De Mineapolis a Bogotá. Afinidades criminales de la policía
“Pasa una banda de criminales en sus hermosas motos policiales”.
Piero, Las cosas que pasan.
¿Qué tienen en común las ciudades de Minneapolis (Estados Unidos) y Bogotá (Colombia)? Aparentemente nada, puesto que una es una ciudad intermedia de la primera potencia mundial, con medio millón de habitantes mientras que la otra es un tenaz (y no la Atenas sudamericana propiamente dicha) moridero urbano-tropical del mundo subdesarrollado, con unos 9 millones de habitantes, capital de la República Bananera de Colombia. Lugares tan distantes, con culturas, historias y sociedades diferentes se emparentan en estos días por lo que pueden llamarse afinidades represivas, en concordancia con el comportamiento criminal de las fuerzas policivas contra inermes ciudadanos. En ambas ciudades se han presentado crímenes oficiales (de Estado) como resultado de la brutalidad policial, con una similitud que a primera vista y para quien esté desinformado le puede resultar asombrosa. En efecto, el 25 de mayo fue asesinado a mansalva y en estado de indefensión el afro estadounidense George Floyd, en una brutal e innecesaria acción de varios policías, una situación que en una sociedad civilizada hubiera sido resuelta sin violencia. Pero no estamos en una sociedad civilizada, estamos en Estados Unidos, un territorio dominado por la fuerza bruta, las armas, la muerte consentida de quienes se consideran inferiores, entre ellos los pobres y la población afroamericana. Las imágenes de ese asesinato oficial son elocuentes, tanto que las mismas han generado un cumulo de protestas en todo Estados Unidos, que se extienden hasta el día de hoy, poniendo de presente el racismo endémico que caracteriza a esa sociedad. En el momento de ser detenido y sometido violentamente, George Floyd dijo antes de morir: “No puedo respirar”. De nada valió su suplica, porque el policía-asesino (perdón por la tautología) en lugar de aflojar apretó más hasta consumar su crimen. Como muestra del “candor y humanitarismo policial”, Floyd fue sometido durante ocho interminables minutos, una agonía brutal, que producía satisfacción sádica al policía que lo asfixiaba. (Ver foto) 2
En Bogotá se repitió esa escena, copiada al pie de la letra a partir del manual del Perfecto Policía (es decir, criminal), el 8 de septiembre en horas de la madrugada. El ciudadano Javier Ordoñez de 46 años, estudiante de derecho a punto de graduarse y taxista de oficio, salió de su casa, donde departía con unos amigos, a comprar licor. Junto con él estaban otras personas. Ellos fueron abordados por los policías en forma soez, con un lenguaje vulgar y discriminatorio como suelen hacerlo -y eso lo sabemos y lo soportamos a diario quienes vivimos en Colombia y no pertenecemos al “selecto” círculo de los “colombianos de bien-”. No era la primera vez que uno de los policías se encontraba con Ordoñez, a quien ya tenía entre ojos, como decimos acá en Bogotá, y por eso le dijo: “Esta vez no se me salva”. Ordoñez le respondió calmadamente: ‘Pues póngame el comparendo y yo lo pago’”. Seguidamente se le detuvo, golpeó, tiró al suelo y allí fue atacado con un Taser, un arma que dispara rayos y paraliza a quien los recibe. “Fue atacado (Ordóñez) continuamente con el ‘taser’. Está bien una, dos veces, pero fue una tortura durante minutos que parecían horas, una eternidad esa tortura (…) Todos gritábamos que ya basta, que ya, pero se escuchaba ‘taser’, tras ‘taser’, disparos tras disparos. Es un abuso”1. En el suelo y cuando estaba siendo golpeado, Ordoñez alcanzó a decir “No más, por favor”. Pero, como en el caso de Floyd en Minneapolis, el policía-asesino no se detuvo y antes por el contrario le disparo más con el Taser. Uno de los amigos de Ordoñez relató: “Cuando llegué (al CAI), ya mi amigo (Javier) estaba desmayado. Lo subimos a la patrulla para llevarlo al hospital. Pero él llega sin signos vitales. El médico me dijo que él había muerto a raíz de los golpes que le habían propiciado” 2. El análisis forense certificó que había muerto como resultado de haber recibido nueve golpes en la cabeza, para ver el cariño con el que los policías tratan a los colombianos de a pie. 3 Como en Minneapolis, en Bogotá quedó grabado un video, de dos minutos 18 segundos, donde se puede ver la brutal agresión de los policías, donde se escuchan voces que les gritaban: “Por favor, no le haga más”.
