La segunda fase de Milei: el zigzag de Villarruel y el enojo de Macri
Victoria Villarruel entra y sale del planeta Milei: cuando le conviene, está; cuando algo le hace ruido, se desmarca. El lunes invocó una gripe fatal para no participar del Pacto de Mayo en Tucumán, pero unas horas más tarde estuvo apta para el Tedeum y el desfile militar, donde terminó trepada, junto al presidente, de un tanque de guerra. “Victoria se curó rápido” lanzó, mordaz, un entornista de Javier Milei, muy temprano el martes. La intermitencia es el método V-V: habita el fenómeno libertario y es, al mismo tiempo, otra cosa.
Karina Milei es su némesis. Más por visceral que por táctica, la hermanísima facilita la dualidad de la vice. En vez de abrazarla, la expulsa. Unas semanas atrás, en una charla mano a mano, Villarruel se ofreció a colaborar y participar del armado de La Libertad Avanza (LLA) en la provincia de Buenos Aires. Karina desechó el ofrecimiento con una excusa pueril: “No es un armado político, es la herramienta electoral, nada más que el partido”. Villarruel lo tradujo como lo que fue: una exclusión.
Desde antes, la vice mandó a ser muy cauta en el armado propio. Sigue una lógica: no hará nada que huela a conspiración contra el presidente, ya que entiende que hacerlo sería un error. Con un poco de protocolo, logra diferenciarse del estilo brutal de los hermanos Milei: Villarruel visita gobernadores, posa con ellos, envía gestos a la política y tiene el teléfono abierto. Cada tanto, baja al conurbano, como hizo en junio a Pilar junto con Claudia Rucci. Una remake de Scioli: como vice de Néstor Kirchner, se constituyó en una opción –que luego abrazó Kirchner, que lo hizo candidato a gobernador– solo con mostrarse moderado.
Mauricio Macri ve ese potencial en Villarruel. Entre ambos, hay diálogo correcto y fluido, dicen cerca del expresidente. Niegan, en cambio, que hayan compartido encuentros en Los Abrojos, la quinta de Macri en Malvinas Argentinas, o en la casona que una colaboradora de la vice alquilaría en un country de zona norte. “Con custodios que están bajo la órbita de Karina, ¿no es un poco ingenuo pensar que pueda tener reuniones secretas con Macri?”, refutan cerca de Villarruel. Sin embargo, la vice pidió un cambio de custodia y esta semana ya comenzó a trabajar con un nuevo equipo.
La ingeniería del enojo
Hay dos puntos en los que Villarruel y Macri aparecen hermanados en el rechazo: uno de ellos es Karina Milei. La hermanísima, que se hizo incluir entre los firmantes del Pacto de Mayo, choca con la vice y desprecia al ingeniero con razones menos estratégicas que las de Santiago Caputo, quien entiende que el libertario debe ser el único dueño del espectro que va del centro a la ultraderecha y, para eso, hay que barrer a Macri del mapa. Para el ingeniero, tener que hablar con ambos es un fastidio. Pero jamás imaginó que sería sometido al ninguneo de Tucumán. El sábado, el jefe de Gabinete, Guillermo Francos, le planteó que era “muy importante” su presencia en el pacto y le pidió que por favor concurriera. Macri estaba en Wimbledon y respondió que, aunque viajaría si era imprescindible, “van los míos”, refiriéndose a los referentes del PRO. Ante la insistencia, que según algunas fuentes incluyó un contacto con Milei, decidió volar a la Argentina, donde estuvo algo más de 24 horas.
En Tucumán, no hubo ninguna consideración del protocolo presidencial hacia él, ni tampoco de los equipos de ceremonial de la provincia y el municipio. Furioso, subió al avión convencido de que hubo una orden de destrato que solo pudo provenir, dado el control sobre el acto, de Karina o de alguien de su entorno. “No le importaba firmar, pero sí se merecía una mención. Y no que lo incluyan en una línea con expresidentes, al nivel de (Adolfo) Rodríguez Saá, que fue presidente por 7 días y ordenó el default más grande de la historia argentina”, dijeron en el PRO.
Para Macri, hubo algo peor: paralelo al destrato, detectó una operación para desmerecerlo. La versión de una reunión con Milei no salió, dicen en el PRO, de ese campamento, sino de LLA, y casi con la decisión premeditada de que no hubiera ningún encuentro, como una manera de bajarle el precio al expresidente.
El ingeniero volverá al país en unos días, mientras las usinas libertarias auguran que en el Congreso se avanzará en la conformación de un interbloque entre LLA y el PRO. “Para que eso ocurra, debe haber un café entre Mauricio y Javier”, avisan cerca de Macri. La regla se repite: apuntar que el problema lo agita el entorno del presidente, es decir Karina y el gurú Caputo, para evitar confrontar de manera directa con Milei. Para el expresidente parece irreversible su relación con Patricia Bullrich y hasta acá, al menos en lo gestual, el libertario hizo un movimiento de alto impacto cuando se sacó una foto con la ministra luego de que Macri incumpliera su palabra de darle la presidencia de la asamblea partidaria.
Patricia, la otra
Bullrich fue el factor que visibilizó la tensión entre Macri y Milei. La ministra tiene, además, distancia con Villarruel. En un ejercicio de exagerado futurismo, algunos piensan que la titular de Seguridad podría convertirse en una buena vice del libertario. La referencia no es casual: va atada al planteo de que no tiene en sus planes ser candidata en CABA en 2025 –salvo que Milei se lo pida– ni tampoco piensa en la Jefatura de Gobierno en 2027. “Ya me pasó ese tiempo”, dice Bullrich, que cuenta que se aburriría en el Congreso y no está para andar discutiendo sobre barrido y limpieza. ¿Entonces? “Sería una buena vice de Javier”.
En el bullrichismo siembran, en paralelo, especulaciones densas sobre la relación entre Macri y Villarruel. Invocan las versiones de encuentros reservados y dan por hecho que la vice es el plan B del expresidente ante la eventualidad de un rápido agotamiento del Gobierno libertario. “Pura fantasía: Mauricio cree que Javier está haciendo lo que debe hacer”, aseguran en el macrismo para negar, claro, cualquier teoría turbia.
Cenital.