La grieta en la historia nacional
La “grieta” es una categoría sociopolítica que, desde el gobierno macrista, no ha dejado de citarse cotidianamente, en forma condenatoria, achacándole al enemigo, en este caso el kirchnerismo, ser su creador. El dirigente político Sergio Massa, actualmente en el Frente de Todos, pretendió, en determinado momento, construir su proyecto político ubicándolo en una pretendida “ancha avenida del medio” que no pasó de ser un eslogan de campaña.
El concepto de “grieta” significa que hay una hendidura, una quebradura, una zanja, con dos orillas, que atraviesa al país en su centro. No se trataría, de acuerdo a las elucubraciones de muchos analistas, de un hecho realmente existente, sino de una construcción teórico-política.
Durante los gobiernos del kirchnerismo, de 2004 a 2015, en la fila del macrismo se culpó a dicho gobierno, y aún actualmente se lo hace, de la existencia de dicha grieta que sería una anomalía que posteriormente el gobierno macrista estuvo tratando de superar. Menester es preguntarse, en consecuencia, si realmente tal fenómeno es una creación artificial, o si responde a una realidad que siempre acompañó a la historia de este país.
De la respuesta que demos a tal alternativa depende ahora, y dependerá en lo futuro, la política. Hemos escuchado al ex presidente Mauricio Macri referirse a los setenta o cien años en los que habría existido esa “anomalía” cuyo constructor sería el peronismo.
Si esto es así, ¿cuál debería ser la política de superación? Está a la vista lo que llevó a cabo el macrismo, que nada entiende de dialéctica, la destrucción de una de las dos orillas de la grieta, es decir, la destrucción de los sectores populares, en la medida en que éstos tengan una organización política. Por eso, el peronismo es el enemigo.
Es necesario, para orientarse, recurrir a la historia nacional, que necesariamente nos mostrará si la grieta es una construcción puramente artificial creada en un determinado momento de dicha historia, o si ha estado siempre presente, desde sus mismos orígenes, y si ello es así, buscar sus causas y condicionamientos.
En el ámbito de los fenómenos sociales, políticos, económicos, culturales, nunca se parte de cero, como en su momento creyera el filósofo Descartes quien, angustiado por el derrumbe del mundo medieval que se venía abajo en todas sus creaciones, se planteó hacer un tajo, cortar con todo ese mundo y comenzar de él mismo, o sea, de su propia conciencia.
Ese comienzo lo sintetiza en “pienso, existo”, o sea, pienso, estoy pensando, continuamente lo hago, lo cual significa que existo, porque sería un absurdo sostener que pienso sin existir.
¿Partió Descartes de cero? ¿Pudo borrar todo lo que supuestamente sabía, de lo que había aprendido en la escuela? Basta seguir un poco su pensamiento para cerciorarse de que no parte de cero, que detrás suyo, en su propio pensamiento, está todo el pensamiento filosófico anterior. No sólo el mundo medieval con sus magníficas creaciones culturales, edilicias, filosóficas. Allí están las magníficas catedrales, Notre Dame a la cabeza, los inmensos tratados filosóficos y teológicos que culminan con la Suma Teológica de Santo Tomás.
¿Partir de cero? ¿Puede Descartes partir de cero? ¿Puede alguien realizar tal hazaña? ¿Alguien lo hizo alguna vez? No nos preguntamos si alguien creyó que lo podía hacer, sino si efectivamente lo hizo. La respuesta es evidente. Basta echar una ojeada a la historia del pensamiento para comprobar que nadie ha podido realizar tal hazaña. Nunca se comienza, sino que siempre ya se ha comenzado.
Partamos pues, de un determinado momento histórico de nuestra patria, el 25 de mayo de 1810. En ese momento ¿se manifiesta el proceso histórico del país como una unidad monolítica, sin fisura? Cualquier niño o niña que está cursando los grados primarios sabe responder que Moreno y Saavedra estaban enfrentados.
Y no se trata de que estaban enemistados por diversidad de temperamento, sino por diversidad y oposición de proyectos políticos. Conservador uno, revolucionario el otro. La grieta ha comenzado y lo ha hecho con fuerza, sin contemplaciones, crímenes políticos incluidos. Mariano Moreno muere -¿muere simplemente o lo han matado?- en alta mar.
Desde que empezamos, la grieta se hizo presente y lo hizo provocando exilios, persecuciones, crímenes. Mariano Moreno, Castelli, Belgrano, de un lado. Saavedra, luego Rivadavia, del otro. La grieta no deja de profundizarse cada vez más.