Las similitudes entre el trato criminal que en los Estados Unidos y en Colombia caracterizan a sus respectivos cuerpos policiales no son coincidencias fortuitas. Ese patrón común responde a una misma lógica, que en el caso de Colombia se explica porque esta es un cuerpo militar, y no civil, adiestrado durante décadas por sus “maestros” estadounidenses. Ese adiestramiento se confunde y se mezcla con el que han recibido las fuerzas armadas de Colombia, país que ocupa el primer lugar en el mundo en cuanto el número de asistentes a la Escuela de las Américas (Estados Unidos), donde se les enseña a torturar, matar, se les forma en una ideología anticomunista y de desprecio a los pobres y humildes. Por eso, no extraña que la policía colombiana esté formada para la guerra interna y contrainsurgente, como se evidencia con el hecho que cuenta con unidades especiales de guerra y batallones Jungla, responsables de numerosos crímenes. Eso explica, entre otras cosas, su dependencia no del Ministerio del Interior, sino del Ministerio de Defensa (sic), que en realidad el Ministerio de Guerra. Ese no es un elemento puramente formal y burocrático, es un aspecto esencial, que explica el comportamiento criminal y antipopular de la policía colombiana, que ve a cualquier ciudadano pobre e indefenso como su enemigo y al que se le puede maltratar, golpear, ultrajar, desaparecer o matar, como tradicionalmente se ha hecho con los guerrilleros, 4 los insurgentes, los estudiantes universitarios pobres, los huelguistas, los campesinos, los indígenas….
En pocas palabras, a todos esos sectores, considerados como enemigos internos, los policías de Colombia los ven como los negros en los Estados Unidos y como los palestinos en los territorios ocupados por Israel. Sí, porque las fuerzas represivas de Israel instruyen a las de Estados Unidos, y estas a su vez han instruido a las de Colombia. No por casualidad las clases dominantes de Colombia presumen con orgullo de que a este país se le llame el “Israel de Sudamérica”. Entre muchas similitudes con Israel hay que destacar el terrorismo de Estado, que tiene la misma duración (70 años), y entre los aspectos distintivitos de ese terrorismo de Estado sobresale el papel que desempeñan las fuerzas represivas, entre ellas la policía.
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Sí, una policía y unas tropas de ocupación, como ocurre en Gaza y Cisjordania, que aplastan y asesinan a los palestinos en forma cobarde y miserable. Y eso mismo acontece en Colombia, la policía actúa como una fuerza de ocupación de los barrios pobres, en las veredas campesinas, en las universidades públicas… y somete brutalmente a sus habitantes, es decir, los trata como palestinos. Los palestinos se han convertido en la carne de experimentación de brutales métodos de represión y por eso son sometidos por el estado sionista de Israel a torturas, estrangulamientos, asesinato, maltratos indecibles, represión desmedida y asesina contra niños y jóvenes, destacándose por su sadismo el uso de armas largas, tanques y aviones para enfrentar las piedras que esos niños puedan lanzar a los policías y soldados de Israel.
