Colombia. ¿Cómo fue la movilización estudiantil este 2020?
Luego de que el Gobierno Nacional decretó el aislamiento obligatorio, los estudiantes de las Instituciones de Educación Superior (IES) públicas del país denunciaron la nula o escasa conectividad para asistir a las clases virtuales, así como el empobrecimiento de los hogares a causa de la emergencia sanitaria.
“Los estudiantes de la universidad pública no contamos con los recursos para acceder a la educación. En ese sentido la matrícula cero se convierte en una bandera fundamental”, dice María Aguilera, representante estudiantil ante el Consejo Superior de la Universidad Industrial de Santander (UIS).
Esta pequeña victoria del movimiento estudiantil buscó paliar lo que auguraba la Asociación Colombiana de Representantes Estudiantiles de Educación Superior: para el segundo semestre de este año, la deserción en las IES sería entre el 30% y 50%, teniendo en cuenta que al menos el 90% de los estudiantes son estrato 1, 2 o 3, los más afectados por la pandemia.
“Pedimos la matrícula cero en un escenario en donde los hogares tienen que desertar de sus estudios para garantizar la comida, el pago del arriendo, de los servicios”, afirmó María Gallego, estudiante de licenciatura con énfasis en matemáticas de la Universidad de Antioquia.
Por su parte, la profesora, activista y feminista Sara Férnandez, le atribuye al crecimiento de la pobreza que ha dejado a su paso la pandemia, el hecho de que las brechas sociales aumenten. “Si partimos de la idea de que la educación es un derecho humano, fundamental, no suena descabellada la propuesta de matrícula cero, sobre todo en estas circunstancias donde la educación a nivel superior es tan excluyente”, aseguró.
Ante esta problemática, el estudiantado hizo campañas comunicativas a través de redes sociales; sin embargo, “las redes también tienen límites. Llega un momento en el que los derechos inevitablemente hay que disputarlos en ejercicios de presión reales”, nos dijo Esteban Romero, estudiante de ciencia política en la Universidad Nacional e integrante de la Oficina Estudiantil.
Así, en abril más de 20 estudiantes de la UIS entraron a la institución, e instalaron un campamento para exigir la matrícula cero para el próximo semestre, entre otras cosas. Después de 5 días, los estudiantes y la administración universitaria acordaron la realización de una mesa de concertación para discutir ampliamente sus exigencias.
Este hecho marcó el comienzo de las protestas en otras universidades públicas del país que estaban cerradas, pero no solas: el aumento de los casos de COVID-19 no fue un obstáculo para la oleada de acciones de protesta estudiantil.
La huelga como acto de protesta
“No hay nada más violento que atentar contra nuestros cuerpos; por eso decidimos que una huelga de hambre era la acción que más se ajustaba a nuestro objetivo y al contexto”, aseguró María Gallego, quien también participó de la huelga de hambre en esa misma universidad.
Ante este panorama de cuarentena obligatoria y una posible deserción masiva, la huelga de hambre se posicionó como la táctica que utilizaron estudiantes de diversas IES para exigir la matrícula cero en el segundo semestre del 2020.
“Fueron tiempos difíciles, no solo por el desgaste físico, sino porque estábamos en la calle, los carros nos gritaban cosas, no teníamos buen acceso al baño. Tuvimos que implementar, como pudimos, mínimos de bioseguridad”, dice María Gallego. La huelga de la Universidad de Antioquia (UdeA) duró 202 horas y finalizó con un anuncio de la rectoría en donde garantizaba la matrícula cero para los estudiantes de pregrado.
Para María “más que lo físico de sentir hambre, es saber que eso es lo que que al pueblo le está tocando. Hay personas que deben decidir entre mercar y pagar matrícula. En este contexto, decidir aguantar hambre es un acto simbólico y político”.
La victoria de la UdeA también se trasladó a la Surcolombiana que, luego de que 20 estudiantes, aproximadamente, cumplieran 11 días de huelga, el gobierno departamental y municipal aseguraron que iban a aportar fondos para garantizar la matrícula cero. “Fueron días muy tensionantes pero pudimos tejer esa red de camaradería que hoy se mantiene y que sacó adelante el campamento”, recuerda Marcela Giraldo, quien participó de la huelga.
