Mocchi: “No hago música, hago política”
¿Podemos endurecernos sin perder la ternura? Mocchi puede. De paso por La Plata, dio un recital en la terraza del Teatro Argentino para unas 400 personas, a quienes instó en cada instante; a emocionarse, a llorar, a indignarse, a protestar. Su andar sencillo, uruguayo, despierta cosas. Es su música, sin dudas, pero también su posicionamiento inflexible ante las miserias del mundo.
“No hago música, hago política”, dijo y nos conquistó. Fue un recital político, muy político. Tan político como una movilización a la Casa Rosada o un puño en alto. No necesitó lanzar extensas proclamas o agitar discursos a voz alzada. Algunas frases, canciones y su incursión dentro del público alcanzaron para que todes asumiéramos la palabra política en su término más amplio, más complejo.
Un mensaje por redes bastó para fijar una entrevista al día siguiente en una casa en Olmos, en las afueras de la capital provincial. Sin irme en detalles, debo destacar la generosidad de recibirme un domingo al mediodía para hablar, en definitiva, de política. Mientras sus amigues y compañeres de trabajo disfrutaban de la pileta ubicada en el fondo del patio, nos pusimos a conversar al costado de una parrilla donde se asaban carnes y vegetales.
Presentación mediante, fuimos al grano con la entrevista que terminó pareciéndose a una charla de café.
Durante el recital de ayer hablaste de política. Dijiste qué haces política. ¿Cómo es eso?
Siento que lo que hago, desde el lugar que ocupo hoy que es haciendo música y es siendo una figura pública si se quiere, es intentar la transformación de alguien. Siento que eso es lo que hago, quiero cambiar el mundo, quiere que la gente se encuentre y lo cambie también. Eso es hacer política.
¿Qué rol considerás que tiene que jugar la música en esta etapa política?
Siento que el rol de la música que yo hago o de mi proyecto político es tratar de conservar y fortalecer el trabajo de la gente con la gente trabajo. No salir a tocar solo porque es más barato. Ganemos menos plata todos y vayamos a donde tengamos que ir. Generar espacios de encuentro y que esos espacios sean cuidados.
La música tiene diferentes roles dependiendo lo que cada persona quiera comunicar. Hay música que su rol es entretener y tiene que existir esa música. Está bueno que la gente no esté todo el tiempo pensando ´que horrible que es la vida, quiero morir´. Estoy a favor del ocio. Está la posición como estrategia. Hay personas que se manifiestan políticamente sobre determinadas cosas y que te das cuenta que tienen una estrategia de marketing totalmente pensada o construida en pos de generar público o de dirigir al público. Es el ABC del marketing. Qué debo decir para llegar a determinado sector de la sociedad o que está bien decir en este momento. Hoy en día las industrias culturales agarraron lo peorcito del capitalismo y lo empezaron a aplicar. Estamos impregnados de eso. También están quienes tienen un discurso político no en pos de todo lo demás, pero identificar todo eso es alto bondi también.
Mocchi tiene un programa político propio con reivindicaciones concretas y coordenadas disruptivas del escenario musical heredado. ¿Por qué simplificar las partes de un recital entre quienes se suban al escenario y quienes observan a la distancia? ¿Por qué asumir separaciones tan tajantes? Su apuesta es alta. Se propone romper con la escena idealizada del artista inmaculado que reproduce su obra ante un público petrificado, que solo se expresa con aplausos montados sobre el silencio que emerge en el fin de la canción. Hacer del territorio ocupado algo distinto, una trinchera: “Me gusta saber que cuando estamos tocando en un lugar, la gente se puede manifestar. Si el escenario que elegimos es el correcto, es un espacio donde la gente puede manifestarse sin ser reprimido. Donde la gente puede manifestarse sabiendo que no le va a pasar nada. Que la gente no solo se manifieste en un lugar donde puedan tirar gas lacrimógeno o tirar un corchazo de goma. Llevar la música como una herramienta de encuentro liberadora y desde ese lugar generar estrategias nuevas e intercambiar que es lo que queremos cambiar y para dónde queremos ir”.
