenir de las petroquímicas transnacionales, reduciendo drásticamente la cantidad de plástico que producen, en connivencia con leyes generadas ad hoc sancionadas por los gobiernos, y a su vez, una transformación a la producción mínima necesaria de plásticos 100% biodegradables. ¿Sucederá?

Fuente: Revista Crítica

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