Noticias | junio 10, 2020

Trump y la Biblia como amuleto


La foto de Donald Trump con la Biblia forma parte de su estrategia mediática para enfrentar las movilizaciones que considera terroristas. Para caminar hacia donde la fotografía sería tomada, la Iglesia Episcopal de San Juan, el presidente no vaciló en ordenar a fuerzas de seguridad que dispersaran, con gases y balas de goma, a quienes protestaban en las afueras de la Casa Blanca contra el sistema que violenta reiteramente a grupos de la población estadunidense.

Trump sabe bien que la imagen levantando la Biblia tiene valor para segmentos importantes del pueblo. Enarboló el libro como amuleto para conjurar las vigorosas movilizaciones ciudadanas que se activaron a consecuencia del asesinato de George Floyd, acto que con saña perpetró el policía Derek Chauvin. La imagen elegida por Trump es otra afrenta a la memoria de Floyd y artero golpe simbólico a millones de afroestadunidenses que tienen la Biblia como elemento central de su identidad y forma de situarse ante el mundo.

Ha estado circulando una fotografía de Floyd en que tiene la mano derecha en alto y sostiene una Biblia. Le acompañan integrantes de la Iglesia Resurrección donde se congregaba en Houston, Texas. De acuerdo con Patrick Ngwolo, quien fue su pastor, Big Floyd fue clave para promover acciones de servicio eclesial en el conflictivo barrio Cuney Homes y lo recordó como un hombre de paz. ¿Conocía Trump la fotografía de Floyd con la Biblia? ¿Al hacerla propia, el presidente quiso contraponer la suya a la de Floyd, y así intentar anotarse una victoria en el terreno simbólico?

En la historia del pueblo afroestadunidense la Biblia ha sido herramienta de emancipación. No por casualidad los blancos esclavistas prohibieron la lectura bíblica o bien expurgaron la obra de pasajes peligrosos, como en los que se habla de igualdad del género humano, derechos de los trabajadores, denuncias de los profetas contra el pecado estructural convertido en sistema y que sólo habrá paz si reina la justicia.

En la obra de la escritora afroestadunidense Toni Morrison está la influencia de la Biblia no sólo en títulos de sus novelas y nombres de los personajes, sino que las Escrituras aparecen como intertexto en la trama narrativa y las claves interpretativas presuponen cierto conocimiento bíblico (Shirley A. Stave, editora, Toni Morrison and the Bible: Contested Intertextualities, New York, Peter Lang Publishing, 2006). Una de las tradiciones de las iglesias afroestadunidenses es el sermón que dialoga con sus oyentes, les incluye y desafía para que tomen distintos compromisos y desarrollen determinadas acciones. Las características anteriores estaban presentes en las predicaciones y discursos políticos del pastor bautista Martin Luther King. Toni Morrison utiliza tal herencia expositiva y la incluye notablemente en dos de sus novelas más conocidas: Song of Solomon y Beloved (Christopher Connell, Comparing two Christian Sermons: Morrison’s Song of Solomon and Beloved, Cleveland, John Carroll University, 2017).

Morrison es representativa de una cultura permeada por la Biblia. Bien lo afirma Jeroslav Pelikan cuando escribe que es difícil imaginar una cultura impregnada de mayor sentido bíblico que la de los esclavos africanos en América. Para los afroestadunidenses “la Biblia se convertiría en parte integrante de sus vidas, como quedaría plasmado con increíble profundidad en la música indígena de los ‘espirituales’. Además, los temas de la cautividad y la liberación del libro del Éxodo expresaron en esta tradición una profundidad de sufrimiento y de fuerza desconocida hasta entonces” ( Historia de la Biblia. Barcelona, Editorial Kairós, 2008, pp. 267 y 268). Sí, los afroamericanos son los hijos de la esclavitud. Y la Biblia, como ningún otro libro, es el libro de los hijos de la esclavitud, e inspirados en la obra han creado portentosas expresiones culturales (Allen D. Callahan, The Talking Book. African Americans and the Bible, New Haven-London, Yale Universsity Press, 2006).

En la campaña por la presidencia de EU, Trump aseveró que era asiduo lector de la Biblia. No lo es, echó mano del engaño para cautivar a un importante sector del electorado con el fin de atraerse votos. El presidente es dado a los rituales y expresiones de religiosidad que no lo comprometen éticamente. Ahora, con la argucia de levantar la Biblia, busca conjurar la indignación que con sus acciones y amenazas él mismo ha desatado.

Aprovechando que Trump dice venerar la Biblia tal vez podría leer los siguientes pasajes: Isaías 1:10-20; los nueve capítulos del profeta Amós, que en la English Standard Version tiene ocho páginas y la predicación libertaria de Jesús, Lucas 4:16-20. Por cierto que después de la predicación, iracundos nacionalistas le llevaron hasta la cumbre del monte sobre el cual estaba edificada la ciudad de ellos, para despeñarle.

Fuente: La Jornada

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