Dice el mito que durante un concierto en San Carlos, Uruguay, una persona del público interrumpió una de sus canciones con una chicana infundada, tergiversando el sentido de la letra y ofendiendo a Mocchi. Fue un momento incómodo para les presentes en el lugar. Tras unos segundos de silencio, la banda continuó con la lista de temas. Mocchi no estaba cómodo, se notaba. En medio de su interpretación de “Aire” se ofuscó y decidió parar. Acto seguido invitó a la persona a retirarse. Esta se negó y pidió disculpas, pero la cosa continuó. Había que hablar sobre lo sucedido, sobre dañarse sin sentido. Bastaron unos pocos segundos para que Mocchi hiciera del recital una asamblea, donde se puso en discusión el contenido de la canción, las acusaciones, los intercambios de pareceres entre el público. Tras unos minutos de diálogo fluido, las broncas menguaron y las melodías volvieron a surgir y el lugar retomó su aspecto de cofradía.
Retomando la entrevista, continuamos hablando de política. Esta vez de la amenaza derechista que inunda América Latina y el mundo. De Lacalle Pou, su paralelismo con Milei y los problemas derivados de la quietud.
¿Cómo estás viendo la situación política en Uruguay?
Siento que Uruguay se acostumbró muy rápidamente a esto que está pasando hoy acá. Asumió Lacalle Pou, y el 20 de marzo salió la Ley de Urgente Consideración (LUC), donde se derogaron 34 artículos de una ley tremendamente compleja que abarcaba desde los chorizos artesanales hasta los allanamientos nocturnos y eso acá, en Argentina, es lo que hoy se conoce como DNU. A diferencia de Argentina, Uruguay es de procesos más lentos y más tibios, porque tiene una población más envejecida y la mitad de su gente vive en la capital, lo que hace que demográficamente la lucha sea distinta. Siento que Uruguay es un país que se acostumbró muy rápido a estar pasándola mal y se empezó a naturalizar cosas que ahora se están empezando a naturalizar acá. Siento que por el tamaño del país, una crisis en Argentina es mucho más grande que una crisis en Uruguay, no digo que el sufrimiento sea mayor o menor. Siento que Uruguay es un país en crisis que todavía no se dio cuenta y que está en un estado de hiperinflación controlada que cuando se vaya Lacalle Pou agarrate el que venga, que va a terminar siendo nuestro Alberto Fernández para que después vuelva a ganar la derecha.
Hay una cuestión histórica. En Uruguay los planes educativos son impuestos por la deuda externa. Nos dijeron desde el FMI: ´nos debes 18 pesos si querés debernos 15 pesos pero nosotros ponemos los planes educativos y nosotros decimos lo que van a estudiar los pibes los próximos 30 años´. Fui parte de la generación que se educó con esos planes educativos. Entre el 87 y 90 se hicieron las primeras reformas. La idea era ´trancemos con el FMI que además nos hace un descuento´. Después cuando viene elprimer gobierno del Frente Amplio en 2005, fui parte de los primeros debates educativos para generar un nuevo plan. Ese nuevo plan duro quince minutos. Fuimos al parlamento y en ese momento sí había lucha. Éramos pendejos re militantes que veníamos redactando el plan educativo y pensábamos que podíamos cambiar el mundo.
