🫂 En el Día Internacional de la Solidaridad, como Iglesia Pentecostal Dimensión de Fe en IADLA y desde todas nuestras construcciones territoriales nos detenemos un instante para reflexionar sobre una de las prácticas más profundas y transformadoras de la vida en comunidad.
🫂 En tiempos de crueldad fomentada por diversos exponentes de la política internacional, reivindicamos la solidaridad no como un gesto excepcional ni una acción reservada para momentos de crisis extrema, sino como una práctica cotidiana que se teje entre conocidxs, amigxs, vecinxs, compañerxs de trabajo, en los vínculos simples y concretos que sostienen la vida diaria. Se expresa en la escucha atenta, en la mano que se extiende sin cálculo, en el compromiso con el dolor y la alegría de quienes caminan a nuestro lado.
🫂 En un mundo atravesado por la desigualdad, el individualismo y la indiferencia promovida como valor, la solidaridad se vuelve un acto profundamente político y humano. Nos recuerda que nadie se salva solx, que nuestras vidas están inevitablemente entrelazadas y que el bienestar propio no puede construirse sobre el sufrimiento ajeno. Practicar la solidaridad es elegir el nosotrxs por sobre el sálvese quien pueda. Es reconocer en lx otrx a un semejante cuya dignidad merece ser defendida siempre.
🫂 “El verdadero revolucionario está guiado por grandes sentimientos de amor. Hay que endurecerse sin perder jamás la ternura”, decía el Che Guevara, y también afirmaba que la solidaridad es la ternura de los pueblos. Ojalá tengamos la capacidad de sentir siempre en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera, como también nos decía ese gran compañero. Esa sensibilidad es la que nos impulsa a no mirar para otro lado, a no acostumbrarnos al dolor ajeno, a transformar la empatía en acción.
🫂 En esta época de fiestas, cuando se exaltan el encuentro y la celebración, que la sensibilidad, la mirada y la escucha hacia lxs demás guíen nuestro andar. Que sepamos abrir espacio para quienes quedan al margen, para quienes atraviesan soledades, ausencias o dificultades. Que la solidaridad no sea sólo palabra, sino práctica viva que nos convoque a redoblar la apuesta colectiva y a seguir luchando, con esperanza y compromiso, por un mundo más justo, más humano y verdaderamente fraterno.



