No somos Dolores
Un héroe de la clase trabajadora es algo a lo que aspirar, canta John Lennon en la educación emocional de quienes, por estos días, cuestionan la batalla territorial que se da en Entre Ríos entre Dolores Etchevehere y sus hermanos. Pero un héroe de la oligarquía es una contradicción en ciernes. La oligarquía se construye sobre la opresión y la explotación de otras y otros. Y a pesar de las manzanas que caen lejos del árbol —como el Che—, ya lo dijo Jauretche: “La oligarquía es una minoría ínfima en nuestra sociedad; son dueños de la tierra, sí, pero su mayor poder es el de ser dueños de la cabeza de miles de argentinos de clase media, que, sin tener más tierra que la de los canteros del patio, se comportan como fieles defensores de un modelo que no les pertenece”.
Entonces, ¿por qué Dolores Etchevehere aparece alzada en brazos por el pueblo como una heroína de la clase oligárquica para la clase obrera? ¿Por qué los feminismos parecen hacer de ella una ídola? ¿Dónde está la confusión? La causa de Dolores Etchevehere, hermana del ex presidente de la Sociedad Rural Argentina y ex ministro de Agricultura del gobierno de Macri Luis María Etchevehere, apela a su derecho como heredera natural de su parte de la tierra, un concepto rancio en la filosofía del derecho. No hay nada natural en la normativa legal. No hay nada político en el reclamo de una señora bien, criada sin que le falte nada, periodista en el diario La Nación cuando quiso, fanática de los boliches también, por una porción de tierra que le corresponde por herencia. Y que, al mejor estilo dama benefactora, dona parte a lxs trabajadores.
¿Somos todas Dolores Etchevehere? No. No somos Dolores ni queremos serlo, aunque a un campito con casco para tomar mate en la galería no se le hace asco —digamos todo. Los feminismos no se edifican en base a figuras que levantan vuelo momentáneo. Hace tiempo venimos diciendo que el movimiento no quiere ni tiene vacas sagradas ni cabezas de ganado que lideren la manada. Cada una de nosotras somos nuestras propias referencias. Pero además, las desventuras de una heredera oligarca propia de una serie de Amazon Prime o de una película de María Luisa Bemberg no convocan con la misma empatía que las despojadas de toda fe de Guernica.
Entonces, ¿es esto una alianza interclasista? A la progresía urbanita no la identifica ni Dolores ni la problemática rural. ¿Estamos defendiendo el privilegio de una niña rica? ¿El derecho de una heredera, su potestad de patrona de estancia? ¿Si el 40% de su “herencia natural” no estuviera destinada por donación personal a un proyecto agroecológico estaríamos tomando la misma posición? ¿Aporta el conflicto familiar de los Etchevehere a las disputas territoriales que nos importan?
“En tus comidas está el campo”, dice el jingle por la radio, y nos mete eso que nos es ajeno en el cuerpo. El glifosato y la violencia económica son transversales a la clase. En la saga de ovejas descarriadas, Dolores no es Mariano Macri deschavando las miserias de su hermano mayor. Dolores es el capítulo del libro Mariano que se titula “Las hijas”, donde Santiago O`Donnell cuenta que las hijas mujeres, como Sandra Macri incluso estando mal de salud o justamente por estarlo, eran maltratadas en la mesa de las negociaciones. Eran apartadas de las decisiones y perjudicadas.
Así y todo, tenemos bien claro que no somos las nietas de la oligarquía borradas de la historia. En Entre Ríos hay mil Grabois, un apellido de origen rumano muy común en las colonias del Barón Hirsch. Como Axelrud, el de mi abuela que nació en el campo cerca de Cacés y se casó con uno de Basavilbaso. Qué tiene que ver. A mi bisabuelo Alter le mataron el primogénito en un episodio raro, nunca se supo bien quién se quedó con los campos. ¿Quiénes son los dueños de la tierra? ¿Por qué los Etchevehere avanzaron, sin papel, con piedra y tijera —por la fuerza— sobre el terreno de la escuela?
El 16 de noviembre se cumplen 9 años del asesinato de Cristian Ferreyra. A Cristian lo mataron mientras luchaba por defender su campo del avance sojero. El asesinato tiene relación directa con el modelo de los agronegocios. Es que el avance de la frontera agrícola sojera, requiere de las tierras ancestrales que familias campesinas y originarias habitan desde hace años.
Dolores es traidora a una familia de tradición explotadora a la que pertenece. Eso no la convierte en una líder campesina. Pero este conflicto levanta polvareda. ¿Cómo se hace para poner en cuestión el régimen de la tierra en este país? ¿Por qué se habla de las tierras tomadas en Guernica y no de las que ocupan de manera dudosa algunos barrios privados?
Sabemos que histórica y numéricamente los hombres son quienes poseen las mayores fortunas y las mayores porciones de tierra en el planeta. Son los hombres también quienes no liquidan la soja que rompió precios históricos estos días intentando forzar una devaluación que devenga en crisis social y política. Para problematizar los usos de la tierra, las explotaciones, la repartición de la riqueza, tenemos que pulsar esa intersección: la de las violencias patrimoniales y económicas, la impunidad de los pactos de caballeros.
Puede que el de Dolores no sea un caso emblema. Es una mujer más con privilegios y sobre la que también pesan la violencia y los avasallamientos. Puede, entonces, que Dolores no sea una heroína; nuestros faros son los proyectos redistributivos, los proyectos agroecológicos comunitarios. Si luchamos es por las que no heredaron, las que no llegan al alquiler, que no pueden y que no tienen. Para que puedan y tengan. Las Mujeres Agropecuarias en Lucha lo saben bien: en la trama de inequidades que se teje a partir del caso Etchevehere está la potencia de que florezcan mil proyectos agropecuarios como el Artigas y haya un poquito de reparación, de justicia.
Fuente: Latfem