Por otro lado, Fabián Pineda, huelguista de la Universidad Pedagógica Nacional (UPN) no consumió ningún alimento durante 456 horas. Para pasar el hambre daba vueltas por la universidad, leía y tomaba suero; “pensaba en que lo que hacía era algo digno y que mucha gente lo necesitaba”.
A través de esta acción lograron descuentos en la matrícula para los estratos 1, 2 y 3, es decir para aproximadamente el 70% de los estudiantes de la UPN, según Fabián.
Por otro lado, los estudiantes de la Universidad Nacional en Medellín decidieron encadenarse a una de las porterías. “La primera clase que yo tuve este semestre la vi encadenado, desde el campamento”, recuerda Esteban Romero, estudiante de ciencia política en la Universidad Nacional.
Instalaron sus carpas en la entrada y organizaron los turnos para hacer las comidas, las guardias y el protocolo para ir a los baños. Adaptaron una zona de estudio y solicitaron fondos a sindicatos y organizaciones sociales de la ciudad. Mientras tanto, el vicerrector de la sede, Juan Camilo Restrepo, los recibió con un alambre de púas en la entrada.
“Nosotros estábamos firmes en que ahí nos íbamos a quedar hasta que hubiera una respuesta de la universidad o del gobierno nacional”, enfatiza Romero.
La Universidad Nacional pedía que los fondos para las matrículas fueran inyectados desde el presupuesto general de la nación, objetivo que aún no se ha cumplido. Sin embargo, para Esteban fue un logro político haber posicionado en el debate público el acceso y la permanencia a la educación superior pública en pandemia.
Este logro también se evidencia en el proyecto de ley que fue radicado por varios senadores, con el que se busca garantizar la gratuidad de la matrícula para estudiantes de pregrado y posgrado en todas las IES públicas del país.
Las proyecciones, más allá de lo logrado
El Paro Nacional que estalló luego del 21 de noviembre del año pasado, retó al desgaste y las fracturas que el movimiento estudiantil cargaba desde finales del 2018. Sin embargo, los estudiantes tuvieron un rol fundamental en la pedagogía de las jornadas de protesta. Para Esteban “nuestro papel fue poner a la universidad a hablarle al país, sacar la universidad a la calle. Subíamos a los buses, a los barrios, y contábamos por qué la movilización era importante, necesaria, legítima”.
Al igual que otros sectores, el movimiento estudiantil se había dispuesto a la dinámica de movilización que fue determinada por el 21N, pero que se detuvo abruptamente con la cuarentena; “el movimiento queda en un periodo de incertidumbre sin saber cómo continuar con ejercicios de movilización con un sentido de cuidado y autocuidado”, asegura María Gallego.
A pesar de la cuarentena, el estudiantado logra identificar y poner práctica otras formas de protesta menos masivas pero que fueron efectivas para, de una u otra forma, cumplir su objetivo principal: garantizar la matrícula cero para el segundo semestre del 2020. “La matrícula cero sería un apoyo importante para reducir la deserción, garantizar la permanencia de los estudiantes, especialmente en pandemia”, asegura Sara Fernández.
Las expresiones estudiantiles de varias universidades han calificado como “victoriosa” esta acción de movilización. A través de la protesta pacífica los estudiantes lograron que las administraciones locales y departamentales destinaran recursos para evitar la deserción. “La idea que teníamos era comunicar lo que estaba pasando pero sin entrar en un ejercicio lastimero o amarillista, sino insistiendo en la importancia política que tenía la protesta, pensando en proyectar esa imagen poderosa que a nosotros nos parece que fue la huelga”, apunta Marcela.
A la pelea por la matrícula cero también se han sumado movilizaciones de otros sectores que reivindican sus derechos en medio de la pandemia. El encierro y las políticas que han sido implementadas por el gobierno para hacer frente a la emergencia sanitaria, han tenido consecuencias económicas y sociales, no solo para los estudiantes y sus familias, sino en general para las poblaciones más vulnerables del país.
La victoria de los estudiantes, más allá de beneficiarlos a ellos mismos, es la victoria de hombres y mujeres que, además, trabajan o son hijos de trabajadores rurales y urbanos. Según Esteban “en la encadenatón tomamos simbólicamente los trapos rojos y nos pusimos unas capas rojas. Nos solidarizamos y entendemos por qué la gente sale a agitar esos pañuelos rojos en las calles, en las autopistas, en las ventanas de sus casas, pidiendo sobrevivir y vivir dignamente”.
Fuente: Colombia informa