A 44 años de la Masacre de San Patricio, reverdecen la Memoria y la sed de Justicia
Entre los 114 religiosos cristianos asesinados por la última dictadura deben contarse (y grabarse a fuego y recordarse) los nombres de los sacerdotes Alfredo Leaden, Alfredo Kelly y Pedro Duffau, así como los de los seminaristas Salvador Barbeito y Emilio Barletti. Ellos, los cinco Palotinos, fueron acribillados a mansalva la madrugada del 4 de julio de 1976, cuando se hallaban descansando en dependencias de la parroquia de San Patricio, barrio de Villa Urquiza, Buenos Aires.
Los nombrados cumplían con su misión pastoral, principalmente, en una villa miseria llamada Bajo Belgrano, al norte de la ciudad y junto al río. Los que podían decir misa, además, como Kelly, en los sermones solían hablar de los pobres y denunciar las injusticias. Fue por esos “pecados”, fue por esos “delitos”, que se convirtieron en blanco de un grupo de tareas criminal despachado (como pudimos saber después, gracias a una investigación periodística) desde la Escuela de Mecánica de la Armada.
El objetivo de sembrar el terror, la confusión y el miedo con el asesinato de los Palotinos se cumplió desde un primer momento. Los cuerpos de las víctimas fueron alineados por sus verdugos en el piso, para que así los encontraran por la mañana. Y hubo pintadas y carteles insultantes dejados en la escena del crimen. Y hasta la reproducción de un cuadro de historieta (“Mafalda”, de Quino) sirvió para terminar la befa sobre los caídos.
Así funcionaban las patotas de la Triple A en los años que precedieron a la dictadura. Y así funcionaron a partir de 1976, cuando las reemplazaron grupos de tareas mixtos, integrados por civiles y por efectivos de las distintas fuerzas armadas. Lo único que no había cambiado era el poder en las sombras que las comandaba.
Eduardo Kimel, periodista y amigo, fue el primero en investigar, a fines de los ’80, la llamada Masacre de San Patricio. Eduardo desconfiaba de las versiones oficiales. Desconfiaba de los fiscales y jueces que se habían demorado tanto en encontrar las pruebas, en recabar testimonios y en evitar que aquellos “grupos de tareas” que no se habían disuelto, amparados en las flamantes leyes de Obediencia Debida y Punto Final, terminaran de borrar las huellas de sus crímenes y condenaran al olvido y la impunidad a las víctimas y a la sociedad toda.
Contra aquella dictadura en las sombras, que seguía oscureciendo la patria, peleó Eduardo Kimel desde el humilde puesto de lucha de un investigador periodístico. Homenaje también a él, entonces, al cumplirse este sábado un nuevo aniversario de aquella tristísima Masacre de San Patricio.
Entre los juicios por delitos de lesa humanidad que se encuentran a mitad de camino –por sucesivos boicots de las corporaciones militares, judiciales y hasta religiosas- está el de los mártires Palotinos. Diligencias interminables, exhortos que no se contestan y verdugos que disfrutan de la “impunidad biológica” de dejar que pase el tiempo. Hasta el juicio de santidad de esos Mártires está demorado, por razones que no alcanzan a ser convincentes. De todo eso sabía Eduardo Kimel. Y de todo eso saben quienes emprenden su huella.
Este 4 de Julio, atravesado por la pandemia y las cuarentenas, no permite realizar la “caminata espiritual” por las cinco “estaciones” del calvario de los Palotinos. Sin embargo, la cuarentena no ha logrado impedir que un numeroso grupo de religiosos y no religiosos, de Palotinos y no Palotinos, y militantes de los derechos humanos, se haya reunido en la víspera y que haya programado nuevas reuniones para este sábado y el domingo, utilizando la videoconferencia como una forma eficaz de restablecer el diálogo, de difundir películas y canciones y de construir, como es debido, la Memoria.
También habrá misa en la parroquia de San Patricio, este sábado (“Misa por los Cinco”, a las 19). Y habrá un “Encuentro de Oración y Reflexión” por la tarde, que será trasmitido por Facebook y en donde se podrá participar con la ayuda de una plataforma Zoom. El domingo 5 de Julio a las 17, con un dispositivo similar, se realizará la “Mateada de los Cinco”.
Y seguramente en el cementerio de Mercedes, provincia de Buenos Aires, allí donde están las tumbas de Kelly, de Leaden y Duffau, habrá manos para dejar con delicadeza una flor. Y seguramente habrá más flores en Roma, en la histórica iglesia de San Silvestre, allí donde una placa también recuerda a nuestros queridos mártires Palotinos.
Fuente: Telam