Chile. 58 años del MIR: El proyecto revolucionario de pobres del campo y la ciudad
El 15 de agosto de 1965 se dio un paso fundamental en el ascenso de las luchas sociales y políticas que protagonizó el pueblo chileno en el Siglo XX. En ese momento, figuras señeras del sindicalismo y la lucha social como Clotario Blest, Humberto Valenzuela y Herminia Concha, además de una generación joven ilusionada con los vientos de cambio revolucionario que trajo la Revolución Cubana -ocurrida poco antes, en 1959-, dieron vida a una de las herramientas políticas más emblemáticas de los y las revolucionarias de este país: El MIR.
Con importantes bases sindicales en su origen, principalmente en Santiago, como el propio Blest (fundador de la ANEF y la CUT), en la provincia de Concepción se caracterizó por estar conformado principalmente por jóvenes estudiantes y debió construir vínculos con los sectores obreros. Bajo la conducción de Miguel, el MIR se volcó hacia los centros productivos a desarrollar la opción de lucha de los trabajadores, desde Tomé hasta Arauco. Este núcleo de jóvenes penquistas desarrolló sus primeras experiencias importantes en el sindicalismo, precisamente en Coronel, a través de escuelas sindicales en el Sindicato Metalúrgico, desde donde nacieron las bases para la conformación del frente sindical del MIR: el FTR, Frente de Trabajadores Revolucionarios.
Y es que Concepción y esta región fue protagonista esencial del proceso mirista, siendo escenario de muchos hechos y procesos vividos en los sesenta y setenta. Nuestra región, poseedora de una rica tradición obrera y asociativa dio carne a cientos de revolucionarios que, en plena dictadura, se transformaron en resistentes, sujetos portadores de la dignidad del pueblo chileno.
El pueblo hecho acción social y política, primero por el poder popular y luego por la resistencia y dignidad: miles de mujeres y hombres, jóvenes, campesinos, trabajadores y pobladores, fueron y preservan la idea rebelde y revolucionaria.
A continuación compartimos tres historias de militantes de Concepción. Historias de personas de pueblo, de pobres de la ciudad y del campo, refugiados, exiliados, hombres y mujeres, los verdaderos artífices de esta historia de rebeldía del pueblo chileno:
Leocadí Pradel Benavides:
«La Abuela Lloca» Leocadí era hija de un inmigrante francés que llegó a Coronel a fines del siglo XIX, época de auge carbonífero y del puerto. Siendo muy joven, Leocadí se enamora de un joven dirigente sindical de la sección local de la FOCH (Federación Obrera de Chile) y uno de los fundadores del Partido Comunista en Coronel. Tempranamente destacó por su astucia y carácter, ya antes de la persecución desatada en la zona del carbón por González Videla, tras la huelga larga de 1947 demostró habilidad escondiendo y ayudando a escapar a familiares y amigos de la persecución, de la prisión, del campo de concentración, o de relegamientos.
En esa época, vestida impecablemente de rojo, incluido los zapatos, sombrero y cartera, asistía todos los días hasta el campo de concentración montado por el ejército en la playa de Coronel durante la aplicación de la Ley maldita, para exigir ver a su marido, detenido en ese recinto a la espera de su relegamiento a Pisagua. Era un gesto de dignidad y rebeldía.
Fue madre de 6 hijos biológicos y de otros tantos desamparados que acogía como suyos. Era ejemplo de un desprendimiento a toda prueba que la llevaba a compartir todo lo que tenía, su casa, su pan, y lo que no tenía. En una muestra más de una infinita solidaridad, durante el año recogía juguetes los cuales reparaba y luego regalaba a los niños de la calle para navidad.
Durante el gobierno de Allende, Leocadí colabora con las actividades y tareas del MIR en Coronel. El 11 de septiembre de 1973 todo su compromiso, su solidaridad e incluso su osadía serán, nuevamente, puestas a prueba. Esta vez, a pruebas de fuego. Tras el golpe militar las direcciones políticas del MIR de Cautín y de Concepción se replegaron hacia Coronel; allí Leocadí acoge en su casa a parte importante de las direcciones clandestinas donde se comienza a organizar la resistencia popular.
Con más de 70 años enfrentaba los allanamientos a su vivienda con frialdad absoluta; brindaba tranquilidad y seguridad a todos quienes pasaron por su casa buscando ayuda o refugio, muchos de los cuales le deben su vida, incluido el encargado regional del MIR de Concepción al momento del golpe.
Debido a su explícita exigencia, tras el golpe militar los miristas se vieron obligados a incorporarla como militante, cuando muchos desertaban ella reclamaba un espacio de lucha. Leocadí fue muy importante, en tareas de ocultar gente, trasladar personas e información y también, más adelante, como transmisora a las nuevas generaciones de jóvenes revolucionarios de toda la experiencia personal que tenía sobre la zona del carbón.
