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Por Euge Murillo y Roxana Sandá (Las12 / Página/12)

El triple femicidio de Brenda, Morena y Lara provocó espanto y dolor, una contundencia de la destrucción de cuerpos empobrecidos enterrados en el pozo de una vivienda y luego reconocidos por sus familias. El crimen desolador produjo el llamado a manifestarse pero también a un desplazamiento del lugar de las víctimas como algo estanco: ni buenas ni malas, dice la convocatoria de este sábado a una marcha federal.

Tres organizaciones trabajan cotidianamente con sectores populares en el barrio de Flores, desde esa experiencia encarnada trazan un panorama que vienen trabajando y discutiendo hace tiempo. El Sindicato de Trabajadorxs Sexuales, No tan distintes y YoNoFui son organizaciones que acompañan a quienes ejercen el trabajo sexual, quienes están en situación de calle y a quienes transitan la situación de encierro. Sus experiencias, lejos de dispersarse en la tarea militante, se superponen y generan una caracterización bien concreta sobre “lo roto”: “Hay algo de la precariedad de la vida y de nuestra forma de acompañar a las compañeras y de componernos con esa vida, que es muy común a las tres organizaciones”, dice Alejandra Rodríguez, de YoNoFui, y agrega: “Nosotros venimos haciendo un camino conjunto, venimos hablando de lo roto, tratando de tensionar ahí en una discusión más interseccional, más de clase”, dice.

“Hay travas que están rotas, hay putas que están rotas, maricas que están rotas, lesbianas que están rotas, madres solteras que están rotas, mujeres privadas de la libertad que están rotas, vendedoras ambulantes que están rotas”, dice Georgina Orellano, referente del Sindicato de Trabajadorxs Sexuales. En su enumeración decanta lo que podría implicar una lista interminable: “Ahí hay una clave, la de poder salirse de esa lógica de la política identitaria en la que estábamos atrapadas y también en la política de la victimización”, explica Orellano.

“Ya van dos años de esto (gobierno de Milei) que es un deterioro gigante al bolsillo y a la vida de las compañeras y, entonces, cruzándolo con los feminismos, también pasa que hoy es otro sujeto el que tenemos”, dice Florencia Montes Paez, de No Tan Distintes: “Llegan más rotas a nuestros espacios y en el cruce entre la pobreza, la precariedad, que nos gobierna Milei, que se retiró el Estado, que no hay medicaciones para personas que lo necesitan, el retiro de subsidios, que no haya bolsón de mercadería, da como resultado que nos tienen peleando por la mínima y sin poder encargarnos de estrategias más superadoras porque antes lo básico estaba más contenido”, remarca.

Esas son nuestras compañeras

“A la que vemos con uñas esculpidas, haciendo alarde de la guita, subiendo a TikTok y a las que le dicen ´estas minas se lo buscaron´, esas son nuestras compañeras”, dice Montez Paez y agrega: “Eso es lo que nos está pasando y tal vez los feminismos estemos a prueba para ver si podemos construir argumentos nuevos para leer este momento social y para salir a defender estas vidas que son contradictorias, ambiguas, con discursos meritocráticos e incluso fascistas. Eso es lo que nos está pasando” , concluye.

“¿Qué pensaron que iba a pasar en la subjetividad, en la cabeza y en el corazón de la gente con un presidente así?” se pregunta Lili Cabrera, integrante de YoNoFui. “Hay que dejar de moralizar las trayectorias de vida de las compañeras ¿Importa si la compañera en su vida tuvo situaciones o prácticas que son incómodas, cuestionadas e incluso ilegales? No importa, ese es el debate ético de este momento.

Vidas precarias

“Cada uno de nosotros se construye políticamente en virtud de la vulnerabilidad social de nuestros cuerpos”, plantea Judith Butler en “Vidas precarias”, y la violencia del capitalismo es un factor transversal que traspasa a todxs. “(…) se exacerba –advierte- bajo ciertas condiciones sociales, políticas, especialmente cuando la violencia es una forma de vida y los medios de autodefensa son limitados”. Butler identifica esa definición de “roto” que expone Georgina Orellano, en una transversalidad que también se corre de la lógica de victimización.

La filósofa y crítica de la cultura Sayak Valencia explica las estructuras de la globalización y el capitalismo a partir de la violencia, el narcotráfico y el necropoder, como nuevas formas de guerra contra mujeres, niñas y diversidades, atravesadas por el mandato de la masculinidad y la virilidad. “El capitalismo gore produce sicarios especialistas en violencia que han encontrado la manera de redimensionar el espacio, el cuerpo y la muerte convirtiéndolos en elementos rentables.” Entre el viernes 19 y el sábado 20, Morena, Brenda y Lara se convirtieron en cuerpos-mercancía de la masculinidad violenta del necropoder que recae sobre las vidas más empobrecidas. Un sistema cristalizado, puntualiza Valencia, “en la violencia sobregirada y la crueldad ultraespecializadas que se implantan como formas de vida cotidiana en ciertas localizaciones geopolíticas”, y que ya echó raíces en Latinoamérica.

Seguir con el problema

Desde que Milei llegó al gobierno emprendió una cruzada antifeminista poniendo el foco primero en la eliminación del Ministerio de Mujeres, Género y Diversidad, para luego dejarle la cruzada al actual ministro de Justicia, Mariano Cuneo Libarona, con su proyecto de ley para incrementar las penas por falsas acusaciones en casos de violencia de género y abuso sexual. Este ataque contra políticas públicas que fueron conquistadas en largos procesos de lucha feministas, son una de las tantas versiones que tiene el gobierno libertario para enmarcar lo que llama batalla cultural. Sin embargo, los diez años que separan el primer Ni Una Menos de la coyuntura actual contienen discusiones que pujan por no aplanar el debate en torno a la figura de femicidio -en su dimensión política, social y judicial- y el lugar de las víctimas.

“Conquistar la designación de triple femicidio para estas muertes podría significar una redistribución simbólica de las conquistas feministas, de los sectores medios a los bajos”, expresa la antropóloga Catalina Tresbisacce Marchand en una reflexión desde el Instituto de Investigaciones de Género y suma: “El femicidio como categoría de análisis que dé respuestas a la sociedad que reclama explicaciones sobre una realidad compleja presenta problemas. Pues es una categoría que tiende a capturar experiencias cada vez más diversas comprometiendo su capacidad explicativa. ¿Las mataron por mujeres? ¿Cuáles son las sombras que podrían proyectarse tras la designación de triple femicidio? El morbo y la conmoción social ante las violencias de género va a tender a desdibujar la estrategia tejida desde los feminismos, haciendo caer en el olvido los procesos sociales que dan forma a este problema”.

“Lo roto a nosotras nunca nos agarra de sorpresa”, dice Eva Reynoso, referente de YoNoFui. Para ella no se trata de algo que ve desde afuera, es militante por el derecho a la vivienda y atraviesa día a día desalojos en una ciudad que tiene más casas que personas. “No es solamente nuestras vidas rotas, sino que el tejido político y social está roto, por eso generamos esta acción concreta de unirnos, y por eso también el miércoles, cuando convocamos a la Plaza Flores por este crimen, no tuvimos que discutir demasiado para salir con toda la rabia a la calle.”