“La cantidad de trabajo nos desborda, la terapia se está llenando y todos están aislados”
“La cantidad de trabajo nos desborda, empezamos ahora a trabajar 12 horas por día, la terapia se está llenando y todos están aislados. Es tanto el estrés de estar pendiente de qué te tenés que poner, cómo tocar las cosas para no contaminarte, ayudar al compañero para que no se contagie, acompañar al paciente y saber que esto recién empieza”, dice Analía Bonilla, enfermera de terapia intensiva de una clínica privada de la ciudad de Río Cuarto. “El panorama es de muchísima sobrecarga laboral no reconocida, una remuneración baja, escasez de personal y dificultades para cubrir bajas porque, una, dos o tres veces por semana, alguien del personal entra en cuarentena porque tuvo contacto”, expresa Julio Bartoli, jefe de terapia intensiva de una institución privada de Córdoba capital.
Las palabras de ambxs profesionales resumen la situación crítica que vive por estos días el personal sanitario de la mayoría de las terapias intensivas de la provincia y el país.
“Los médicos, enfermeros, kinesiólogos y otros miembros de la comunidad de la terapia intensiva sentimos que estamos perdiendo la batalla”, expresaron en este sentido desde la Sociedad Argentina de Terapia Intensiva esta semana en un comunicado.
El alto nivel de ocupación de camas por la pandemia se agrava por la escasez de trabajadorxs de terapia intensiva, una problemática histórica que se relaciona con la falta de reconocimiento a esta especialidad fundamental para el cuidado de nuestra vida. “El problema es que es el mismo recurso humano trabajando el doble y hay momentos en que ese trabajo además se vuelve desbordante aunque la terapia no esté llena”, expresa el médico cordobés.
A ello, se suma, entre otras cosas, la actitud de una parte de la sociedad que niega esta crisis sanitaria y las medidas para cuidarse del contagio, lo que impediría que lxs pacientes que llegan a terapia sigan aumentando. “Trato de llevarlo lo mejor posible, pero somos humanos, tenemos sentimientos y trabajamos con personas, y hay tanta gente que no se cuida, que le da lo mismo”, dice Analía.
La falta de personal
Bartoli explica que, al no poder aumentar el recurso humano de enfermería, médicos y kinesiología en la terapia, están trabajando al límite de su capacidad. Y la situación empeora porque, al exponerse al contagio, gran parte del personal sanitario entra en cuarentena y ya no puede trabajar. “Todos los médicos y casi todas las enfermeras trabajan en otros lugares para poder vivir, entonces, el riesgo es enorme porque es personal que se contagia en otras instituciones y uno hace malabares para cubrirlo. También hemos tenido médicos internados contagiados en la terapia intensiva, que se han contagiado en otras instituciones y los atendemos como pacientes”, explica.
El médico agrega que la falta de personal especializado es un problema anterior a la pandemia: “La raíz principal de la escasez de terapistas es que las condiciones y el modelo de trabajo no son adecuadas, y que la remuneración es muy injusta”. A esto, se suma que la formación para esta especialidad requiere más de diez años. “Se precariza mucho al especialista y hace que los médicos jóvenes elijan otras especialidades y cada vez haya menos, porque hay otras especialidades que tienen remuneración mucho mayor para menor responsabilidad”.
Esta realidad se repite en la parte privada y pública de la salud. Sin embargo, Bartoli señala una diferencia importante en relación a las provincias: “En Buenos Aires, cada hora de trabajo médico en terapia se paga, al menos, el doble que en Santa Fe y Córdoba, donde se paga más o menos lo mismo. A medida que te vas alejando, se paga peor; en las provincias del norte, por ejemplo, se paga menos todavía”.
En cuanto a enfermería, Bonilla explica que sus colegas del hospital de Río Cuarto también están trabajando 12 horas por día y que algunas clínicas de esa ciudad están tomando personas que no tienen experiencia ante las necesidades de aumentar el personal. Además, señala el alto riesgo de contagio que tienen en su especialidad al estar en contacto directo con las personas infectadas, lo que inevitablemente afecta al resto de los pacientes y al personal.
El estrés
Las condiciones de trabajo en las terapias intensivas no sólo implican riesgos físicos para el personal, sino psicológicos ante las situaciones que deben enfrentar cada día y los cuidados que deben sostener. “Es un estrés psicológico el estar pendiente y hacer las cosas bien para que el paciente esté conforme, porque es una persona y está aislada, y vos sos la única persona que escuchan, ven y tocan. Quienes están mucho tiempo aislados ya se empiezan deprimir, extrañan a su familia, no es fácil estar internado, conectado al oxígeno, y tenés que trasmitirle buenas energías de donde no las tengas para acompañarlos en ese tramo”, cuenta Analía.
