La autogestión frente a los laboratorios, en la producción de alcohol en gel
“Vista a unas cuadras, la fila del supermercado del barrio pareciera ser más larga. Las personas esperan afuera, guardando distancia. Si a eso sumamos que adentro hay un límite reducido de gente, el tiempo en espera es mucho menor de lo que indica la vista. Una persona entra, otra sale. De a poco, ese se va convirtiendo en un código urbano. Llega mi turno. Al entrar, miro de reojo a la persona que sale, y creo que nunca me acostumbraré a ver a la gente con barbijo. Adentro hay una botella de alcohol en gel, me acerco y obedezco el rótulo que pide usarlo. La misma acción se repite con el cliente que sigue.”
Durante estos meses, aprendimos que ningún producto escapa de la especulación capitalista, aunque esté en juego la salud de todxs. Luego del 11 de marzo, cuando el COVID-19 fue declarado pandemia por la OMS, el precio del alcohol en gel había escalado un 48%, lo que llevó al gobierno argentino a implementar estrategias para combatir los abusos. Fue mediante la resolución 86/2020 que se congeló el precio del alcohol en gel a los valores de febrero y se realizaron sanciones a empresas que lo subían o que especulaban con el producto de sus bodegas.
En la Argentina, la producción de alcohol en gel está en las manos de un reducido grupo de laboratorios, entre los que destacan Porta Hermanos, el fabricante número uno del país, con un 60% de participación en el mercado; Ela Phoenix, quien produce la marca Pervicol, Fradealco y Roberto Pasmanter, quien provee de alcohol a Farmacity y Carrefour.
Durante los primeros meses de la pandemia, el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA), la zona de mayor concentración poblacional en el país, fue la zona más afectada. De ahí que abastecer a los barrios y a lxs trabajadorxs esenciales fue una tarea que no se podía dejar a los monopolios farmacéuticos. Y ante los abusos que éstos generaban, la respuesta popular y autogestiva no se hizo esperar. Así lo entiende Harol Porras, integrante de un productivo del Frente Popular Darío Santillán en Constitución: “Cuando empezó la pandemia, vimos que muchas empresas grandes subían los costos de alcohol de una forma exagerada, entonces dijimos que nosotros sí teníamos la posibilidad de hacerlo. Pudimos sacar adelante el tema del productivo con el alcohol en gel”.
Harol, junto a otros dos compañeros, realizan la actividad que fueron aprendiendo en el camino. Y luego venden sus productos a la municipalidad de San Martín y otra al Mercado de Consumo Popular –MeCoPo-, que los comercializa en sus locales y como parte de su sistema de distribución. Así se integra en el circuito de la economía popular, a precios mucho más bajos. Y otra parte se destina a los barrios populares, tal como lo explica Harol: “Parte de lo que producimos es para los barrios populares que actualmente están dando batalla contra la pandemia, y compañerxs que están día a día ahí poniendo el cuerpo frente a la pandemia”.
La producción de alcohol en gel también fue asumida por varias empresas recuperadas. Conocido fue el caso de Farmacoop, desde donde comenzaron a producir alcohol en gel para abastecer a los hospitales de la Provincia de Buenos Aires. Por su parte, la empresa recuperada Madygraf, especializada en gráfica, adaptó su producción para realizar barbijos y sanitizante de alcohol en conjunto con docentes de escuelas técnicas y estudiantes de ciencia y tecnología de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM).
En junio, lxs trabajadorxs de la cooperativa Gotan, ubicada en el parque industrial de Burzaco, donaron dispensadores de alcohol en gel a hospitales y barrios. Recientemente, Gotan obtuvo la matrícula como cooperativa, luego de un año de lucha por ese reconocimiento, después de que la patronal abandonara la fábrica septiembre de 2019.