Consecuente, jamás traicionó sus principios, y hasta sus últimos días apoyó la causa popular; teniendo más de 90 años, participaba de proyectos de carácter político social.
Murió en su hogar en abril del año 2000, cansada pero íntegra, con más de cien años de vida.
Hugo Fernando Amaya Sepúlveda:
«Indio Emilio», «Guatón Rolando» «Emilio», «Rolando», «El Indio» nació en Lota el 28 de abril de 1941, era el segundo de 4 hermanos del matrimonio del minero Juan Bautista Amaya y su compañera Mercedes Sepúlveda Aguilera.
Fernando se crío en Lota en el antiguo Pabellón 43. Sus estudios básicos los realizó en la Escuela Matías Cousiño y posteriormente Colegio San Juan. Los terremotos de mayo de 1960, no solo terminaron con la histórica huelga de los mineros de toda la región carbonífera desde Schwager a Lebu que se extendía por ya largos 3 meses, sino además derrumbo muchas viviendas entre ellas el viejo Pabellón 43. La familia Amaya se trasladó a vivir a la recién construida Población Camilo Olavarría de Coronel. En ese tiempo, el joven Fernando se desempañaba ya como obrero de Astilleros y Maestranzas de la Armada, ASMAR en Talcahuano, donde había ingresado a trabajar luego de pasar por la Escuela de Artesanos Navales de la Armada.
Desde su incorporación al MIR, a fines de los 60, Fernando paso a formar parte del trabajo militar de la naciente organización del GPM (Grupo Político Militar) de Coronel. Con la chapa de «Emilio», participa de diversas acciones en los años del gobierno de Frei Montalva, época en la cual el MIR vivió su primera clandestinidad.
Luego del triunfo de Allende en 1970, el MIR salió de la clandestinidad y, ante los temores de atentados en contra del electo presidente, ofreció a sus militantes con formación militar para organizar un grupo que hiciera la seguridad personal al mandatario. Esta tarea de protección la lideró al interior del MIR el dirigente schwagerino Sergio Pérez Molina, «Chicope», y uno de los primeros en ser alistados a este grupo fue «Emilio». Allí pasó a formar parte de los choferes del equipo de seguridad; conducía una camioneta del parque de vehículos del GAP (Grupo de Amigos del Presidente), como fue conocido posteriormente este grupo.
La semana Santa de 1972 Hugo Amaya Sepúlveda fue portada en la prensa nacional. Un automóvil sufrió un accidente en el sector rural de Bucalemu; tras el volcamiento, material de guerra quedó al descubierto, por lo cual Amaya junto a su acompañante, Ricardo Pardo, «Mono», un ex boina negra del ejército, fueron apresados y trasladados a la cárcel pública de Valparaíso. El otro acompañante, Oscar Delgado Marín, «Aquiles», «Ciriaco», logra escapar del sitio del suceso. Delgado también era un ex comando del ejército que fue parte de la primera promoción de boinas negras formados en Chile, en la Escuela de Paracaidistas en 1966, y que, junto a otros 8 comandos fue expulsado del ejército en 1969 por su pertenencia al MIR.
Amaya y Pardo, tras el accidente permanecieron en la cárcel hasta el invierno de 1973. Tras salir de prisión pasaron a formar parte de la primera escuadra de la Fuerza Central del MIR, grupo de combate de la organización.
Amaya estuvo muy ligado antes del golpe al grupo de ex boinas negras que se incorporo al MIR, bajo la influencia del hermano materno de Luciano Cruz, el capitán Florencio Fuentealba Aguayo. Este grupo fue completamente aniquiladopor los organos represivos de la dictadura antes de octubre de 1974.
Hugo Amaya permaneció activo en la resistencia contra la dictadura participando de diversas acciones en Santiago, donde estaba radicado, durante 1974 y 1975. A fines del 75 o principios del 76 pasó a retirar a sus hijos de diversas casas donde los había dejado encargados; algún tiempo más tarde, sus padres en Lota recibieron un recado de su compañera Victoria quien les señalaba que «Rolando» había caído detenido.
Amaya logró sobrevivir a la cacería de los órganos represivos de la dictadura hasta mediados de 1976. Para esa fecha, ya habían caído Miguel Enríquez (5 de octubre de 1974), Eulogio Fritz, «Duro Pablo», jefe del MIR en Coronel (21 de febrero de 1975); solo quedaban funcionando pequeños núcleos organizados, los últimos restos del MIR.
En julio de 1976 solo hay dos desapariciones de militantes del MIR en Santiago, Hugo Amaya Sepúlveda y María Galindo Ramírez coincidentemente ambos de Coronel, pero no se ha podido establecer si había algún vínculo de trabajo de resistencia entre ellos o si hay alguna relación en la detención y desaparición de ambos.