“Y, después, llegás a casa y tratás de dejar de lado ese estrés, pero lo tenés encima. Son dos mundos diferentes que hay que mantener en pie: la familia y los pacientes. Yo salgo de trabajar y me hice en mi casa un bañito precario para bañarme, pongo la ropa que usé en la clínica con lavandina, me baño y, recién ahí, entro a mi casa. Es la precaución y prevención por mi familia, porque tenemos que continuar con la vida. Acá solamente aguanta el que le gusta la profesión, porque no es fácil”, relata la enfermera.
Por su parte, el médico de la ciudad de Córdoba indica las responsabilidades a las que se enfrentan: “Trabajar en una terapia intensiva que tiene pacientes COVID implica procedimientos nuevos, el uso de equipos de protección y la imposibilidad de cometer errores, de fallar en el intento de cualquier procedimiento, porque no hay segunda oportunidad. Por ejemplo, si hay una emergencia y no hay nadie con los elementos de protección puestos, ponérselos lleva un tiempo y esos segundos implican un riesgo enorme para el paciente. Si hubiera personal suficiente, podríamos tener a alguien las 24 horas listo para actuar”.
En este sentido, el terapista explica que la falta de personal afecta a la calidad de atención de las personas enfermas, a las posibilidades de recuperación y a la humanización con que se trabaja ante su situación. “Entonces, el costo de mantener la calidad es un sacrificio personal enorme de todos los médicos: uno termina haciendo el doble de trabajo y queda exhausto. A su vez, en el caso de las clínicas privadas, se prohibió comprar respiradores, que fueron para la parte pública exclusivamente, entonces, no pudimos aumentar nuestra capacidad instrumental. Pero, de todas maneras, manejar un respirador, usarlo de tal manera que salve vidas, requiere formación de años en la especialidad”.
La actitud de la sociedad y las medidas del Estado
“Sentimos que no podemos más, que nos vamos quedando solos, que nos están dejando solos, encerrados en las Unidades de Terapias Intensivas con nuestros equipos de protección personal y nuestros pacientes, sólo alentándonos entre nosotros”, dice el comunicado publicado por la Sociedad Argentina de Terapia Intensiva.
Analía, desde su vivencia personal, cuenta lo que implica esta situación en el día a día: “Hoy, lamentablemente, me tocó ver morir a una persona con sospecha, ver la desesperación de su hija que llegó a la guardia con el papá vivo y no lo pudo ver más. No puedo explicar lo que se siente en el momento, es un ser humano que necesita despedirse de su ser querido, pero no se puede. Hay personas que siempre se negaron a creer que este virus existe y les toca que se le vaya una persona muy querida y no poder despedirse; yo la entiendo como ser humano porque es un dolor muy grande. Y salís a la calle y ves tanta gente que no entiende lo que está pasando. A nosotros nos da mucha bronca la gente que cree que todo es una mentira, que es todo a nivel político y que se va a ir en un mes, y no, esto viene para rato, y es aprender a convivir con el virus. Te genera bronca porque no piensan en los que estamos ahí adentro”.
En relación al accionar y las medidas del Estado, Julio Bartoli plantea: “Uno podría tener miles de enfoques diferentes de cómo se puede hacer y de lo que ha hecho en términos de cuarentena el gobierno de la Provincia y Nación, pero tiene que medir el resultado y ha sido bueno, especialmente con el COE de Córdoba. La manera en la que se manejó puede generar molestias o enojos, pero Córdoba se ha mantenido con tasas de contagio y circulación bajas gracias al enorme trabajo del COE, en eso tenemos que reconocer que se ha trabajado muchísimo y bien”.
Sin embargo, cuestiona la actitud del gobierno hacia los médicos intensivistas, que, tanto en la parte pública como privada, tienen un muy bajo reconocimiento de su especialidad, una situación que, señala, también es responsabilidad de otras entidades, como el Consejo Médico o las sociedades profesionales que no han dado respuestas al reclamo de que se valore de manera justa y se visibilice el trabajo que realizan. Y agrega: “Nadie conoce lo que se vive y lo que pasa dentro de la terapia, la intensidad del trabajo, todo lo que hay que estudiar, las noches sin dormir”.
Fuente: La Tinta