El citado Rivadavia, Alvear, el Directorio, de un lado. Artigas, Belgrano, San Martín, del otro, la grieta no deja de estar presente. Cuando San Martín acorraló al poder español en Lima y necesitó del apoyo para terminar con dicho poder, desde Buenos Aires Rivadavia saboteó el proyecto y obligó al libertador a reunirse con Bolívar y dejar en sus manos la terminación de la gesta libertaria.
Rivadavia de un lado y San Martín del otro. Nada más gráfico para ver la grieta en funcionamiento. El proyecto de la patria chica, o mejor, de la granja británica centrada en la pampa húmeda, con salida por el puerto de Buenos Aires, frente al proyecto de la Patria Grande Latinoamericana. Una grieta de profundidades abismales.
Dos proyectos enfrentados que dibujan las geografías de todo el continente latinoamericano. En Argentina, de un lado la pampa húmeda ya señalada y el puerto, y del otro, el interior conformado por las provincias litoraleñas, el noroeste y Cuyo. El proyecto colonial dependiente del imperio británico contra el proyecto nacional, auto-centrado. Entre ambos proyectos, una guerra a muerte.
Si nos fijamos bien en la geografía, es fácil ver que el proyecto nacional que abarca las provincias del norte, del nordeste y de Cuyo está encajonado, sin salida al mar, que queda en manos del proyecto de la patria chica, granja británica.
Entre ambos proyectos un abismo, la citada GRIETA que, abierta desde el 25 de mayo de 1810, no deja de condicionar el desarrollo de todo proyecto de país. San Martín es testigo privilegiado para quien quiera verlo. Efectivamente, cuando las potencias imperiales –Francia y Gran Bretaña- se largaron a adueñarse del río Paraná, y los partidarios de la patria chica las apoyaron, fueron marcados a fuego por el Libertador:
“Lo que no puedo concebir es que haya americanos que, por un indigno espíritu de partido, se unan al extranjero para humillar a su Patria y reducirla a una condición peor que la que sufrimos en tiempos de la dominación española, una tal felonía ni el sepulcro la puede hacer desaparecer”.
La batalla de Pavón (1861) en la que Urquiza, caudillo del proyecto federal, entrega el triunfo a Mitre, el dirigente del proyecto colonial; la del Pozo de Vargas (1867) en la que Felipe Varela, enarbolando la bandera de la Patria Americana es derrotado, y finalmente la de Cerro Corá (1871) que termina con el Paraguay de Solano López, derrotan el proyecto de Patria Grande.
Aparentemente la grieta ha terminado, se ha cerrado. El puerto y la pampa húmeda han triunfado.
Pero, desde los escombros de la Patria Grande, con el aporte de los hijos de los inmigrantes, el proyecto levanta cabeza con el Yrigoyenismo, y con el aporte de la clase obrera, los derrotados, como el esclavo hegeliano, se levantan y ponen en pie el proyecto de la Patria Socialmente Justa Económicamente Libre y Políticamente Soberana.
¿Desapareció la grieta? No, no se logró la “superación” definitiva. Los derrotados se recuperaron y volvieron. Se produce entonces un vaivén, un deslizarse de una orilla de la grieta a la otra, sin lograr la superación.
El proyecto de patria chica creyó poder triunfar definitivamente contra el proyecto de Patria Grande, provocando el horrendo genocidio que va de 1976 a 1982.
Pero no hubo triunfo definitivo. Desde abajo nuevamente el otro proyecto con las Madres, las Abuelas, los Hijos, los sectores populares que se fueron organizando, se hizo presente y entró a disputar la supremacía. Del 2003 al 2015 volvió la Patria Grande, para caer nuevamente en el 2016.
¿Cómo sigue esta historia? Desde abajo nuevamente el proyecto de patria liberada, de Patria Grande, ha retomado con fuerza el proyecto tantas veces truncado. ¿Será esta vez la solución definitiva? ¿Hay solución definitiva en la historia?
No, no hay solución definitiva. Eso sería el fin de la historia y ya sabemos a dónde van a parar esas hipótesis o tesis de fin de la historia. Pero lo que sí es posible y debe buscarse, es superar esa grieta que nos condena a un ciclo que no deja de renovarse. Se trata de una dialéctica truncada que siempre se realimenta, de una sucesión de primera negación que nunca logra la negación de la negación.
La solución no puede venir de arriba como nos explica Hegel y lo confirma Marx, sino de abajo, no del amo, sino del esclavo, no de los dominadores sino de los dominados. Es desde ese lugar social desde el cual se puede elaborar y llevar a cabo un proyecto superador que sepulte esa grieta. Vendrán otras contradicciones pero no necesariamente tendrán el poder destructivo de la presente grieta.
Es la tarea que el pueblo ha retomado con fuerza.
Fuente: La tecla Eñe