Hasta el día de hoy se desconoce el paradero de Hugo Fernando Amaya Sepúlveda; tenía 35 años cuando se pierde su rastro. La Comisión Rettig desestimó su caso por falta de antecedentes, como ha ocurrido con otros muchos casos de caídos en las garras de la represión de la dictadura.
Jane Vanini, una valiente mujer internacionalista
El 6 de diciembre de 1974 en la Población Laguna Redonda II, del sector Lorenzo Arenas de la ciudad de Concepción, se produjo uno de los episodios más emblemáticos de la lucha de resistencia contra la dictadura. Hecho que ha sido ignorado por la historia oficial y que ha pasado desapercibido en sucesivas actividades conmemorativas de ese período dictatorial.
Ese día, más bien en la madrugada, en la vivienda ubicada en el segundo piso del N° 560 del Pasaje 12 de la mencionada población, se produjo un enfrentamiento que le costó la vida a Jane Vanini, revolucionaria brasileña y militante del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), quien cayó abatida luego de oponer durante horas tenaz resistencia a los efectivos represivos que atacaban la vivienda.
Jane Vanini, de 29 años de edad, había nacido en Cáceres, en el Estado de Matto Grosso, en Brasil, el 8 de septiembre de 1945. Desde muy joven abrazó la causa de la revolución y la lucha por un mundo mejor para los desposeídos y explotados de esta tierra. El auge experimentado por las luchas populares en Brasil en la década del 60, la sorprende en plena época estudiantil. Fue el tiempo en que las máximas expresiones de movilización del pueblo llevaron al gobierno a Joao Goulart. Pero también fue el tiempo en que la reacción burguesa brasileña y del imperialismo yanqui empezaron a dibujar las respuestas represivas, contra revolucionarias y punitivas en contra del campo popular y revolucionario latinoamericano.
Por aquella época, Jane estudiaba en la Facultad de Ciencias Sociales en la Universidad de Sao Paulo. Fue allí que se integró a la organización revolucionaria Acción Liberadora Nacional (ALN), fundada y dirigida por Carlos Marighela. La ALN propiciaba la lucha armada como camino de lucha para la conquista de los objetivos populares y los propósitos socialistas. La ALN introdujo la guerrilla urbana como método de lucha legítimo y posible en la lucha revolucionaria.
Jane Vanini llega asilada a Chile el año 1971, junto a un centenar de luchadores brasileños. Ingresa a trabajar como secretaria en la revista Punto Final. Junto con eso, se integra a las filas del MIR con el nombre de Gabriela Fernández. En estas actividades laborales y políticas conoce a José Carrasco Tapia, Pepone, miembro del MIR y periodista, que se convertiría en su nuevo compañero.
En Marzo de 1974, el MIR, envía hacia Concepción a Jane Vanini y a José Carrasco Tapia. Debían trabajar en la reorganización del partido y en el impulso a las tareas de resistencia en esta zona. Jane llega primero, a quedarse en casas de colaboradores y a preparar las condiciones para la instalación de su propia vivienda. Luego, en septiembre de ese año, llegan a vivir a la vivienda departamento de la Población Laguna Redonda. Desde allí desarrollan sus tareas y actividades clandestinas. Sin embargo, el 5 de diciembre es detenido José Carrasco Tapia, su compañero, y de nuevo la libertad y la vida de Jane penden de una decisión ajena.
A la madrugada del día siguiente, 6 de diciembre, las fuerzas represivas llegaron hasta la casa. Se trataba de fuerzas de la infantería de marina (Grupo de choque del Destacamento N° 3 Sargento Aldea), de los servicios de inteligencia naval (Ancla II) y del CIRE, los mismos que habían detenido a Carrasco. Cercaron el block y trataron de tomar la vivienda por asalto.
Fue la tenaz resistencia que opuso Jane Vanini la que impidió que las fuerzas represivas ingresaran a la vivienda. No estuvo dispuesta a huir. Tampoco estuvo dispuesta a rendirse. Menos estuvo dispuesta a claudicar aunque voces enemigas y amigas la instaban a gritos a que depusiera su actitud rebelde.
Pero ese era el espíritu de Jane Vanini. Era una revolucionaria en cualquier parte y en todo momento. Llegado el momento culmine no vaciló en enfrentarse, en combatir, en resistir, hasta rendir la vida si fuese necesario, para preservar la dignidad de una causa, defender la libertad y testimoniar la necesidad de luchar. Luchó sola durante horas desde ese departamento contra un enemigo superior y cobarde.
Finalmente, ya gravemente herida, las fuerzas represivas irrumpieron en la vivienda y la ejecutaron. Luego su cuerpo fue sacado del lugar por los propios agresores y no se tuvo noticias de su sepultación.
Gabriela, como se le conoció en el MIR, fue una revolucionaria internacionalista que vivió y murió luchando consecuentemente por los valores e ideales de la justicia social y la libertad de los pueblos.
Fuente: Resumen Latinoamericano.