Cada tanto se reconoce en una mirada apocalíptica del mundo y no es para menos, la capital de su país, Montevideo, se quedó sin agua potable unos diez días, dando lugar una escena distópica más propia de la ficción cinematográfica que de la realidad. Los males se suceden y todo pareciera empeorar. Le preocupa la falta de reacción por abajo y el adormecimiento generado por una vida institucionalizada desde hace años que se fue comiendo el potencial de lucha que tienen los sectores populares y que, queriendo o no, terminaron delegándolos en las políticas de Estado. Opina:
Veo que estamos en un momento muy raro. El joven que debería estar luchando se acostumbró a tener derechos solucionados. Se educó con todo cubierto. Y el que no, está tan mal que ni se le puede ocurrir luchar. Es un momento muy raro. Lo veo con amigues y se ve muy claro en la comunidad trans, donde muchos wachitos que accedieron a la salud, a terapia de reemplazo hormonal, a operaciones y cirugías, obviamente con un montón de cosas que faltan reclamar, pero accedieron. Esta ese pibito que tiene barba y puede caminar por la calle sin correr peligro. Ahora, una amiga travesti de 60 años, que le sale los pelos por acá, es a ella a la que van a matar. El otro wacho no sabe lo que es luchar y no sabe el significado que te marginen. Tuvo acceso a derechos que otras personas no tuvieron. Es necesario que la mayoría de las personas que tienen acceso a eso sepan que no va a estar siempre y que tengan muy claro que si tuvieron acceso a esos derechos no fue por la ultraderecha. Lo mismo siento que pasa en otros sectores en Uruguay, en Argentina y en otros países. Cuando naturalizamos que puedo hacerme un aborto u otros derechos ya está. Las rápidas conquistas de las luchas sociales hacen que el pueblo siga dormido y eso en Uruguay fue muy claro. Tuvimos luchas que podían fortalecer los movimientos sociales como fueron la despenalización del aborto, la marihuana y el matrimonio igualitario y muchas de esas luchas terminaron financiadas por George Soros a partir de Open Society Institute. ¿Por qué viene Soros a poner millones de dólares? Primero para comprar lobby político y segundo para adormecer la lucha, porque si yo tengo un montón de gente luchando por el aborto, se hacen amigos y después son una ola imparable para cualquiera de las luchas que se vengan en los próximos 30 años. Ahora viene Soros pone 40 millones de dólares, el aborto es legal y no lucha nadie. Eso es lo que pasó en Uruguay más allá que hubo activistas luchando con sus banderas verdes. Somos más libres en los derechos, pero los movimientos sociales no salimos fortalecidos. Eso es una política neoliberal.
“El pesimismo de la razón y el optimismo de la voluntad”, pareciera ser más una frase de Mocchi que de Antonio Gramsci. Su diagnóstico bajonero no deja de estar acompañado por un punto de fuga (hacia adelante). Ve el derrotero pero también ve reactivarse al movimiento estudiantil uruguayo, y confía en el despertar de quienes tengan conciencia o la necesidad de la resistencia: “Veo movimientos sociales más organizados por el apocalipsis. Veo muerte y destrucción, y a la vez gente dispuesta a darlo todo. Tal vez no ahora pero si en los sucesivos años”.
La música va a sentir el cambio de época, va a influenciar y se va a dejar influenciar. Todo en algún punto se va a trastocar, va a cambiar. Aparecerán las fuerzas (malignas) del cielo pero también las revolucionarias del suelo. En ese río revuelto, el arte en general, y la música en particular, no tendrán mucho margen a la neutralidad a la tibieza.
Ante las crisis futuras, ¿percibís que pueden darse cambios en el mensaje que viene surgiendo de la música?
La música es huella. Es la memoria. Yo hago las canciones que hago porque la pase para el orto. Música revolucionaria existe siempre. (Con el cambio de época) la gente consume más música o el mensaje es mucho más valorado o mejor recibido porque es más necesario en tiempos de crisis. Pasó con la Vela Puerca, que es una banda que venía tocando hacia bastante años y en la crisis fue cuando explotó. Fue en el 2001 que todo el mundo quería salir a cantar “tengo una banda amiga que me aguanta el corazón” porque estábamos hechos pijas pero no fue porque la Vela estuviera haciendo algo diferente. Ellos ya venían cantando eso pero en los años noventa ese mensaje no tenía tanta cabida. En el 2001 la gente empieza a escuchar Deskarados y discos de la Vela que ya existían, porque la gente necesitaba encontrarse y necesitábamos salir a gritar eso. Existe un mensaje revolucionario que el pueblo no toma o no necesita en ese momento porque quizás necesita bailar Ráfaga u otra cosa. Pero en otros tiempos quizás se empieza a escuchar a León o a Charly, como pasa con Dinosaurios que ahora parece que es una canción nueva. Yo hago las mismas canciones desde hace muchos años pero hace cuatro años la gente escucha más mi música pero es por lo que le está pasando a la gente no porque yo estoy haciendo algo distinto.
Hace un tiempo su mamá le preguntó por qué hacía canciones “tristes”. Mocchi se rió y le respondió que le sale casi por genética. Satiriza la cuestión durante los recitales. Hurgar en melancolías y nostalgias sin dejar de hacer política quizás sea la expresión más aguda del arte que lleva en sus manos y que desde hace años logra agitar los corazones de quienes habitan las trincheras de este mundo apocalíptico.
Fuente: ANRed.