Noticias | febrero 24, 2020

Soy una marica marrona de Tilcara y marcho con la furia carnavalera


Cuando llega el carnaval,

No como ni ceno nada,

Me alimento de las coplas,

Me duermo con mi tonada…

Así empieza la copla popular que viene a mi memoria en los tiempos de carnaval. Soy una marica marrona tilcareña, que está empolvado de talco y serpentinas por las celebraciones de nuestra fiesta. El Carnaval es una celebración ritual, que tiene lugar en el calendario andino cuando son los tiempos de cosecha. Diablos, diablas y otres disfrazades bailan y cantan en los rincones de la Quebrada de Humahuaca.

Mis primeros recuerdos del carnaval son paspaduras e irritaciones de mis cachetes por el talco. Ese polvo blanco que tanto me gustaba mancharme el rostro y jugar. Mis ojos rojos irritados por tantas infancias que nos polveábamos en juegos de talquedas llenos de alegrías e inocencias. Era feliz en ese recuerdo de niñe bailando el carnaval, cantado en la comparsa 8 días, riendo con la familia atrás del diablito. Ya siendo adolescente, el carnaval era el espacio para el encuentro con les otres amigues. Encuentros para ser más parecides a lo que quisiéremos disfrazarnos. Tomábamos la calle del pueblo y une abrazade de otre (y un par de desconocides), saltábamos y gritábamos que estábamos en festejo y que éramos uno solo fusionado, entre una muchedumbre comparsera.

Se viene a mi mente mi primera marcha, en uno de los días de los orgullos LGBTIQ. Gritaba y saltaba con la misma fuerza e intensidad, como los cantos de comparsa de mi gente. Porque mis primeras experiencias de tomar la calle fueron las comparsas, colaborando a la música con mis chillidos. Mi primera calle marchada fue atrás de una bandera multicolor, hojas de albahaca en mi oreja y gritos de libertad que bailaban con las tarcas de antiguas anateadas. Mi comparsa es uno de los lugares identitarios a donde me encuentro, me uno para ser parte, celebro mi colectivo. Las comparsas son muchos enredos de relaciones de solidaridad y comunidad. Nos abrazamos porque creemos que desde la celebración y el festejo también resistimos, volvemos a la calle a encontrarse para celebrar. El festejo como trinchera de resistencia colectiva.

Por eso marcho por la exigencia de los derechos que se nos han negado, por maricas, por pobres, por tercer mundistas, por marrones, por ser de interior, por ser fronteriza, por ser una provincia que abraza más al litio que a su gente. Por eso marcho con la furia carnavalera y mis primeroz pasos son como los del desentierro del carnaval, mi bandera es clara, nuestro goce, nuestros derechos, nuestros sentires. Mis pasos en marcha son los que me enseñó el diablito en Carnaval, mi grito viene de allí. Saltemos compañeres, sujeten la bandera blanca de la señalada y bata, bata fuerte la bandera…

Arriba arriba,

Bati esa bandera,

Como sabías hacerlo,

Cuando eras libre y soltera,

Voy a formar un barquito,

Echo con hojas de coca,

Para embarcar corazones,

Maricas, Travas y tortas.

Hay muchas cosas que criticar en cómo se viene reproduciendo nuestro carnaval, de cómo pasamos a ser un vil espectáculo repetitivo y comercial de “otros” que no solo expropian, sino maltratan y hieren a la cultura. Y de aquellos otros que con esta ficción teatral para el turismo, deja de lado las políticas públicas como las de agua (La pacha derrama su huasamayo bravo inundándonos pero eso parece no importar). Y eso sin hablar de la violencia de machismo, la discriminación que nos atraviesa fuera y dentro del carnaval.

Hoy vengo con costalitos de celebración y festejo porque nos han quitado tantas cosas, nos han negado tantas otras, que ahora más que nunca debemos cuidar que no nos quiten la posibilidad de celebrar y ser felices. Ser más parecides a nosotres, ser las máscaras de carnaval que queremos ver. Venga compadrites, venga comadrites, de todos los lugares a festejar. El carnaval tiene un patio grande donde amontonarnos a celebrar. Que nuestras banderas batan la posibilidad de ser felices, o por lo menos la ficción de intentarlo. Ya llegará el entierro, pero antes aprendamos de esta colecta de felicidades a gritar. Animémosnos a poder jugar, a vestirnos de diablas, diablos, pepinas, pepinos o lo que nuestra imaginación quiera crear. Que amanezcamos con las ganas de saltar, bailar y tomar las calles en carnaval y todos los días del año. Las calles son nuestras.

El carnaval ya se ha muerto,

Se lo llevan enterrar

Echele poquita tierra,

Que se vuelva a levantar.

Yo soy mariquita linda,

Vengo a ofrecer mi tonada,

Con mi voz bien rosadita,

A veces media morada.

Fuente: agenciapresentes.org

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