El 10 de agosto de 2016, el Departamento de Justicia de Estados Unidos publicó un informe en el que hablaba de “violaciones constitucionales generalizadas, aplicación discriminatoria y cultura de represalias” dentro del Departamento de Policía de Baltimore. Lo que no decía ese informe es que ese cuerpo policial es adiestrado por la policía más asesina del mundo: la de Israel. Muchos policías de Estados Unidos han viajado a Israel y a los territorios palestinos ocupados a aprender sobre el terreno y en la práctica, viendo como esas fuerzas policiales masacran a los palestinos. Un elemento central de la “cultura policial” de Israel que se transmite al mundo, y que se asimila en primer lugar en los Estados Unidos y de rebote por las policías que adiestra Estados Unidos, como la de Colombia, es la impunidad absoluta, porque los policías de Israel saben que cuentan con el apoyo irrestricto de su Estado y que son parte del terrorismo oficial para matar palestinos. Nadie los toca, por evidentes que sean sus acciones criminales. Eso también sucede en los Estados Unidos, donde difícilmente un policía será condenado por los crímenes que se realiza, y vaya casualidad, lo mismo acontece en Colombia. Las “sanciones” máximas que se aplican son suspensión por algunas semanas y, cuando mucho, destitución del cargo, pero nada más. La “justicia policía y militar” se encarga del resto, es decir, garantizar la impunidad y la buena vida de los asesinos. Por ello, la rodilla en el cuello, el método que uso un policía de nombre Derek Chauvin para asesinar a Floy “ha sido usado y perfeccionado para torturar a palestinos por las fuerzas de ocupación israelí en los últimos 72 años de la limpieza étnica y el desahucio” 3. Y ese mismo método y otros conexos o parecidos son empleados en Colombia desde finales de la década de 1940 por la policía de este país.
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Existe una isrealizacion de la policía de los Estados Unidos y de contera de la policía colombiana. Y no podía ser de otra manera si puede decirse que “Israel es la Harvard de la brutalidad policial”. Goza de la misma fama como el país que enseña y difunde criminalidad bestial contra un pueblo ocupado y colonizado, similar a la respetabilidad académica que se suele asociar a Harvard. Su Good Will académico está dado por su dilatada experiencia de siete décadas en masacrar palestinos, desde su expulsión en la limpieza étnica de 1947-1948. Tiene una dilata trayectoria (“Hoja de Muerte”) en todo lo referido a exterminio, tortura, asesinatos, masacre de niños y eso es lo que transmite a las policías del mundo. Allí se les enseña a los policías de Estados Unidos ‒una especie de profesores visitantes que cuentan con becas y cursan pasantías de especialización criminal‒ los métodos de asesinato que efectúa el estado de Israel. Por ejemplo, una de las técnicas más enseñadas es la del asesinato a mansalva, en que los palestinos, los negros y los pobres colombianos pueden ser el blanco elegido: “Aunque normalmente se le dice a la policía que apunte al pecho cuando dispara es porque es el objetivo más grande, los israelíes han enseñado a los oficiales estadounidenses a apuntar a la cabeza del sospechoso para evitar la detonación de cualquier explosivo atado a su torso”4. La doctrina policial de Israel, irrigada por el mundo entero, con conexiones directas en los Estados Unidos y Colombia, se basa en el supuesto de que existe una “íntima conexión entre la lucha contra los delincuentes y la lucha contra los terroristas” y por eso sostienen que tanto ellos como sus émulos de los Estados Unidos están “luchando contra los crimiterroristas”5. Estas palabras fueron pronunciadas en 2006 en los Estados Unidos por Avi Dicher, ex jefe del servicio de seguridad interna de Israel Estamos hablando, entonces, de una política estructural y sistemática de formación de la policía para matar, como una fuerza al servicio del Terrorismo de Estado, que se ejerce impunemente contra los que son considerados, en público o en privado, como reales o potenciales enemigos. Y en Colombia esos enemigos cubren a la población pobre, a los trabajadores, a los desempleados, a los habitantes de los barrios periféricos (que son el 70 u 80% de los habitantes de la ciudad), a los jóvenes, a los estudiantes, a los profesores y un rosario sin fin. Por ello, en Colombia, como en Estados Unidos o Israel, no es que los policías que matan sean unas cuantas “manzanas podridas” que actúan irresponsable e individualmente y dañan a la “querida policía nacional”, como la llaman sus áulicos (entre ellos ciertos violentologos, pazologos y académicos). No, no son manzanas podridas, es que el árbol todo está dañado desde sus raíces, máxime que esas raíces se soportan en un burdo anticomunismo y odio a los pobres. Podríamos decir, siguiendo ese lenguaje, que la policía colombiana es un producto del árbol de las manzanas podridas. Parafraseando a Shakespeare puede concluirse que Cuando todas las manzanas están podridas es imposible escoger, porque el árbol está podrido.
Fuente: Contrahegemonia Web