Desde la economía social y popular, otros colectivos se organizaron y adaptaron sus prácticas al contexto. Este es el caso del colectivo de trabajo Burbuja Latina, quien ya antes de la pandemia se dedicaba a la producción de artículos de limpieza. Burbuja Latina surgió como colectivo de trabajo en 2002, desde la Asamblea Gastón Riva del barrio de Caballito, para enfrentar la desocupación de aquellos años, y en la búsqueda de generar otras relaciones laborales. Sobre su experiencia durante la pandemia y sobre su concepción del trabajo, conversamos con Pato, integrante del colectivo, quien detalló: “Tendemos a que todes les compañeres nos empoderemos para sentirnos parte y poder afrontar la mayor cantidad de tareas, sino todas, y que la opinión de todes sea válida”. Sobre la organización dentro del colectivo, explicó: “Cada dos semanas tenemos una asamblea a la que asistimos todes, en la que tratamos todos los temas necesarios, respecto a coyuntura, organización de las tareas, dificultades del trabajo y algunos desencuentros que nos suceden (como a cualquier grupo humano)”.
Antes de la pandemia, Burbuja ya comercializaba alcohol en gel y sanitizante, pero en este tiempo sumó el alcohol líquido al 70% entre la oferta. Esto se debía, también, a la demanda, según explicó Pato: “Al principio fue bastante complejo conseguir alcohol en gel o imposible, por momentos. Si bien hicimos algunas pruebas, no pasó de eso. El alcohol que vendemos es fabricado por otros emprendimientos o empresas”. Respecto de cómo modificó la pandemia su dinámica de trabajo, Pato señaló que “durante los primeros meses suspendimos o redujimos los repartos, para no exponernos y por cuestiones de permisos. Unas cuantas materias primas, envases y demás insumos necesarios para trabajar se hicieron imposibles de conseguir o tuvimos que encontrar proveedores alternativos o aumentaron los precios. Con el tiempo, eso más o menos se fue estabilizando”.
La relevancia de estos productos para los sectores populares pasa por su importancia para activar protocolos de cuidados de las compañeras y los compañeros que realizan actividades esenciales, en especial las de cuidado, como los comedores en los barrios y otras actividades que reclaman por ser consideradas por el Estado como tal.
Sobre esto, charlamos con Marisa, integrante del Frente Organizaciones en Lucha (FOL) en Lugano, quien nos comentó sobre las acciones llevadas a cabo para garantizar insumos de higiene y limpieza: “En el barrio, gracias a un conjunto de organizaciones que conformamos la mesa activa y otros dos grupos grandes, pudimos congeniar con el Instituto de Vivienda, una bolsa alimentaria a los vecinos, pero son muy pocas y pudimos coordinar que se les entregue a sus vecinos un kit de limpieza que contiene una lavandina de un litro y detergente, nada más, y un jabón. Creemos que es insuficiente, pero lo conseguimos para que les den a los vecinos de villa 20”.
La falta de reconocimiento de parte del Estado de las actividades en los comedores ha sido una de las denuncias que llevaron adelante desde la campaña “Somos Esenciales”. Así lo explicó Marisa: “En esta situación de pandemia, el trabajo de las compañeras y compañeros va aumentando cada vez más y creemos que es un derecho que se les reconozca este arduo trabajo que también ha hecho antes de la pandemia. Nunca han sido reconocidas nuestras compañeras de los comedores donde se arriesgan, y a la vez hacen un esfuerzo para que les llegue un plato de comida a todos los vecinos”. La solidaridad ha sido clave para garantizar que las compañeras en los comedores y otras tengan lo necesario para cuidar su salud, frente a la falta de respuesta de las autoridades de nación y del gobierno porteño.
La pandemia puso sobre la mesa la necesidad de otra economía. Una donde el debate no sea salud y economía, sino que esta esté en función de la salud, los derechos. Desde la organización sindical para defender la salud, hasta la autogestión para garantizar un producto esencial como en el alcohol en gel, el común es trabajadorxs cuidando trabajadorxs, se trata de cuidado y de organización, se trata de que lo esencial, es comunitario.
Fuente: Marcha