Memorias | marzo 14, 2023

Domitila Barrio: La mujer que enfrentó al miedo


importante del país, luego del Cerro Rico de Potosí. La niña Domitila estaba en Pulacayo cuando, en noviembre de 1946, la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia (FSTMB), representante del sector trabajador más combativo del país, anunció las Tesis de Pulacayo, manifiesto fundamental de la clase obrera boliviana. Y residía en ese mismo distrito cuando aconteció la Revolución de 1952, hito histórico del país que estableció el sufragio universal, la reforma agraria, un ambicioso plan de alfabetización, la fundación de la Central Obrera Boliviana y la nacionalización de las minas.

sindicato minero generaba suspicacias y rumores sobre amores clandestinos y promiscuos entre las militantes del Comité y los dirigentes gremiales, y eso implicaba poner en duda la respetabilidad femenina y lesionar el honor masculino (de los esposos).

A pesar de esos recelos, se animó y comenzó a participar de las reuniones. Aprendió a tratar la diarrea infantil y a hacer empanadas de queso, pero también sobre la historia y la política de su país. Su entusiasmo, sin embargo, se vio lesionado por el encono de su marido, que no aceptaba su nueva actividad, por lo que la castigó negándole el dinero para los alimentos y otros insumos familiares. Esta situación hizo que Domitila reparase en una cuestión que sus compañeras del Comité venían discutiendo desde hacía un tiempo: la importancia del trabajo doméstico en la reproducción de la fuerza de trabajo, y la necesidad, por tanto, de ponerlo en valor. Entonces, frente al agravio de su esposo, ella respondió dejando de limpiar la casa, de lavar la ropa, de cocinar. Hizo su propia huelga de quehaceres domésticos y resultó exitosa. El marido aceptó la decisión de su mujer, y la esposa huelguista comprendió, desde lo personal, la relevancia económica y política de las labores domésticas, que se naturalizaban como una responsabilidad exclusivamente femenina. Tempranamente, las mujeres organizadas de las minas de Bolivia echaban luz sobre la importancia de las tareas de cuidado a la hora de pensar las formas de la emancipación femenina.

Domitila regresó al Comité y al poco tiempo ya era parte de su comisión directiva. Su postura aguerrida como dirigente no pasó inadvertida por el poder. En la madrugada del 24 de junio de 1967, la comunidad minera de Siglo XX fue sorprendida por un asedio militar que causó decenas de muertos y cientos de desaparecidos. La Masacre de San Juan, así se recuerda a esa brutal represión porque en esa fecha se celebra el Día de San Juan Bautista, fue orquestada por el dictador René Barrientos Ortuño con el objetivo de desmantelar lo que consideraba un incipiente foco subversivo que comenzaba a actuar en la zona. Domitila fue apresada, ferozmente torturada –las patadas que recibió estando embarazada provocaron que su hijo naciera muerto– y obligada a un destierro en Las Yungas, que duró algunos años.

Pero su trabajo político también le valió también la invitación de las Naciones Unidas a participar de la Tribuna del Año Internacional de la Mujer. Su presencia y su voz interpelaron al feminismo que circulaba allí al ofrecer, a partir de su condición de mujer de minero, indígena y con convicciones de izquierda, una lectura distinta de los problemas y las prioridades en la lucha de las mujeres por su liberación. Para Domitila, el aborto o la prostitución no eran cuestiones que definían la lucha de las mujeres de América Latina; sí lo eran la miseria y la explotación. Reivindicaba políticamente su condición de ama de casa y estaba convencida de que la lucha por los derechos de las mujeres debía hacerse junto a los varones, y en contra del capitalismo, porque ese era el enemigo a combatir. Su disonancia sembró una semilla que pronto germinaría en los feminismos populares.

En diciembre de 1977, las mujeres de los mineros volvieron a enfrentar al poder con una huelga de hambre en La Paz. Esta vez para exigirle a la sanguinaria dictadura de Hugo Banzer la amnistía para todos los detenidos por razones políticas o sindicales, la recuperación de las fuentes de trabajo, la normalización de los sindicatos y la desmilitarización de las minas. La encabezaron Luzmila Rojas de Pimentel, Angélica Romero de Flores, Aurora Villaroel de Lora y Nelly Colque de Paniagua, y a ellas se sumó Domitila. Luego, otros referentes políticos y sociales. La medida se extendió por veintiún días, se replicó en otros puntos del país y convocó a miles de bolivianos y bolivianas. La contundencia del reclamo, que alcanzó difusión internacional, contribuyó decididamente a la salida de Banzer del poder, meses después.

Ese triunfo, sin embargo, no impidió que otras dictaduras asolaran Bolivia. El 17 de julio de 1980 el general Luis García Meza derrocó al gobierno provisional de Lydia Gueiler Tejada. Domitila se anotició del golpe en Copenhague. Estaba participando del foro alternativo de la II Conferencia Mundial de la Mujer, la continuación de la Tribuna de México. Allí, acompañada por las mujeres latinoamericanas, agitó la denuncia internacional contra golpe de Estado. La movida le valió un exilio político en Suecia.

Domitila regresó a Bolivia con su esposo y los niños más pequeños a finales de 1983. Se instalaron nuevamente en el centro minero Siglo XX. Sin embargo, en 1985 el presidente constitucional Víctor Paz Estenssoro, el mismo que había nacionalizado las minas, el 31 de octubre de 1952, decretó el cierre de todas ellas y echó a la calle a más de 50.000 obreros. A poco de producida la “relocalización”, así se llamó al masivo desalojo, su esposo la abandonó, y ante la imposibilidad de un futuro digno para sus hijos, aceptó que retornasen a Europa, al cuidado de los hermanos mayores. Dejó de usar el apellido Chungara y se afincó en Cochabamba, pero no claudicó en su lucha contra las injusticias. Una de sus últimas acciones fue la creación de una escuela de formación política para la juventud. Murió el 13 de marzo de 2012, a los 75 años, a causa de un cáncer de pulmón. “Nuestro enemigo principal es el miedo y lo llevamos adentro”, dijo Domitila. Su vida es ejemplo de lo que se puede hacer con él, para vencerlo.

Fuente: revistamestiza.

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