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Santos Guillén se levanta con dificultad de un reclinatorio, donde se arrodilló para orar junto a los restos de San Óscar Romero. Camina hacia las gradas de Catedral Metropolitana, donde en unos minutos se celebrará una misa para conmemorar el natalicio de Monseñor, a quien dijo conocer en vida, antes de su martirio el 24 de marzo de 1980. Santos se seca los ojos con un pañuelo y aclara su voz. «Si Monseñor estuviera vivo, no pararía de denunciar tanta injusticia», afirma.

Santos es uno de los cientos de fieles católicos que llegaron ayer a la Catedral de San Salvador para recordar a Monseñor Romero, el primer santo salvadoreño, que fue asesinado mientras oficiaba una misa en la Capilla del Hospital Divina Providencia. «Yo fui a su última misa, estuve ahí cuando se oyeron los disparos. Y estuve después, en su entierro, aquí mismo en Catedral», dice el salvadoreño, de 78 años, conmovido al recordar las escenas.

Cada 15 de agosto, dice, viene a visitarlo para «mantener viva su lucha y su palabra, que seguimos viviendo». «La palabra que él pronunció es la palabra que todos pronunciamos, que es la justicia. ¿O usted cree que guardaría silencio ahora? Porque decir que hay justicia en el país es ridículo… tanto encarcelamiento hasta de gente inocente», cuestiona Santos, quien asegura haber presenciado el arresto arbitrario de jóvenes que han sido detenidos sin pertenecer a pandillas, en el marco del régimen de excepción, que acumula más de 49,000 capturas en El Salvador.

«Lo que estamos viendo ahora es una comparación auténtica con los momentos que había antes de la guerra, con lo que pasó y ahora sigue pasando», afirma.

En sus manos, Santos sostiene una estampa de Monseñor Romero y una camándula. Una fiel católica se le acerca para recordar que a las 12 del mediodía se celebrará la misa en la Nave principal, y se despide. «Quédese a la misa», afirma. «Yo creo que Monseñor va a hablar».

La Eucaristía inicia, y cientos de fieles cantan alabanzas. El incienso se eleva hasta el techo de la Catedral, y Santos escucha atento, como en una especie de trance, respondiendo de memoria todas las palabras de la liturgia.

El Arzobispo de San Salvador, José Luis Escobar Alas, oficia la misa y, en su homilía, recuerda también a Romero. «Como Monseñor Romero explicaba, quienes guían o aspiran a guiar a este país deben escuchar el clamor de los pobres, de los débiles, de las víctimas, de la historia. Que la dignidad de sus cargos, que la posición alta de sus cargos, sean en lo político, económico o judicial, no impidan el acercamiento a los pobres, a las víctimas», afirmó.

Monseñor, recordó el padre, «dijo que había que cambiar las estructuras sociales y el pecado institucional que se vivía en dicho momento histórico, y que ahora sabemos que pervivió tras su martirio, dando muerte a miles de salvadoreños en el conflicto armado, que nos desangró por 12 años; y ahora, pasó a ser crimen organizado, pero la víctima siguió siendo la misma; es decir, el pueblo».

Fuente: laprensagrafica.com

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