Amamantar es político, es un derecho y una elección
Como todos los años, del 1 al 7 de Agosto se celebra la Semana Mundial de la Lactancia Materna con el objetivo de fomentarla y contribuir no sólo a la salud de lactantes y niñxs pequeñxs sino también a la salud de las madres, disminuyendo el riesgo de padecer ciertos tipos de cánceres, como el de mama y ovarios. Los Estados miembros de Naciones Unidas respaldan el compromiso de apoyo y promoción de la lactancia materna en línea con la estrategia dispuesta por UNICEF. En Argentina, en el transcurso de esta semana se realizarán distintas campañas comunicacionales y talleres abordando el tema.
Lejos de querer ahondar en los beneficios que implica para la salud, interesa poder abordar la lactancia desde una mirada social y de género, desmarcada y complementaria de las ciencias de la salud.
La lactancia no es ajena a la narración patriarcal. Sobre ella también puso el ojo este sistema histórico que se empeña en someter a mujeres y disidencias al dominio masculino. La construcción de sentido que se le otorga tradicionalmente a la lactancia materna está asociada a una realidad exclusivamente femenina y heterosexual, excluyendo contextos sociales más amplios que involucran a otros cuerpos gestantes, disidentes y ajenos a la heteronormatividad. Entonces, por el hecho de pertenecer al ámbito femenino, la lactancia ha sido desprestigiada y considerada como una actividad privada y doméstica, carente de valoración desde una mirada pública.
El feminismo le opone a esta narrativa la concepción de pensar la lactancia materna como un hecho social y cultural. Amamantar es una cuestión necesariamente colectiva, en donde no sólo se relacionan la persona lactante y su bebé sino que además se requiere un entorno cooperativo que ayude a que este proceso pueda fluir y ser sostenido en el tiempo. La relación entre ambas corporalidades funciona de un modo complejo y particular a la vez, generalmente a demanda, y no siempre es acorde al ciclo diurno-nocturno sobre el que se basa la organización de la vida.Las pautas de sueño se ven afectadas y las jornadas suelen ser agotadoras para las personas que deciden amamantar, optando en algunos casos por sustituir o combinar la lactancia materna con complementos en los primeros meses de vida.
A esta complejidad deberían acomodarse los espacios públicos para ser acogedores y proclives al amamantamiento. Si el objetivo de la semana de la lactancia materna es promoverla y apoyarla, entre sus acciones deben aparecer políticas que eviten el alejamiento de los cuerpos lactantes del medio social. La lactancia no debería ser una carga pesada para quienes deciden llevarla adelante, sino un valor positivo para la salud, para el vínculo y para el bienestar emocional.
Para ello es necesario desafiar la distinción entre lo público y lo privado, otorgarle el prestigio social al hecho mismo de amamantar. Poner de manifiesto que la calle y la casa pueden conjugarse y que su distinción no es más que coyuntural en el sistema patriarcal capitalista.
Este reconocimiento nos obliga a repensar las licencias laborales por maternidad/paternidad, prolongándolas (al menos) los 6 meses que recomienda la OMS para la lactancia materna exclusiva, respetando el puesto de trabajo y la remuneración. Dentro de la informalidad, exigir un Estado más presente que apoye económicamente la lactancia materna en esos primeros meses de vida. Así como también fomentar la lactancia desde una perspectiva espaciotemporal que no la recluya a momentos específicos ni a espacios diferentes, porque la demanda del lactante suele aparecer de forma espontánea e imprevista y requiere concretarse sin miradas ni comentarios de desaprobación.
Complementariamente, la resignificación cultural de la lactancia nos invita a reflexionar acerca del reconocimiento social que se manifiesta sobre los cuerpos lactantes después de amamantar. Lejos de honrarse las marcas que quedan impregnadas en ellos, amamantar implica para la mirada propia y de otrxs pérdida de belleza (hegemónica) y sus consecuencias se manifiestan negativamente en “tetas caídas”, “achicharradas”, “llenas de estrías” dejando de ser un objeto estético sexual de deseo para los hombres. Estos mandatos generan en muchos casos resignar salud “eligiendo” no amamantar o exponiendo el cuerpo a cirugías estéticas reparadoras.
Amamantar es político, es un derecho y una elección. Si no nos permitimos abordar este fenómeno desde un enfoque integral que complemente a las ciencias de la salud, la promoción de la lactancia quedará ajena a la realidad que atraviesa a los cuerpos lactantes.
Fuente: www.biei.com.ar