Noticias | septiembre 19, 2020

Pueblos wichi en emergencia: “La injusticia más grande es no pensar protocolos para quienes somos pobres”


El abandono estatal persiste en el norte salteño y la situación se torna insostenible para las comunidades wichi que habitan allí. Sin acceso al agua potable ni a insumos de higiene y con un sistema de salud insuficiente y colapsado, los contagios de coronavirus aumentan vertiginosamente. El departamento San Martín, donde habitan muchas de las comunidades originarias de Salta, es el segundo con más personas afectadas después del departamento capital: ya hay más de 1200 contagiadxs.

Sin embargo, la desigualdad es estructural a pesar de haberse recrudecido en tiempos de pandemia. En lo que va del año, más de 30 niñes han fallecido por desnutrición o deshidratación en una zona que hace tiempo se encuentra en emergencia alimentaria. Estas comunidades indígenas soportan una vulneración sistemática de derechos humanos esenciales como el acceso al agua, al alimento, a la salud, a la vivienda y a la tierra que les pertenece. Al atropello capitalista que arrasa con desmontes, agrotóxicos y apropiación de tierras, se suma el racismo social, el hostigamiento policial y la indiferencia estatal en todos los niveles y común a todos los colores políticos.

Cuando el gobierno es obligado a tomar alguna acción por la lucha incesante de organizaciones indígenas, humanitarias y científicas, se encauza alguna medida para calmar los ánimos y dar imagen de “estar ocupándose del tema”, pero nunca se trata de políticas concretas, durables en el tiempo, que alcancen a toda la población en riesgo y consistentes para contribuir a la trasformación de una problemática estructural -aferrada al saqueo extractivista, con gobiernos al servicio del capital y lógicas coloniales de estremecedora vigencia-.

Del mismo modo ocurre con el acceso a la atención médica en los pueblos del norte salteño. Los hospitales, muy pocos y vaciados de personal médico e insumos para atender a la cantidad de población que vive en la zona, no están pudiendo garantizar el acceso a la salud de las personas con coronavirus, dengue u otras enfermedades frecuentes, derivadas de vivir sin acceso al agua potable y a condiciones mínimas de saneamiento. “En los municipios de San Martín y Rivadavia, solo hay 15 respiradores para 6 hospitales sin unidad de terapia intensiva. El virus tiene circulación comunitaria y el hospital de mayor complejidad, en Tartagal, está colapsado”, dicen desde Fundación Deuda Interna, que trabaja hace 15 años con estas comunidades y que lanzó, recientemente, una campaña para recaudar dinero y enviar elementos de higiene al norte del país.

“El Estado está muy ausente en las comunidades indígenas. Cuando se aplicó el decreto, se frenaron la educación, las andanzas, los trabajos y todo tipo de actividades. Somos 30 comunidades en una situación muy difícil por la pandemia”, cuenta a La tinta Leo Pantoja, referente wichi de Misión Chaqueña que integra la Comisión Nacional de Investigación de Genocidio para el Resarcimiento Histórico de los Pueblos Originarios de Argentina.

Con hambre no se puede estudiar
Rosa es maestra auxiliar bilingüe hace más de diez años: enseña a lxs niñxs en wichi y castellano. Junto a otras mujeres, trabaja también en el sostenimiento de los escasos comedores de la zona, que ofrecen un plato de comida. Por teléfono, mientras camina al monte, nos dice: “Nos damos cuenta de que hay chicos que a veces no han comido en todo el día o que les faltan artículos de limpieza en la casa, y eso es muy triste. Los salarios que se están cobrando no alcanzan para nada, no alcanzan para comprar comidita, alguna ropita para los niños… algunos están al aire libre porque no tienen donde vivir directamente. Viven con paredes de plástico y es terrible vivir esa situación siendo niños. Son derechos que hay que hacerlos cumplir: buena educación, buena alimentación, un lugar donde vivir”.

Actualmente, la docente no puede enseñar a sus alumnxs por el aislamiento social que ha retrocedido en Salta a las primeras fases. Al principio, las maestras recorrían las casas de lxs niñxs para acercarles las tareas y materiales educativos, ya que la respuesta estatal para “garantizar la continuidad educativa” no contempló las necesidades específicas de estas familias. Una vez más, la indiferencia y el desamparo. “La injusticia más grande es no pensar el protocolo para para quienes somos pobres, para quienes no tienen computadora. Estos chicos no tienen ni celular, ni radio, ni tele… y es triste para los niños porque no pueden seguir estudiando”, sostiene Rosa mientras, en algún lugar, muy lejos del monte, el Gobernador de la Provincia de Salta, Gustavo Sáenz, twittea que está trabajando “para seguir garantizando la continuidad pedagógica”.

Rosa permanece unos segundos en silencio y, con un tono esperanzador en la voz, agrega: “Igual son niños muy inteligentes y ellos se arman a través del juego, de lo que tienen alrededor, de la naturaleza. Ellos son muy creativos”.

Resistir desde la cosmovisión ancestral indígena
Rosa explica que, aunque el enfoque de la Educación Intercultural Bilingue no está considerado desde el Ministerio de Educación, han trabajado para impulsar esta enseñanza que se ejercita en ambas lenguas y que toma como punto de partida la cultura del mismo pueblo. Sin embargo, cuenta, se torna difícil sostener el trabajo diario sin ningún apoyo: “Para la edición de libros, siempre dicen que no hay presupuesto. Nosotras no tenemos materiales, tenemos que poner nuestro tiempo y poner nuestro bolsillo para elaborar todos los materiales. Necesitamos ser incluidos como pueblos originarios en la educación”.

En este sentido, la Universidad del Monte, de la cual Leo y Rosa forman parte, es una reafirmación de su cultura, identidad, cosmovisión y saberes ancestrales. Fruto del trabajo de la Comunidad Wichi de Misión Chaqueña junto a la Fundación Deuda Interna, es un espacio de encuentro y capacitación para desarrollar su cultura: “La Universidad del Monte se trata de la unión de pueblos indígenas, de guardar las riquezas de los pueblos wichi”, cuenta Leo. Al preguntarle qué piensa sobre la situación de pandemia, reflexiona: “Hermanos y hermanas gritaron toda su vida que paren con la destrucción del mundo: fumigación, desmontes, perforación del suelo para sacar los minerales, contaminación de los ríos y el agua para los árboles y los animales. La naturaleza dice: ‘Esperen porque no doy más’, la naturaleza se defiende para que no lo destruyan porque es un espíritu. Las palabras que yo transmito son las de los abuelos y las abuelas… sigo aprendiendo cosas”.

Fuente: La Tinta

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