Como Iglesia Pentecostal Dimensión de Fe en IADLA y desde todas nuestras construcciones territoriales conmemoramos este 15 de noviembre a Julián Apaza, conocido como Tupac Katari, como uno de los nombres que resuenan con fuerza en la historia de las resistencias populares de nuestra América.
Nacido en el Alto Perú en el siglo XVIII, fue testigo directo del sometimiento, la explotación y la violencia ejercida por el sistema colonial sobre las comunidades originarias. Frente a ese panorama de opresión, Katari eligió la rebeldía organizada.

Su compromiso con la dignidad de su pueblo lo impulsó a articular alianzas entre diversas comunidades aimaras y quechuas, comprendiendo que sólo la unidad podía quebrar los poderes de los invasores.
En 1781, Tupac Katari encabezó uno de los levantamientos más significativos contra el dominio español, incluyendo el célebre cerco a La Paz. Aquella acción no fue un gesto aislado, sino el resultado de un profundo proceso de conciencia colectiva que él supo impulsar, convocando a miles de hombres y mujeres dispuestos a recuperar su libertad y su territorio. Su figura encarnó la esperanza de una vida distinta, libre de abusos y de jerarquías impuestas por la fuerza.
Ese mismo compromiso lo llevó a su muerte: capturado y brutalmente ejecutado por el ejército colonial. Antes de morir, pronunció palabras que atravesaron los siglos como una promesa de continuidad en la lucha: “Volveré y seré millones”.
Katari no sólo dejó un legado de valentía, sino también un mensaje político que aún interpela: la dignidad de los pueblos no se extingue con la violencia. Su memoria sigue viva en las luchas por la autodeterminación, la justicia y la liberación de los pueblos originarios que, como entonces, siguen levantando su voz.



